Pero eres tan hipnotizante.
Me tienes riendo mientras canto,
Me tienes sonriendo en mis sueños.
Puedo decir que estoy confundida,
Tu amor es donde estoy cayendo,
Pero por favor no me atrapes.
***
ASIER
El sábado en la mañana me despierto temprano, una boba sonrisa se planta en mi rostro cuando recuerdo el beso de Nai. Sus cálidos y suaves labios posados en mi mejilla era algo que no podía ni quería olvidar. Lo sé, fue un contacto de lo más breve e inocente, pero para mí lo fue todo.
Regresé a casa con una sonrisa y ni siquiera Fidel con sus comentarios molestos pudo bajar mi ánimo. Desde anoche hasta ahora tengo algo muy claro: Voy a jugar mis mejores cartas con Nai. Voy a superar mis temores y me arriesgaré para conquistarla.
El que no arriesga no gana, ¿no?
Me levanto de la cama y me doy una ducha rápida antes de que se me haga muy tarde. A pesar de que anoche llegué alrededor de las dos de la madrugada, no tengo mucho sueño. Tal vez sea la adrenalina recorriendo mi cuerpo, la emoción de volver a verla y hablar con ella, pero me siento más descansado que nunca.
Cuando salgo de la ducha unos cinco minutos después, me visto con camiseta y converse negros, mis pantalones de mezclilla algo deslavados y unos calcetines que no son par, uno negro y uno azul. De igual manera nadie va a verlos.
Bajo las escaleras corriendo y me encuentro a mi mamá tomándose su licuado matutino. Que para bajar las grasas y no sé qué más. A veces quiere obligarme a que lo tome, pero la pura consistencia me da asco. Si no la conociera diría que me quiere dar engrudo para beber.
—No vas a salir de aquí hasta que desayunes algo, Asier —me dice con su tono que no acepta réplicas.
Suspiro y me encamino a la cocina donde rápidamente me preparo un sándwich. La verdad es que no tengo mucha hambre, solo quiero llegar a la escuela y verla a ella.
Cada último sábado del mes, los profesores eligen a cuatro estudiantes de último curso para que den asesorías a los jóvenes e inexpertos alumnos del primer grado. Yo había sido elegido para dar la «clase» de literatura y no era secreto que Naira había sido elegida para álgebra. Tengo entendido que su amiga también es una de las tutoras, sin embargo no sé qué materia le toca impartir a ella.
Cuando termino de preparar y engullir mi sándwich, me acerco a besar la mejilla de mi mamá y tomo las llaves del pequeño gancho en la pared.
—Nos vemos —me despido.
—Que tengas bonito día.
Salgo de la casa y subo al auto donde enciendo la radio antes de encaminarme a la escuela. Sugar de Maroon 5 inunda el interior del coche y tarareo la letra mientras pongo en marcha la vieja carcacha.
No permitas que nadie te toque
A menos que ese alguien sea yo
Tengo que ser ese hombre
No hay otra manera
Sí, tengo que ser el único hombre para ella, no dejaré que nadie más se acerque. Aunque... Bueno, para eso debo dejar mi inseguridad de lado y... no sé, ¿tal vez invitarla a salir otra vez?
O un «Hey, Naira, me gustas» puede ser suficiente. Ah, rayos, no tengo ni la menor idea de cómo empezar. Sé que quiero dejar la timidez de lado porque no voy a llegar a ningún lado con Naira si no me atrevo a acercarme de nuevo, pero la cuestión aquí es cómo lo voy a hacer.
Tras unos minutos llego al edificio escolar y estaciono en el primer lugar que encuentro libre, el cual queda cerca de la entrada, y da la casualidad que Naira y su amiga Kea van camino a las puertas de la escuela. Tomo una profunda respiración y luego bajo del auto asegurándome de cerrar bien. No sé qué es lo que se apodera de mi cuerpo y mi voz, sin embargo antes de darme cuenta, estoy gritando su nombre.
—¡Naira!
Solo pasan dos segundos antes de que ella se gire y me sonría. Eleva su mano y la sacude como saludo, a lo que yo imito el gesto. Me acerco a donde Kea me mira sonriente y Nai tímida.
—Bueno, yo voy a recostarme al salón un rato más antes de que lleguen todos —dice Kea una vez que llego. Me guiña un ojo y luego se adentra en los pasillos desapareciendo de nuestra vista.
—Eso fue raro —suelto, a lo que Nai ríe.
—Mi amiga es rara, por lo tanto todo lo que hace es raro. —Río pero no digo nada más, en eso estamos de acuerdo, aunque no es como si mi amigo fuera muy normal tampoco—. Entonces...
—Oh —digo—, yo quería saber si... Si... —Rayos. ¿Y ahora qué le digo?
«Buen momento para tener la mente en blanco, Asier.»
—¿Sí?
—Uhm, si tú... —«Solo suéltalo, hombre»—. Si quieres hacer algo después de las asesorías. Digo, si no estás ocupada o ya tienes planes. Si es así no hay problema. Quiero decir, podemos dejarlo para otro día. O no. O no sé si quieres. ¿Sabes qué? Mejor olvídalo —finalizo algo avergonzado por mi vómito verbal.
¿Por qué no pude simplemente cerrar la boca?
Es por eso que nunca me acercaba a ella. Me daba vergüenza dejarme en ridículo, pero por fin lo he hecho. ¡Mis peores miedos se han vuelto realidad! Ahora me mirará raro, creerá que soy muy extraño, un loco, y se alejará de mí por el resto de sus días.
—Puede ser hoy —dice sorprendiéndome—. No tengo nada qué hacer.
La miro asombrado, sin poder creer que haya aceptado, y luego la veo sonreír.
—¿De verdad? —pregunto. Siento que estoy soñando y en cualquier momento despertaré.
Ella me vuelve a sonreír y luego asiente convencida.
—Sí, suena genial. Uhm, ¿por otro helado, tal vez?
«Por lo que tú quiera. Lo que desees pídelo y te lo cumpliré», pienso. No obstante me abstengo de decirlo para no quedar en ridículo y en cambio asiento.
—Eso suena bien.
—¡Perfecto! Entonces espérame aquí después de clases y nos vamos. Digo, después de tutorías o asesorías o... Como sea. —Ríe algo nerviosa—. Bueno... Ya me voy. Adiós.
—Adiós —respondo.
La veo sonreírme una última vez antes de que se dé la vuelta y se adentre al edificio. La admiro embelesado hasta que desaparece, entonces asiento sonriente y orgulloso por haberlo conseguido.
«No fue tan difícil después de todo.»
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