Nadie duerme en Tokio |KageHi...

נכתב על ידי LauArcher

36.8K 4.1K 12.2K

Hinata se va a Brasil y quiere despedirse. Kageyama se va a Tokio y odia las despedidas. Sus caminos se cruza... עוד

Capítulo 1. Finales y comienzos
Capítulo 2. Lo que pasa en Brasil...
Capítulo 3. El ninja y el pibe
Capítulo 4. Si lo quieres tendrás que sangrar por ello
Capítulo 5. Vóley en estado puro
Capítulo 6. Ganadores vs perdedores
Capítulo 7. Un lugar seguro
Capitulo 9. Mi persona favorita
Capitulo 10. Mientras yo este aquí
Capítulo 11. El mordisco del chacal
Capítulo 12. Terapia
Capitulo 13. Shouyou, Shouyou, Shouyou
Capítulo 14. Suaveyama
Capítulo 15. Arruinador de alegrías
Capítulo 16. Para que hoy no ganen los malos
Capítulo 17. Aprender a vivir pese al miedo
Capítulo 18. A tumba abierta
Capítulo 19. Castillos en el aire
Capítulo 20. Dream Team
Capítulo 21. El escenario mundial
Capítulo 22. Lo que no sabes de tu padre
Capítulo 23. Demasiado bueno para este mundo
Capítulo 24. Brazilian Rhapsody
Capítulo 25. El lado dulce de la vida
Capítulo 26. La grieta
Capítulo 27. Un idiota naranja, un estúpido virgen

Capítulo 8. Hazme volar

1.3K 164 617
נכתב על ידי LauArcher


¡Hola!
Amo todos vuestros comentarios, muchísimas gracias.
He tenido que corregir este capítulo deprisa, espero que no se hayan colado muchas faltas.

Mi rezo del sábado:

Os amo
Perdonadme
Juro que es KageHina (pero tendréis que sangrar por ello)

De niño, Aki quería reunir las siete Bolas de Dragón. Y después, ser futbolista. Y después, el mejor ninja de todos los tiempos. También quería ser patinador artístico. Y pirata. Y conductor de camión de bomberos, miembro del FBI americano, titán de ataque, detective secreto, el último jedi.

—¿Y tú? —le preguntó a Kageyama después de mudarse al CAR. Tobio tenía diecinueve años, era alto y serio y demasiado sincero para su propio bien. Llevaba el flequillo largo, y se ponía una pincita amarilla para jugar porque cada vez que intentaba ir a la peluquería a cortárselo, se perdía por el camino y acababa en un barrio de las afueras.

—¿Yo qué?

Era gracioso sin darse cuenta. Aki le admiraba secretamente, porque es un poco extraño admirar a tu compañero de equipo que tiene tu misma edad. Pensaba que si fuese un poco más como él, si tuviese un poco más de Kageyama, a lo mejor su familia podría sentirse más orgullosa.

—¿Cuál es tu sueño?

Kageyama era silencioso. Pensaba más de lo que hablaba, y eso estaba bien.

—Ser el último en pie sobre la pista —contestó, simple, antes de atacar el plato de arroz.

—¿El último? Eso no es posible, Ka-kun —dijo, sonriendo y dándole un codazo. Kageyama le miró con el ceño fruncido, sin entender—. Siempre jugarás con otros cinco, así que ¿con quién quieres quedarte hasta el final?

Kageyama miró el arroz y después a Aki.

—Con los cuatro más fuertes.

—Cinco —le corrigió, enseñándole la mano, abierta, con cinco dedos—. Los cinco más fuertes.

Kageyama le tocó el dedo pulgar, un golpe ligero, mirándole muy serio.

—No —dijo—. Este puesto está reservado.

La voz de Oikawa se propagó por todo el salón, como una nube ácida, llegando a cada rincón.

¡Shou-chan! ¡¡Superfelicidades!! Bueno, bueno, ¿qué se siente derrotando a Tobio-chan? Eso tiene que ser mejor que un orgasmo, ¿no? ¿Cómo está tu pierna? Te vi súper bien, ¡es la hora de los desterrados!

Hinata miró a Kageyama. Comía pepinillos, muy serio, mirando el teléfono móvil sobre la mesa, como si temiese que el Oikawa real pudiese salir en cualquier momento de la pantalla y sacarle la lengua.

...Y tu rápido con Atsumu-chan, ¿qué fue eso? ¿Folla tan bien como coloca? Aunque ese tinte rubio del aliexpress no lo apruebo en absoluto, sus muslos perdonan un desliz estilístico...

Hinata estiró la mano hacia la mesa para detener el audio, pero el puto móvil no respondía, la pantalla se quedó colgada en negro mientras la voz de Oikawa seguía reproduciéndose, como una maldición.

... ¿Te llegó la invitación de la boda de Iwa-chan? El 31 de diciembre, ¿pero quién se cree que es ese pibe para arruinar la celebración milenaria de los Oikawa? Además una boda con temática de superhéroes, ¿qué cosa friki es esa? ¡Yo esperaba algo clásico, tenía una yukata preparada! Maldita sea, espero encontrar pareja para aparecer con una supermodelo o con un tío bueno.

... ¿Tú vas a ir con Atsumuslos-chan? ¿O estás esperando que te lo pida Tobio? Dios mío, esto es peor que un baile de instituto de una película americana, me temo que seré el feo con granos al que nadie quiere. En otra vida debí ser un descuartizador de vírgenes, ¿por qué los dioses me odian, Shouyou? Por favor, si aún no tienes pareja, ven conmigo. Necesito apoyo moral en estos duros momentos...

Mierda mierda mierda mierda

... Llegaré a Tokio en un par de semanas, ¿estarás en Osaka? Conozco un hotel en Kobe que tienen jacuzzi en las habitaciones, ¿qué me dices a un baño de burbujas con una copita de vino mientras nos ponemos al día? Sí, sí, ya te estoy oyendo, bla bla bla lo que pasa en Río se queda en Rio bla bla bla  pero si tengo que ir a la boda de Iwa-chan necesitaré un incentivo, y echo de menos tus palabras sucias en portugués...

Oh dios no no no no

...Odio a Iwa-chan, ¿te lo he dicho ya? Me envió mensajitos borracho en su apestosa despedida de soltero y ¿sabes qué me preguntó? “¿Te arrepientes de mí?” ¡Imbécil! Si pudiese viajar en el tiempo dejaría que se ahogase con aquella patata frita a los doce años.

...En fin, pienso comer por diez personas para que se arruinen en su boda estúpida. ¡Divorciado a los treinta, lo verás! Ajjjj. Aquí nadie entiende japonés, puedo decir barbaridades en los vestuarios. Espero seguir siendo tu colocador favorito. ¡Besitos y enhorabuena, chibi!

La voz de Oikawa desapareció, y Hinata seguía mirando el móvil, que como siempre pasa en los momentos importantes de la vida, había decidido morirse. Él también quería hacer eso, apagarse y reiniciarse quizás tres días después.

Kageyama se comió un pepinillo, masticando despacio, con la mirada en la televisión. Estaban poniendo repeticiones del partido ya terminado, y dos ex jugadores analizaban las tácticas de cada equipo.

Huh —dijo Hinata, rascándose la nuca—. Pues sí, ¿eh? Qué cosas tiene Iwaizumi-san, una boda de superhéroes, y además el último día del año, es como súper loco, hah. Oh, tal vez puedo preparar algo más de cena-desayuno, porque solo pepinillos no es suficiente, sabes, los pepinillos tienen pocos nutrientes y claro, es importante estar alimentado, Kageyama, puedo preparar una...

—¿Oikawa-san es tu colocador favorito?

—¿Eh?

Kageyama dejó el bote de pepinillos en la mesa y se tumbó en la manta, mirando el techo.
¿Eso es lo que le preocupa, en serio?

—¿Es tu colocador favorito? —repitió.

—¡No! Claro que no. Es solo... Bueno, él es así, siempre está de broma, es como divertido pero un poco tonto, ya lo sabes, le conoces...

—No le conozco —le cortó Kageyama. Después de un rato volvió a hablar—. ¿Y Atsumu-san?

—¿Qué pasa con él?

—¿Es tu colocador favorito?

—Ah, hum, pues... No lo sé. Es mi colocador actual, quiero decir, coloca para mí en los chacales y es bastante genial y entrenamos muy duro así que se supone que debería ser mi favorito. Quiero decir, sería lo correcto.

Kageyama asintió, sin decir nada.

No estaba insultándole, no estaba gritando. Empezaba a ver cosas distintas en él. Era Kageyama, la esencia estaba ahí, pero el tiempo le había suavizado las partes más duras, o quizás fuese la edad. ¿O las experiencias? ¿Había estado con otras personas, gente que supo limarle las asperezas?

Hinata se tumbó en el kotatsu, cerca de él, pero no lo suficiente como para tocarle. Tampoco se atrevería a hacerlo. El fantasma de las palabras de Oikawa seguía revoloteando en la sala, y Hinata sabía que todos sus secretos estaban expuestos. Ya no había eufemismos ni frases confusas en las que pudiese ocultarse. Se sentía desnudo.

Kageyama era idiota, pero no tanto.

¿Entonces lo sabías?
¿Sabías que me gustan los chicos?

¿Qué pasa contigo, Kageyama-kun?
¿De verdad eres hetero? ¿De verdad no tengo nada que hacer?

—¿Y si Atsumu-san no fuese mi colocador favorito? —preguntó sin pensar, en voz muy baja. El techo era de pronto muy interesante. Levantó las piernas, estirándolas y juntando los pies una y otra vez, centrándose en sus calcetines grises con dibujos de conejitos y zanahorias—. ¿Eso estaría mal?

Kageyama probablemente seguía vivo, pero no daba muestras de ello. Hinata casi podía oír su cerebro ajustándose, buscando soluciones. Toda su velocidad de respuesta había quedado en la pista de vóley, como siempre.

—Sí... No.

—¿Sí o no? —miró hacia él, y Kageyama se tapó la cara con el brazo.

—No lo sé.

—¿Quién es tu rematador favorito? —se arriesgó, girándose hacia él, apoyando la cabeza en la mano y el codo en la manta. Kageyama seguía con el brazo sobre la cara, evitando mirarle—. ¿Ushijima-san? Es muy fuerte. Y es zurdo. Es muy genial ser zurdo. ¿No? ¿Hoshiumi, entonces?

Kageyama se lo pensó un rato.

—Puede.

—Mmm. Puede no es un sí. ¿Nicolás Romero? —Kageyama bufó—. Oi, Bakayama, a lo mejor tu rematador favorito está en otro equipo.

Lo dijo bajito, acercándose un poco más, arrastrándose hacia él sobre la manta. Kageyama volvió a resoplar, soltando el aire lentamente.

—¿Green Rockets? ¿Red Falcons? ¿Igarashi-kun?—no decía nada y Hinata se acercó un poco más—. ¿Hay alguna posibilidad de que... sea yo?

Contuvo la respiración. Kageyama se mantuvo en silencio, y cada segundo el aire entre ellos era más pesado, la calma se resquebrajaba por todas partes y la voz de Oikawa parecía más presente.

—La forma de tus servicios con salto —murmuró Kageyama—. Me recordaban a algo. ¿Te los enseñó él?

Ah.

Huh, sí, bueno. Nos encontramos en Río. Jugamos vóley playa, fuimos a cenar y a bailar y yo estaba bastante en la mierda esos días y él... —dijo, sabiendo que sonaba a una excusa que ni siquiera tenía por qué dar—. Me ayudó mucho a sentirme mejor.

—¿Con sexo?

Hinata se sonrojó. Aun así avanzó hacia él, se sentó a su lado y le quitó el brazo de la cara a la fuerza, sin delicadeza. Kageyama tenía los ojos brillantes. Le miraba serio, concentrado, pero su ceño no estaba fruncido. Era raro ver esa expresión, muy raro. Hinata la había contemplado en ocasiones contadas, y ahí estaba. Suave, el escudo bajo, la guardia abierta.

No es un reproche, es una pregunta.

Tragó saliva se encogió de hombros. Podría hablarle de los límites que puso, de cómo intentaba ahogar en besos el recuerdo asfixiante de un número nueve en la espalda.

—Sí, bueno, ya sabes. Caipirinhas, vóley, besos —dijo, apartando la mirada, con las mejillas ardiendo—. Son tres cosas que pueden arreglar un desastre de los gordos. ¿Lo entiendes?

Casi era una súplica, porque necesitaba que lo entendiese.

Kageyama se levantó, despacio. Hinata fue detrás de él hasta la cocina. Se había despeinado y ahora tenía un mechón loco en la parte trasera del pelo.

—Tu desastre no tiene arreglo, idiota —dijo, suave, y Hinata sintió el pecho encogerse. ¿No estaba enfadado? Abrió la nevera y sacó una botella de agua. —Voy a dormir.

Mientras hablaba se sirvió un vaso y se bebió la mitad. Hinata recordaba ese hábito, y se acordaba también de cómo, las veces que había dormido en su casa, Kageyama llenaba dos vasos, uno para cada uno, y Hinata a veces lo acababa volcando y haciendo un caos en la habitación.

Sin pensar, se puso a su lado, cogió un vaso y la botella. Sus dedos se rozaron sobre el plástico, un segundo.

—¿Quieres que me vaya? Aún no ha amanecido del todo, y llevamos sin hablar mucho tiempo, podíamos... Quiero decir, a lo mejor Miwa tiene un futón de invitados y podríamos...

—No contestaste a mis mensajes —le cortó Kageyama—. En un año.

Había una pregunta oculta en esa afirmación, y Hinata lo sabía.
Un año era demasiado tiempo para cualquier explicación.

—Lo de Oikawa-san no tuvo nada que ver con eso. Yo... sentía que estaba... atado, de alguna manera. Sé que no lo entiendes, pero era como... Necesitaba soltarme... para volar.

Kageyama dejó el vaso en la encimera y le miró. Estiró la mano y la puso sobre su pelo, revolviéndolo despacio, y después dejó que los dedos resbalasen un poco hasta su oreja, y tocó el piercing con el pulgar. Estaba a un brazo de distancia, pero Hinata sentía el toque tan íntimo que el calor le subió hasta la frente. Podría jurar que su corazón temblaba, si es que eso era físicamente posible.

Los dedos de Kageyama seguían ahí, tocando el pendiente, acariciando el arito de metal, como si estuviese pensando. Le miró a los ojos, y Hinata no podía hablar. Tenía tantas cosas que decir, tantas preguntas, o quizás una sola. Un insulto, una petición, un roce de piel contra piel, un beso perdido en el espacio y en el tiempo, allí donde yace todo lo que la cobardía destruye.

—Volaste —le oyó susurrar. Hinata vio el asomo de una sonrisa y fue demasiado, demasiado fuerte, demasiado intenso, demasiado real. Kageyama deslizó la mirada hasta su oreja, donde se posaban sus dos dedos, y los bajó por el cartílago, perfilándolo con cuidado. Parpadeó varias veces y el movimiento de sus pestañas, largas y oscuras, hizo a Hinata temblar hasta los cimientos—. Yo... Estaba esperándote.

Las palabras se repetían en el aire, un eco invisible.
Yo
Estaba
Esperándote

Tenía su mirada de concentración, y Hinata quería atravesar todas sus barreras y llegar hasta el fondo, tocar su corazón, mirar entre sus huesos, conquistar toda su piel, estar donde nadie hubiese estado antes y construir allí una fortaleza.

—¿Qué quieres decir? —susurró. Kageyama frunció el ceño, y Hinata llevó su mano rápido a su frente, entre las cejas, sobre aquella arruga—. No, no. Quita eso. Vuelve a lo de antes. ¿Esperándome? ¿Qué significa eso?

Kageyama apartó los dedos de su oreja y se sintió como si de pronto se hubiese apagado el Sol.
Frío, la Era Glaciar en la cocina.

Un golpe de realidad demasiado esperado.

—Tú lo dijiste. Espérame. Me lo pediste.

Kageyama le miraba con los ojos claros, sinceros. Era una inocencia honesta, y Hinata quería que no le mirase así, porque le daba esperanzas, y la esperanza ciega es la droga de los imbéciles.

Espérame en la cima.
Es vóley.
Hinata no podía recordar qué quiso decir cuando lo dijo, porque el vóley y Kageyama se mezclaban todo el tiempo en proporciones confusas.

Siempre es vóley entre nosotros, ¿no?

—¿Y qué estabas esperando?

—No lo sé.

Hinata se mordió el labio. Kageyama era el más idiota de la Humanidad, y él estaba también en los primeros puestos del ránking.

—Muy bien. Dios, este es el peor momento de la Historia pero en fin, allá vamos.

Tenía que dar una patada en la puerta. No se puede estar toda la vida escondiendo cadáveres debajo de la alfombra. Puede que Kageyama hubiese entendido su espérame en un sentido romántico, puede que él en algún momento de su borrachera de hormonas adolescente lo dijese en ambos sentido, y si era así, y realmente había estado esperando por algo, era un poco una catástrofe. 

Si ha estado esperando por mí en ese sentido entonces debe pensar que soy un imbécil.
¿Le pido que me espere y yo hago mi vida?

Aún así, si había esperado, tenía que intentarlo. Había una posibilidad ahí, y Hinata Shouyou nunca deja pasar los trenes (casi nunca. Tal vez los de la línea Kageyama siempre se saltaban la parada).

—¿Qué estás diciendo?

—Kageyama-kun, cállate, tienes que callarte, esto es importante, antes de continuar la conversación tengo que decirte algo y tienes que tener esa boca tuya súper cerrada o me arrepentiré y diré cualquier cosa y esto saldrá muy mal—dijo, bajando la mano hasta su hombro. Su altura todavía le fascinaba. Cogió aire, lo echó despacio y le miró a los ojos—. Me gustan los chicos. Las chicas también, pero nunca me he enamorado de una. En realidad sólo me acosté con dos, y con chicos fueron más, no me acuerdo bien del número, porque estaba aquel rubio surfero que nunca me acordé de su nombre pero que hacía esa cosa con la lengua, y uno que vendía helados en Ipanema que tenía un tatuaje de una sirena que...

Kageyama frunció el ceño.

—¿Eres idiota? —le cortó.

—¿Por qué me insultas? —replicó, dándole un manotazo. Kageyama se defendió con un empujón suave en su pecho—. Llevaba mucho tiempo queriendo de decir esto, Bakayama. Has arruinado un momento muy intenso.

—He oído el audio de Oikawa, Hinata pedazo de idiota. Ya sé que te acuestas con tíos, ¿es que vas a darme la puta lista?

—¡Estoy abriéndote mi corazón, Bakayama!

—Pues si eso es lo que hay dentro, mejor déjalo cerrado —gruñó, separándose y caminando hacia el dormitorio.

Hinata le adelantó, corriendo, poniéndose delante de la puerta cerrada, tapándola, estirando los brazos. Las palabras de Kageyama eran duras, pero estaba inmunizado. Podía soportarlo. Necesitaba oírlo.

—¡Tienes que escuchar esto! Es la segunda vez que me dejas así y no va a haber una tercera, te lo advierto.

Kageyama le agarró del brazo, intentando apartarle, pero Hinata estaba bien anclado al suelo y resistió.

—¿Qué dices, idiota? Aparta. Vete a tu hotel y déjame dormir.

Está enfadado.

—Intenté decirte todo esto esa noche, el día de la graduación y me rechazaste. ¡Ahora no puedes escaparte!

—¿Escaparme de qué? —preguntó, forcejeando con él intentando llegar a la puerta. Era de soji, corredera, de las típicas de las casas tradicionales japonesas, y Hinata tenía la ventaja de estar justo en el medio, bloqueándola.

—¡De mi confesión, estúpido!—. Kageyama le soltó de pronto, como si quemase—. Mierda, eres tan idiota. ¿Por qué eres tan idiota?

—Tú eres el doble de idiota.

—¡Tú el triple!

—¿Esta es tu mierda de confesión?

Hinata abrió la boca, ofendido. Había pasado mucho tiempo preparando su confesión genial, a los diecisiete. Y a los dieciocho. También pensó en ello en Rio.

Pensaba mucho en Kageyama entonces. Pensaba en él en cada cosa nueva que descubría. Le avergonzaba reconocer que pensó en él cuando dio su primer beso, cuando se acostó con un chico por primera vez. Comparaba en su mente, cómo lo haría Kageyama, ¿sería dulce conmigo? ¿Sabría como me gusta sin decírselo? ¿Tendría prisa, sería lento, me besaría, me abrazaría, susurraría mi nombre propio?

Había apreciado todas esas experiencias. No se arrepentía de nada, pero una parte de su corazón siempre había soñado vivirlas con Kageyama. Eso ya no era posible, así que arrastraba su pequeño duelo.

—Tenía... Tenía una poesía.

Kageyama se cruzó de brazos.

—Venga, suéltala.

—¡Has roto el ambiente! Ya sabes, el ambiente de confesión. Ahora no puedo decir poesías.

—Esta es la peor confesión de la historia.

Hinata apretó los ojos, gritando de desesperación. Ese tío iba a acabar con su salud mental.

—¡Cállate un momento! Espera, creo que me acuerdo. Era... Había un árbol súper alto con unas... manzanas... Tú, siempre al final del camino de... No, espera, no empezaba así. Eso era... ¡El cielo! El cielo es azul, porque tus ojos son como... ¡Mierda, espera! Tus manos cuentan una historia, y es mi historia favorita... ¡Quiero ser parte de esa historia! ¡Acababa así! —. Abrió los ojos y se encontró a Kageyama mirándole. Otra vez el gesto suave. Hinata levantó las manos como defensa—. ¿Qué?

—Eso... Estuvo bien.

Hinata sonrió con suficiencia.

—Pues claro. Así que ahora, por favor, recházame con un poco de tacto y sigamos con nuestras vidas. Si vuelves a mencionar que te he dicho todo esto te juro que te mataré.

Sí, hacerse el fuerte mientras te rompen el corazón es más difícil de lo que parece.
Kageyama miró hacia el suelo y después alzó la vista hasta encontrarse con sus ojos.

—Gracias por decírmelo —susurró, con una voz tan suave que no parecía la suya.

Y ahí está, de lo que hablaban las chicas.
Sólo falta la reverencia, pero ya no tenemos dieciséis, ¿no?

¿Qué creías, Shouyou, idiota?
Mejor así. Estoy acostumbrado a ser el amigo enamorado, no sé si sabría ser el amigo cabrón.

—Eres malísimo rechazando —dijo, sonrojándose y apartándole. Fue hasta el salón, cogió la chaqueta que estaba tirada entre las mantas y se la puso, evitando mirarle—. Ahora entiendo a todas esas chicas que venían llorando a decirme que por favor que las ayudase a interpretar tu respuesta. Seguro que las rechazaste igual de mal y las pobres se quedaron así, vagando por el limbo del amor.

—Hinata, espera, idiota —le llamó desde la puerta de la cocina. Hinata agarró el pomo de la puerta, apretando los ojos. Llevaba años esperando por este rechazo, era lo que necesitaba para poder por fin pasar página, ¿pero por qué mierda dolía tanto?—. Si vienes a Tokio...

—Claro, llevaré el libro, Bakayama. En serio, no quiero seguir hablando, no lo hagas peor. Atsumu debe pensar que me han asesinado o algo. Dale saludos a Igarashi-kun —dijo, sin girarse.

Cerró la puerta y se permitió un par de minutos de debilidad, de ojos llorosos, de dejarlo ir.

¿Cuántas veces va a romperme el corazón sin darse cuenta?

Su propia voz le contestó.
Las que tú se lo permitas, baka.

Atsumu abrió la puerta de la habitación del hotel. Llevaba una camiseta blanca de publicidad de Onigiri Miya que solía usar para dormir, bóxers y el pelo hecho un desastre. Seguía con las mejillas sonrojadas, como si aún estuviese borracho.

—¿Shouyou? ¿Dónde estabas? —Hinata pasó a su lado, se descalzó lanzando las zapatillas donde cayeron y se metió en la cama deshecha, vestido, prácticamente lanzándose sobre las sábanas—. Ehm, Shouyou, te has confundido de cama.

—No me he confundido —susurró, cerrando los ojos y apretando la almohada. Sintió a Atsumu acercarse y se echó hacia un lado, pegándose a la pared para mostrarle el espacio vacío.

—Sé que puede parecer una pregunta estúpida, pero ¿quieres que me meta en la cama contigo?

—Sí. Tengo frío. No quiero tener frío nunca más.

—Hay mantas de sobra, ¿quieres que...?

—Dios, Atsumu-san. Calla y abrázame antes de que me muera.

Atsumu asintió y se acostó allí. Hinata tenía las piernas heladas, y se abrazó a él, enredándolas con las suyas, buscando un calor que parecía imposible de recuperar. Atsumu parecía una estatua, sin mover un músculo. Hinata le dio una patada suave en un pie.

—Si no respiras morirás en cuatro minutos —susurró, con la cara apoyada en su clavícula. Atsumu tenía los ojos cerrados. 

—Vale —murmuró, moviéndose un poco para encontrar su espacio—. ¿Quieres hablar?

—Estoy cansado de hablar y hablar —deshizo el abrazo y se acercó a él hasta que no hubo distancia, hasta que su nariz y la de Atsumu estaban a un roce. Le miró a los ojos mucho rato, son castaños, directos, fáciles de leer. Soltó el aire, suave, sobre su boca, sin tocarla—. Atsumu-san.

—Qué —respiró él.

—¿Alguna vez te han rechazado?

Atsumu sonrió. Así, tan cerca, era aún más guapo. Hinata miró su nariz, sus cejas. Estiró una mano y tocó su oreja. Era fácil con él.

—No lo sé. Dímelo tú —dijo, mirándole los labios. Hinata abrió un poco la boca, dándole el permiso que estaba buscando. Atsumu rompió la distancia entre ellos y le dio un beso suave, solo uniendo sus labios—. ¿Estás sobrio?

—Sí.

Atsumu asintió y volvió a besarle.

—¿Seguro que sobrio?

—Que sí.

—¿Despechado?

—Si sigues por ahí vas mal —susurró Hinata, atrayéndolo hacia un beso más profundo. Atsumu se separó un poco.

—Tobio-kun es un gilipollas, no merece tu...

Hinata le calló deslizando su mano hasta encontrar la de Atsumu y entrelazando sus dedos con los de él. Después la dirigió hasta su propio cuerpo, entre sus piernas.

—Tú eres mi colocador, ¿verdad? —susurró. Atsumu le miraba, respirando rápido, sin hablar. Hinata acercó la boca a su oído y susurró—. Pues hazme volar.


Kageyama no durmió. Cogió el primer tren a Tokio y desde el vagón mandó un mensaje a Atsumu con la dirección de la casa de su madre. Dejó las llaves del garaje y de la moto bajo el felpudo.

Iría directo al apartamento, sabiendo que le esperaba la peor bronca de Yamagawa-san. Tenía tantas llamadas perdidas, tantos mensajes, que había decidido afrontarlo cara a cara y cumplir el castigo que tocase, y todo ¿para qué?

No he sido capaz de decir una puta palabra.

Kageyama no tenía ni idea de relaciones sentimentales, ni siquiera había visto Pretty Woman o Notting Hill o esas películas que le gustaban a su hermana y al idiota de Hinata. Tampoco estaba allí Aki para aconsejarle. Su abuelo se fue demasiado pronto como para enseñarle a no ser un estúpido en este terreno, y estaba claro que el aprendizaje amoroso no iba por buen camino.

En el tren Kageyama analizó la situación, haciendo un diagrama en su cuaderno de vóley, que con el paso de los años tenía demasiadas páginas dedicadas a Hinata.

1. A Hinata le gustan los chicos. Y las chicas, pero eso no me afecta porque no soy una chica.
2. Hinata me dijo que le esperase.
3. Yo creía que a lo mejor él me estaba esperando.
4. Cuando dijo "espérame" no quiso decir "espérame" sino otra cosa que no entiendo.
5. Hinata se acostó con Oikawa.
6. Hinata se acostó con un chico que vende helados.
7. Hinata se acostó con un chico que hacía algo con la lengua.
8. HInata se acostó con mucha más gente pero le dije que no quiero una lista.

Tal vez sí quiera la lista.

9. Hinata se acostó con Atsumu-san ???

Añadió unos interrogantes porque no había quedado muy claro. El audio de Oikawa parecía indicar que sí, pero Hinata no habló de eso. Kageyama tachó con rabia el nombre de Atsumu, porque podía asumir que Hinata cuando dijo espérame no quiso decir espérame, y que estaba solo en Río y se acostó con todo el hemisferio sur, pero ahora estaban en Japón.

"Atsumu debe pensar que me han asesinado".
¿Dormirían en la misma habitación?

Atsumu-san hacía el rápido más rápido que él, y tenía esa sonrisa pretenciosa y le llamaba mi rematador, y montaba en moto, ahora en la moto de su padre y todo eso le apretaba por dentro con una rabia ciega. Siguió escribiendo, respirando por la nariz.

10. Hinata se confesó conmigo y me dijo una poesía bonita y algo de mis ojos que no entendí bien
11. Yo le dije gracias
12. No sabía qué decir porque estaba feliz pero también enfadado
13. Hinata se fue corriendo

Se tapó la cara con las manos y cerró el cuaderno de vóley. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Qué se hace en estos casos? Hinata era su mejor amigo. Pero ahora se había confesado. También había roto su promesa, aunque al parecer no hubo nunca una promesa y él entendió mal.

Por otro lado, ni siquiera estaba seguro de qué entendió entonces. Fue una esperanza. Mantuvo esa esperanza, mantuvo una promesa y al final no había promesa, pero sí otra cosa.

No entiendo una puta mierda.
Kageyama estaba confuso.

¿Eso es que le gusto? ¿Que le gustaba antes? ¿Que le sigo gustando ahora?
¿Que quiere salir conmigo? ¿O quiere sexo, como con esos otros chicos?

Kageyama nunca había salido con nadie, ni tampoco había tenido sexo, pero por suerte en el 2018 existía Internet y también Aki. Ambos podían solucionar sus dudas. No podía ser tan complicado, y bueno, era Hinata.

Tal vez debería haberle besado. Tal vez debería haber hecho algo más que decir gracias.
Pero tampoco le rechazó, así que Hinata estaría esperando su respuesta.

O a lo mejor está esperando como espera él, y está...

Solo pensarlo le daban ganas de morirse.

Oikawa.
Atsumu.
Oikawa.
Atsumu.

Se pasó la otra mitad del viaje espiando sus Instagram como un poseso. Esto no está bien, pensaba, sólo una foto más, y otra imagen de Oikawa haciendo la señal de la victoria frente a cualquier monumento natural o artificial. Las fotos de Atsumu-san eran peores, porque todas eran o de los chacales haciendo el idiota, incluyendo a Hinata, o de sí mismo en el espejo, siempre sin camiseta, mostrando abdominales, o brazos, o todo al mismo tiempo.

Y este imbécil tiene la moto de mi padre.

Ahora entendía a Yamagawa-san. "El amor es una estupidez, te romperán el corazón y empeorarás en el vóley. ¿Crees que te pierdes algo? Las parejas exigen dedicación, el tiempo que pases haciendo el tonto de paseo o cenando por ahí o en un cine, es tiempo que le robará al vóley".

Abrió el Line y observó el mensaje que le había mandado a Hinata en cuanto salió por la puerta de la casa de Miwa, y que seguía marcándose como no leído.

Kageyama. 07.20.
Yo también

Lo que fuese que Hinata sintiese, yo también. Ni siquiera esperaba que lo entendiese, porque él mismo no entendía nada de sus sentimientos.

Llegó a Tokio sin valor para llamar a su entrenador, giró la llave y entró en el apartamento. Fichó pasando la tarjeta por el lector, y en cuanto lo hizo vio las cajas de cartón en la entrada.

Muchas cajas, apiladas en filas y vacías, las mismas que Yamagawa les suministró para que trajesen sus enseres cuando se mudaron. Era evidente. Había una mudanza en proceso, una que implicaba abandonar el piso.

Leyó la nota sobre la caja más cercana, con la letra de Yamagawa-san.
"No estás a la altura. Te quiero fuera del apartamento antes de una semana. Tu habitación la ocupará Miya Atsumu".

Kageyama se quedó mudo.
Mi mudanza.
Estas cajas son para mí.

Apoyó la mano en la pared, sintiendo todo dar vueltas. Sabía perfectamente lo que significaba perder el favor de Yamagawa.

Joder, me ha echado. Perderé la titularidad en la Selección. Pasaré a ser suplente, o no convocado.

Estoy fuera.
Fuera.
Fuera.

Hinata se metió otra cucharada de cereales en la boca antes de haber terminado la anterior, se atragantó y acabó escupiendo todo en su propia taza.

—Dios —murmuró Sakusa, cogiendo su bandeja y sentándose lo más alejado posible en la mesa del restaurante del hotel, al lado de Atsumu.

—Hinata, ¿no deberías comer algo de proteína? Ese menú tuyo es terrible —preguntó Meian, señalando el expositor del desayuno estilo buffet. Hinata todavía se recuperaba de su tos asesina mientras negaba con la cabeza.

—Es que esto para mí es el desayuno —aclaró, señalando su taza de leche con cacao, ahora llena de cereales aplastados—. Voy a comer un montón para activarme y luego ya directamente paso a la cena, que incluirá todos los nutrientes que no tomé a mediodía, en plan una súper cena llena de súper alimentos.

Meian frunció el ceño, en clara oposición.

—¡Me gusta! ¡Yo también, voy a pedir que me pongan leche con galletas! —gritó Bokuto, levantándose de golpe. Inunaki le tiró de la camiseta, obligándole a sentarse.

—Kōtarō-kun, tú ya desayunaste hace cinco horas.

—Pero quiero cenar súper alimentos —lloriqueó Bokuto.

—Y yo volver a la cama a dormir la resaca —dijo Inunaki, bostezando como un oso mientras seguía reteniendo a Bokuto por la camiseta.

—Y yo la eutanasia —murmuró Sakusa.

—¿Y a ti qué te pasó anoche? —preguntó Thomas, señalando a Atsumu, que comía en silencio un plato gigantesco de coliflor con patatas. Thomas y Oriver la noche anterior se habían ido directos al hotel, donde se alojaban con sus parejas.

—¿A mí? —preguntó Atsumu, mirándole con las cejas levantadas—. Nada, ¿qué va a pasarme?

—Esás sospechosamente en silencio —dijo Thomas, frunciendo el ceño.

—¿No te habrás gastado la pasta de ayer, no? —se quejó Inunaki. Atsumu puso los ojos en blanco.

—Meian-san la requisó, pregúntaselo a él.

—Ese dinero no es vuestro, se lo entregaré a los Adlers. ¿Cuántas veces os tengo que decir que está prohibido apostar dinero en los bares? ¿Qué sois, piratas?

Hinata pensó que tal vez le iría mejor en la vida siendo un Jack Sparrow, sin remordimientos de conciencia y tal vez perdido en una isla desierta donde no pudiese cagarla constantemente.

—Oye, Miya, ¿te has mirado al espejo esta mañana? —dijo Thomas con una sonrisa malvada, tocándose su propio cuello. Atsumu se llevó la mano a la mandíbula y arrastró los dedos hacia abajo hasta tocar el morado, del tamaño de un yen—. ¿Quién es la pobre diabla? O el diablo...

Hinata se atragantó otra vez con los cereales.

—¡Por eso te fuiste tan pronto, capullo! ¡Confiesa! —gritó Inunaki, lanzándole una miga de pan.

—Eso, eso —rió Thomas, golpeando la mesa con los dedos como si fuese un tambor—. Vamos, danos una pista. ¿Chico o chica?

Meian suspiró.

—Qué dijimos de la privacidad, no presionéis a vuestro...

—¡Tsum-Tsum, me ocultas cosas! ¡Ya me pareció raro no oír la llave de tu puerta hasta las cuatro de la mañana! —exclamó Bokuto—. ¡No es justo, tú sabes hasta cuánto le mide a Akaashi!

—Joder, por Dios —Kiyoomi se tapó la cara con las manos. 

—¡Te estás haciendo el interesante! ¿No sería una palomita blanca, no? —gritó Inunaki, lanzando otro trocito de pan—. ¡No te habrás acostado con Sokolov! ¡Te corto el pene y lo lanzo al mar!

La gente de las mesas cercanas empezaba a cambiar de lugar. Hinata tenía resaca y le dolía todo el cuerpo y sólo podía seguir comiendo cereales hasta morir por sobredosis de chocolate con leche.

—Tú te drogas —rió Atsumu, sacudiendo la cabeza, encantado de la atención que estaba recibiendo.

—¡Confiesa! —otra miga de Inunaki.

—¡Tsum-Tsum, dinos quién fue! ¡Estuvisteis haciéndolo hasta las siete, que oí la puerta abrirse! ¡Eso es demasiado!

—Bokuto, cállate —advirtió Atsumu, señalándole con el dedo. Hinata buscaba su mirada, pero Atsumu le evitaba todo el tiempo.

—¡Tsum-Tsum, merezco saber la verdad! —Bokuto le lanzó media barra de pan, Atsumu se agachó e impactó contra la cara de Sakusa, que se levantó de golpe, sonrojado del enfado—. Mierda, ¡Omi-kun, no te vi!

—Omi —dijo Atsumu, levantándose detrás y llevando los dedos hasta su frente, apartando un rizo a la altura donde impactó el pan—. ¿Te ha hecho daño?

—No me toques —Atsumu mantuvo la mano y Omi le apartó con tanta fuerza que le desplazó hacia atrás—.
Que no me toques o te mato.

—Calma, calma, por favor —suplicó Meian. Sakusa se alejó hacia la zona de los cafés—. Kiyoomi, por favor, vuelve a tu sitio.

—Voy a por un té, ¿puedo, o tengo que aguantar a esta banda de anormales?

—¡Oye, Omi, no desprecies! —gritó Bokuto. Atsumu le lanzó la barra de pan de vuelta, dándole en la frente.

—El que vuelva a lanzar algo se come mi puño —rugió Meian, dando un golpe en la mesa.

—Viene Foster, alerta, alerta —dijo Thomas, en un susurro de miedo. Meian se giró hacia la puerta y luego les volvió a mirar a todos.

—Fingid que sois adultos —dijo, desesperado, rodeado de trozos de pan, Bokuto lloriqueando con la mano en la frente, Thomas e Inunaki gritando nombres de posibles amantes de Atsumu y jugándose dinero—. Todos, vamos, voy a asesinaros, os lo juro, voy a pedir el cambio a un puto equipo sueco para no veros nunca más. Mierda, tengo una llamada de Tokio. ¡Comportaos!

Lo gritó en un susurro, mientras los chacales cambiaban el gesto colectivo a uno de alegría y ausencia de resaca.

Whats up, guys?

Foster apareció con su bandeja y con una sonrisa, preguntando “¿qué pasa, chicos?” y todos forzaron una sonrisa inocente, porque delante de Foster los chacales eran animales domésticos, perritos que se sientan y se tumban cuando el dueño lo ordena.

Hinata se acabó su cuarto tazón de cereales y tras responder un par de comentarios agradables a Foster, se levantó y fue hacia la zona de desayuno... A por más cereales. Muerte por cereales. Mientras pudiese comer hasta el empacho no tendría que pensar en el teléfono móvil, donde había una notificación sin abrir de Kageyama.

Me has rechazado, pues déjame pasar mi duelo tranquilamente, pedazo de idiota.

—Shou-kun —La voz de Atsumu le taladró, y se sirvió otra cucharada más de cereales del tamaño suficiente como para alimentar a una familia numerosa—. ¿Estás bien?

Mmm —contestó; llevaba la cuchara metida en la boca, era su forma de decir .

—Yo, joder, tío. Lo de esta mañana fue...

Hinata se sacó la cuchara de la boca y la puso sobre su cuello, en el chupón.

—¿No podías haberlo tapado?

—No lo vi —se quejó Atsumu, subiéndose la cremallera de la chaqueta hasta las orejas—. ¿Qué pasa?

Hinata quería preguntarle qué te pasa a ti, con quién estabas acostándote antes de las siete. No es que fuese de su incumbencia, pero tampoco es que le pareciese una idea fabulosa compartir babas con cualquier desconocido aleatorio.

Detrás de Atsumu apareció Meian.

—Acabad pronto, nos volvemos todos en el bus. Yamagawa-san ha mandado una nota. Tengo que decírselo a Foster, joder, me va a cortar los huevos por vuestra culpa.

—¿Qué? ¿Pero qué pasa? ¡Estamos de días libres! —se quejó Atsumu. Hinata asintió. No estaba preparado para volver a la vida normal, no con toda su realidad del revés, con un Kageyama que le había rechazado por mensaje seguramente con algo así como idiota, no saldría contigo ni en un millón de años, y con un compañero de equipo con el que acababa de traspasar todas las líneas rojas.

Qué pasa conmigo, estoy tonto o qué.

—¿Te han chafado los planes, Miya? —preguntó Omi, pasando a su lado, con la mascarilla subida y un té en la mano. Atsumu frunció el ceño.

—Tengo que ir a casa de Tobio-kun a por la moto.

—Tú te vas a Tokio con Bokuto —dijo Meian—. Yamagawa-san ha pedido pruebas de alcohol y drogas para todos los que estabais ayer en el bar después del partido. Parece que las redes sociales ardieron. Los directivos del MSBY quieren hacerlas también al resto, para que parezcamos gente seria. La Selección ha anunciado sanciones a los que den valores positivos.

—Es bastante absurdo —dijo Kiyoomi—. Las pruebas de alcoholemia ya no darán positivo, y ninguno de nosotros consume drogas.

—Da igual, esos dos tienen que ir a Tokio.

—¿Pero qué mierda es esa? —gruñó Atsumu, frunciendo el ceño—. ¿Hay alguna norma que prohíba salir después de un partido?

—De hecho sí —dijo Hinata—. Kageyama e Igarashi tienen unas normas súper estrictas, creo que sólo es para ellos pero seguro que la Selección también tiene algunas.

—¡Pero tengo que coger la moto!

—Ya te dije que queda anulada la apuesta esa estúpida que hicisteis —le dijo Meian, agitando la cabeza—. Céntrate, Atsumu. Si das positivo Yamagawa-san quitará sus ojos de ti, y el uno de enero sale la lista con los convocados para la Liga de las Naciones de primavera. ¿No quieres darle el mordisco a Kageyama?

—Por supuesto que quiero, pero esto es distinto, capitán. Es algo personal entre Tobio y yo, él me ha dado su dirección para que vaya a buscar la moto, y ese modelo es mi favorito de todos los tiempos. Gané justamente, él lo sabe.

—No voy a dejar que vayas a la casa de la familia Kageyama a llevarte la moto de su padre. Es mi última palabra. Voy a por los demás, acabad eso y al autobús.

—Mierda, puta represión —gruñó Atsumu, apretando los puños—. Somos jugadores de vóley, no hijos del emperador, ¿a quién le importa lo que hago en mis horas libres? Mientras sea productivo en el juego. Dios, necesito esa moto, la gané, no voy a ceder delante de Tobio, no voy a...

—Miya, el padre de Kageyama murió el año pasado —le cortó Kiyoomi—. Supongo que no lo sabías, porque hasta un egocéntrico como tú puede tener un poco de consideración.

Hinata soltó el tazón de cereales, que se rompió contra el suelo.

Notas.

En este capítulo han pasado bastantes cosas. Iba a dividirlo pero aquí va, tocho de 6500 palabras yo que dije que los subiría de 3500-4000.

Lo he corregido con un poco de fiebre post-vacuna, espero no haber dejado pasar muchas faltas o dedazos.
¡Perdonadme!

המשך קריאה

You'll Also Like

2.3M 119K 65
↳ ❝ [ INSANITY ] ❞ ━ yandere alastor x fem! reader ┕ 𝐈𝐧 𝐰𝐡𝐢𝐜𝐡, (y/n) dies and for some strange reason, reincarnates as a ...
148K 8.2K 43
╰┈➤ *⋆❝ 𝐲𝐨𝐮 𝐭𝐡𝐢𝐧𝐤 𝐢'𝐝 𝐩𝐚𝐬𝐬 𝐮𝐩 𝐚 𝐟𝐫𝐞𝐞 𝐭𝐫𝐢𝐩 𝐭𝐨 𝐢𝐭𝐚𝐥𝐲? 𝐢 𝐥𝐢𝐭𝐞𝐫𝐚𝐥𝐥𝐲 𝐤𝐞𝐞𝐩 𝐦𝐲 𝐩𝐚𝐬𝐬𝐩𝐨𝐫𝐭 𝐢𝐧 𝐦𝐲 �...
385K 11.7K 91
Theresa Murphy, singer-songwriter and rising film star, best friends with Conan Gray and Olivia Rodrigo. Charles Leclerc, Formula 1 driver for Ferrar...
337K 13.1K 43
ဤ Fic သည် အရမ်းရိုင်းစိုင်းသော အသုံးအနှုန်းတွေကိုသာသုံးထားသော Big Warning 🚨18+ Fic တပုဒ်ဖြစ်သည် ။