Medicine

By evabetancortg

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Después de tantas mentiras, es hora de contar la verdad aunque con ello le cueste vida. A cada paso suyo es u... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45

Capítulo 39

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By evabetancortg

- Ha llegado a mis manos un poquito de tu arsénico ¿Sabes porqué?

- Directa al grano eh -Muestra una torcida sonrisa mientras se detiene a una distancia prudencial-. Sabía que vendrías tarde o temprano. Ni siquiera me contarás cómo es que saliste de aquí tú y Harry.

- ¿Vas a hablar o tendré que entrar a rajarte la lengua, Tomlinson?

- Esta bien -Tensa la mandíbula y sus hombros-. Si es cierto que últimamente la he vendido poco y tengo los clientes contados pero yo no sé para qué la utilizan después.

- Quiero una lista de los clientes.

- No puedo hacer eso...

- Claro que puedes, no tienes otra opción -Saco las llaves del bolsillo de la bata y las meneo frente a su cara.

Impulsa las manos en el aire para que le de un momento, se aleja en la oscuridad y tarda un minuto en volver a aparecer con un pequeño trozo de papel doblado. Extiende su brazo tembloroso sin sacarlo de los barrotes, lo agarro con fuerza y lo escondo en mis pantalones.

- Siempre es un placer hacer negocios contigo.

- Atenea -Dice antes de que pueda emprender la marcha-. Sácame de aquí, te lo pido.

- ¿Porqué debería? Te sienta muy bien el metal podrido.

- Están haciendo experimentos con nosotros, el otro día se llevaron a Poh y... No sabemos nada de él.

- Este lugar dejó de ser mi problema hace mucho tiempo.

- Si no lo haces por mí, hazlo por Harry, él seguro lo haría.

- ¿Ves que esté aquí? -Enarco una ceja-. No, porque es un cobarde, si tuviera que regresar al pasado lo dejaría pudrirse en la celda del violador pederasta.

- Por favor... Por Wilde.

Me quedo mirándole en seco, intensamente, su cara de lástima, de tristeza y pena que unas lágrimas adornan por sus mejillas. Por Liam, por Wilde o porque este lugar merece arder pero al final cedo, cedo como una estupida manipulable. El cerrojo se abre a la primera, Louis no sale de inmediato sino cuando tomo camino y le separa de mí unos quince pasos. Al pasar la primera puerta abierta el enfermero se ha vuelto a dormir, le hago un movimiento a Louis para que se de prisa y me toma la delantera, después sale a la sala principal donde encuentra el mejunje de sangre y carne que dejé anteriormente.

- Veo que sigues siendo igual de discreta -Dice sarcásticamente.

- Da gracias porque no has acabado igual.

La única forma de salir sin ser vistos es por arriba, la terraza y después saltar un espacio en vacío hasta el muro que nos separa de la libertad. Subo las escaleras, izquierda, escaleras, derecha, escaleras, izquierda, izquierda y puerta cerrada. Louis fuerza la cerradura pero termina optando por romper el cristal que le ha dañado la mano y ha producido un escándalo en eco por todo el lugar. Paso una pierna sin cortarme, el cuerpo y luego la otra, Tomlinson da un brinco y consigue salir inmune. De repente se ha puesto a llover y el viento azota con fuerza, puede ser un problema a la hora de saltar.

- Se que tu plan es saltar hasta el muro, pero nadie ha salido vivo de una caída así.

- El plan, es no caerse -Mascullo.

La lluvia moja mi cara casi nublándome la visión, sacudo la cabeza dejando algunas gotas apartadas y camino hacia atrás calculando la velocidad, la fuerza de mis piernas, la longitud y los segundos que necesito para agarrarme al otro extremo antes de resbalarme. Louis me mira atónito pero también observador, después tendrá que hacerlo él. La luz blanca de seguridad pasa por encima de nosotros cegándonos y menos de un segundo todas las alarmas se han encendido, las puertas se han cerrado y reforzado, los guardias corren hacia el detector, la luz ahora es roja y llena todo el perímetro, el pitido de la sirena es apenas soportable tan de cerca.

- No tenemos tiempo, hay que saltar ahora.

- Pero...

- ¡Ahora!

Comienzo a moverme a una velocidad imparable como si no hubiera un final, un límite al que llegar, solo continuar. Siento el borde y me refuerzo en ellos para coger impulso, de pronto bajo mis pies no hay nada, aire y la sensación de vértigo cuando mi cuerpo comienza a bajar muy lentamente luchando entre la fuerza de aceleración y la gravedad. Veo el muro y antes de chocar me agarro a los bordes con apenas tres dedos, mi mano tiembla, ha sido un mal apoyo. Miro hacia abajo, los guardias todavía están entrando pero algunos tienen armas y si monto escándalo me dispararán como a un pájaro en un nido. Aprieto los dientes intentando subir, solo unos centímetros más, pero mis dedos no pueden con todo mi peso y si me suelto, se acabó.

Louis por otra parte no está, no se encuentra en la terraza y tampoco a mis costados, en el suelo no hay mancha de nada y los guardias siguen la trayectoria de seguridad.

Me resbalo... Me resbalo...

Dos dedos, dos malditos dedos están sosteniendo mi cuerpo entre el muro y una caída mortal.
Apenas el segundo dedo se agarra con la uña, cuanto más me cuesta más tiemblo y cuanto más tiemblo más se mueve mi cuerpo y más fácil caeré.

Un dedo, ¡No pienso morir en este lugar, me niego! Apoyo mi pie en el muro intentando propulsarme, solo un intento, si consigo saltar lo suficiente podré encajar el codo y con ello subir.

1... 2... 3.

Salto, siento que salto muchísimo pero cuando llego a lo más alto apenas he conseguido ver por arriba del muro y mi cuerpo coge un trayectoria diferente, una caída de espaldas.

Cuando mi cuerpo comienza a descender una fuerte mano atrapa la mía en el aire, sujetando todo mi cuerpo con ella, yo volando en el aire y lo único que me separa de la muerte es esa mano. Louis. Tira de mí con fuerza, tanta que al tocar la superficie caigo de espaldas y él encima de mí.

Pero cuando abro los ojos y la lluvia no impacta contra ellos me doy cuenta de que no es Louis, sino Harry jadeando sobre mí, con el pelo totalmente mojado caído a mechones y los brazos tensos a cada lado.

- ¿Cómo...?

- ¡Se te ha ido la puta cabeza, Atenea! ¡Has estado a punto de morir joder! ¿Qué coño hubieras hecho si no llego a tiempo?

- Yo...

- ¡Todo por unos datos de mierda! ¡Eres más lista que todo esto! ¿Es que acaso quieres morir? ¡Joder! -Impacta un puñetazo de descarga al lado de mi cabeza, jadea con más fuerza.

- Tenemos que...

- Pensé que comenzabas a confiar en mí -Alza la vista acuosa chocando con mi mirada, ira, decepción, dolor.

- No puedo...

- No puedes -Suelta una sonrisa amarga-. Nunca puedes. Atenea Coeh, no sé que coño tienes en la cabeza, pero está claro que sea lo que sea que sentía por ti se ha acabado -Se levanta lentamente arrodillándose para coger aire fresco-. No pienso luchar más, si quieres morir, adelante, se acabó.

Me quedo en silencio mirando sus movimientos, como se levanta para comenzar a bajar el muro ignorándome, le sigo pero sin ser evidente y observándole de reojo. Ha venido, ha llegado antes de tiempo, la nota no ha colado y seguramente que James tampoco se lo ha tragado, ¿Sabía por dónde saldría? La cuestión... Es que ha venido, por mí.

Puede que fuera descabellado venir por un trozo de papel con cuatro nombres, pude enviar a alguien a hacerlo pero tampoco ha sido tan difícil hasta el último momento. Louis ahora es libre, por una parte cierto lado de mí se siente satisfecho con ello y solo por ello ha merecido la pena venir. Aunque no pueda rescatar a todos los Wilde del psiquiátrico, al menos uno ha podido.

Caigo en el césped húmedo, Harry camina decidido hacia un coche con los faros encendidos, tiene los hombros tensos y las piernas fuertes, está totalmente enfadado pero ya se le pasará, se olvidará y algún día sus sentimientos y los días en los que insistió en un futuro juntos terminaran siendo las anécdotas graciosas de las cenas de equipo.

Comienzo a caminar, por primera vez he salido ilesa, ni un rasguño quitando las manos doloridas de la fuerza y tensión. En el coche conduce James, por eso no me ha dejado abandonada en medio de la hierba, si fuera por el moreno seguro arrancaría antes de que pudiera entrar.

- Me alegra verte de nuevo, Panthera Onca -Muestra una sonrisa a través del retrovisor.

- ¿Estás bien?

- Eso debería preguntártelo yo a ti ¿No crees?

- No -Suspiro y me recuesto en el sofá-. He liberado a un prisionero.

- ¿Qué? -Harry se gira drásticamente en otro grito-. ¿A qué demente has soltado?

- Louis Tomlinson -Cierro los ojos con calma-. Han matado a su amigo Poh, no le queda nadie ahí dentro y la doctora está volviendo a hacer experimentos como con Wilde.

Al escuchar este nombre noto que Harry se consume en rabia y aprieta la mandíbula en silencio cuando se gira. La carretera me parece un paraíso visto desde la ventana, ¿Qué hubiera pasado si Harry no estuviera allí? ¿Esto se siente cuando la única persona que te ha importado al menos un poco se aleja de ti? Vacío, anhelo, sueño. Miro su perfil, sigue tenso pero es como de marfil pulido, una garganta perfecta y bien definida, un cuello esbelto y elegante, unos rizos que parecen amoldarse al gusto de su mano, una boca rosa, delineada y una jodidamente tentación que odio cada vez que me habla muy de cerca.

La ciudad está más callada que de costumbre como si todos los ciudadanos supieran que han allanado el psiquiátrico y algún loco puede andar suelto. Me despido de los chicos, James ha decidido no quedarse y llevará a Harry a su casa que para mi poco interés, no sé dónde es. Subo las escaleras dándome cuenta de que estoy cansada y dolorida, que apesto a humedad y tierra. Al llegar arriba con un quejido apenas audible me apoyo en el último escalón cobrando vida hasta llegar a la puerta de mi apartamento, un sonido me indica que está abierta, pero no la mía.

- ¿Que tal la fiesta de disfraces? -Dirijo la mirada a la puerta de Edward, está en pijama con unas gafas de vista y un vino blanco en la mano mientras se apoya en el marco de brazos cruzados sobre su pecho-. Parece que te lo has pasado locamente.

- Locamente -Repito con una risa amarga haciéndolo sonar más estupido de lo que ha sido.

- ¿Algún ligue del que preocuparse?

- No se si te puedo considerar ligue pero en todo el día eres el único que me ha irritado lo suficiente -Le dedico una sonrisa sarcástica y me la devuelve pero es una sonrisa verdadera, divertida, frunzo el ceño-. ¿Me estabas esperando detrás de la puerta o qué?

- Oh si, me paso todo el día en la mirilla para poder hablarte cuando estés fuera -Dice con irónico, rueda los ojos y resopla-. La verdad es que no eres una vecina precisamente silenciosa.

- Vaya, pues lo siento si parece que mis ruidos te invitan a una charla de pasillo.

- Está bien, te perdono -Me guiña un ojo mientras da un corto sorbo a su copa-. ¿Quieres un trago o has bebido demasiado en esa fiesta?

Apoyo la frente en mi puerta tan fuerte que me ha dolido pero solo suspiro mientras cierro los ojos ¿Es que no se va a callar? Pero no tengo nada que hacer, ha sido un día horrible, un plan horrible, una idea horrible, ¿Qué más puede pasar por aceptar una invitación horrible?

- ¿Tienes vino cava?

- Pues estás de suerte, tengo una botella a medias en la despensa, será toda tuya.

Me giro aún apoyándome en la puerta, le trasmito una sonrisa demasiado sincera, demasiado agotada física y psicológicamente. De pronto mi cuerpo tiembla, me encojo de hombros y siento como me derrumbo, las lágrimas brotan de mis ojos tan rápido como Edward se posiciona a mi lado rodeándome por los hombros mientras sollozo tanto que siento mi cuerpo moverse con fuerza. Huele a rosas, a comida navideña, a vino, una mezcla de olores inmensamente potentes y deliciosos.

- Si estás cansada podemos beberlo en tu apartamento, te duchas y lo preparo todo.

Asiento, él toma la iniciativa de coger las llaves y abrir la puerta, algo tan sencillo que me ha llevado minutos. El lugar huele a suciedad, vomito y la colonia de hombre mayor que tanto le gusta a James.

- ¿No se te ha ocurrido ventilar el salón cuando tu amigo se ha ido?

- ¿Cómo sabes que se ha ido?

- El chico ese de rulos salió de tu casa dando gritos así que me asomé pero era tu amigo el que le estaba siguiendo escaleras abajo. Y cuando he vuelto a escuchar vida en la escalera eras tú.

- Lo siento, lo recogeré todo.

Mis piernas flaquean tanto que Edward me sostiene por el abdomen antes de que pueda caer ¿Que mierda le pasa a mi cuerpo?

- No hace falta, date un ducha y yo me encargaré del resto.

Sin nada más que objetar entro al cuarto de baño, el único lugar que no huele a pocilga. Liam tiene un paraíso de agua aquí, una ducha de azulejos negros tan ancha como la habitación y una bañera al lado reforzada con cuatro patas de mármol. Necesito un baño, hundirme en agua ardiendo y quitarme toda la mugre que llevo dentro. El agua caliente suelta vapor, me adentro lentamente sintiendo que mi piel reacciona con gusto y me recuesto con los ojos cerrados.

No se cuánto tiempo llevo así hasta que tocan la puerta y me altero pero la voz de Edward me relaja nuevamente.

- ¿Estás bien?

- S...Si, mierda, ¡Me quedé dormida!

Una dulce risa se oye al otro lado, salgo y me enrollo en una toalla lo suficiente grande para tapar lo necesario pero no traje ropa. Salgo sintiendo el frío impactar en las zonas descubiertas, me deslizo lateralmente hasta el dormitorio y consigo ponerme la ropa interior y el pijama. Antes de poder salir Edward entra a la habitación con dos copas llenas, las deja en una mesa de noche y vuelve con un plato de patatas fritas.

- He recogido el salón y echado lejía al suelo, pensé que quizás querías estar mejor en la cama ya que aquí tienes televisión también.

Me siento en un lado, me pasa una copa y le doy un sorbo, delicioso. Devoro una patata y siento cómo un gemido de placer sale por mi garganta ¿Cuánto llevo sin comer?

- Entonces -Carraspea sentándose al otro lado con cuidado-. ¿Ya merezco saber tu nombre?

- Es curioso que yo sepa el tuyo.

- Eso mismo digo yo -Sonríe ampliamente.

- Saber tu nombre me da ventaja, es como tener un arma en tu contra -Le miro divertida.

- Si supieras mi apellido...

- Edward Mickelson -Sonrío ferozmente-. ¿Ves? Un arma.

Se queda de piedra unos segundos hasta que reacciona y vuelve a sonreír ¿No le duele?

- ¿Entonces? -Alzo una ceja en su dirección.

- Atenea, Atenea Coeh.

- La diosa de la guerra, la sabiduría y las estrategias de combate.

- No sabía que te interesara la mitología griega.

- Puede que seas la reencarnación de la mismísima diosa -Se recuesta divertido en un cojín-. ¿No te lo parece?

- Pues siento decirte que tu nombre y apellido son de un jugador de beisbol retirado -Me río entre dientes.

- A mis padres les gustaba mucho -Se una a la risa.

Entonces así se siente, ser normal, rodearse de personas normales, así es. Un poco de vino, unas patatas, un hogar y alguien con quien hablar al llegar a casa, alguien con quien reír y olvidarte de todo lo que sucede fuera. El mundo se detiene, los coches paran, las personas enmudecen pero nosotros reímos, bebemos y vivimos.

- ¿Tu amigo... Está bien?

- Si, bueno... Su familia ha fallecido -No del todo mentira-. Ha venido buscando un apoyo.

- ¿Y el otro? Parece tener algunos problemas de ira.

- Él... Él no es mi amigo -Carraspeo-. Es un... Compañero de trabajo.

- Ah... -Mira un punto fijo-. Por cómo actuaba hubiera jurado que era tu novio y todas las veces que lo he visto aquí.

- ¿Todas las veces? -Frunzo el ceño mirándole.

- Si, todas esas noches que se ha quedado, le he visto entrar con llave propia.

- Edward... -Hace un sonido de asentimiento-. ¿Estás seguro de que lo has visto en mi apartamento?

- Si, salgo a correr a las siete y él siempre sale a esa hora, llego del trabajo a la una de la mañana y es cuando entra -Me mira y ve que mi expresión es entre confusión y miedo, terror-. No me digas que...

¿Para qué ha entrado tantas veces él a mi casa? ¿Cómo no me he dado cuenta? Podía haberme matado mientras dormía ¿Me ha drogado?

- Él jamás se ha quedado aquí, Edward.

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