I Belong Where You Belong | T...

By LucasMLG

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Tsukishima debió haber limpiado mejor el cristal de sus gafas al bajarse del ascensor, porque esa persona lle... More

∆Importante∆
...
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
VIII (segunda parte)
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XVI
XVII
XVIII
XIX
Epílogo
Capítulo especial: Akaashi keiji.
∆ NUEVA PORTADA ∆

XV

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By LucasMLG

Disfrutad del capítulo y perdonad las faltas de ortografía/erratas. Siento mucho publicarlo sin corregirlo primero... pero no tengo nada de tiempo últimamente 💖

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Es algo tan absurdo que realmente no quería malgastar su tiempo en pensarlo, pero nadie se iba a despedir de él. Kuroo y Bokuto se fueron el día anterior y él no ha vuelto a ver a Tsukishima desde que le dijo la noche anterior que se fuera de su casa. Ninguno de los dos cenó si quiera y, de ahí en adelante, en la casa no se escuchó absolutamente ningún indicio de que alguno se encontrara en ella. Tsukishima estuvo en su cuarto, pensando; Yamaguchi en el de invitados, abriendo su maleta y guardando todas sus pertenencias (las pocas que llevaba) con un nudo en la garganta.

Volver después de tanto tiempo tenía que despertar ansias, nervios, entusiasmo, pero jamás una vuelta a casa se había sentido tan triste para Yamaguchi como aquella.

"Creo que va siendo hora de que vuelvas a Miyagi".

Ni había pedido explicaciones ni el rubio había dicho nada más para intentar justificar sus palabras. Tadashi se había dado completamente por vencido después de escuchar su nombre en ese tono. En ese momento era un huracán de preguntas que no iban a tener respuesta. No era la primera vez que ocurría, pero al menos intentaría que fuera la última. Volvería a Miyagi a terminar su temporada en Japón y después regresaría a Corea con Terushima. En el fondo quería convencerse de que no sonaba tan mal, pero lo cierto es que le dejaba igual de frío. Era imposible engañar a sus sentimientos, sobre todo cuando llevaba cargando con algunos de ellos casi una vida entera.

Muy en el fondo le hubiera gustado intentar entender el porqué de la actitud tan tosca del mayor en el último momento, pero ni siquiera era el momento para ello. Después de leer los mensajes que Terushima le había mandado mientras él dormía no hubo más sitio en su cabeza para tantas preocupaciones. Durante la madrugada ni siquiera pudo pegar ojo pensando en cómo se presentaría delante de Hinata y los demás.

Por todo ello es que lo segundo que hizo al terminar de organizar sus pertenencias durante la mañana, fue llamarle.

--Terushima nos dijo que no sabía qué podrías estar haciendo en Tokio, aunque ya me hago una idea.

--A mí me dijo que estabas lesionado y que parecía bastante serio.

--Bueno, al menos parece que no soy el único que ha estado escondiéndole cosas a sus amigos.

Ninguno de los dos le echaba nada en cara, aunque Yamaguchi notó que sus voces sonaban igual de apagadas. Kageyama y Hinata le recogerán en la estación en cuanto llegara, pero verlos de nuevo después de tanto, no iba a conseguir mejorar su aspecto, que denotaba que acaba de pasar la peor noche de su vida y que algo ha ocurrido.

El único tiempo que pasó fuera de la habitación durante sus últimas horas en esa casa, fue el que utilizó en cepillarse los dientes por la mañana y recogerse el pelo con una pequeña coleta. Tampoco había tenido muchas fuerzas para peinarse. Le sorprendieron la mecanización de sus actos, como si ya hubiera estado planeando una y otra vez ese recorrido que hace para borrar sus huellas de la casa del mayor. Muy en el fondo sabe que estaba preparado para irse en cualquier momento y ese hecho ya no puede entristecerle más

El momento en el que duda es en el rellano, donde muerde su labio girando instintivamente la cabeza y dejando congelada en el aire la mano que se dirigía a abrir la puerta. Era inútil. Nadie se iba a despedir de él. Detrás suya solo quedaba una estancia ensombrecida a pesar de la luz que se filtra por los ventanales y un pasillo del que no aparecería nadie. Tsukishima no se va a arrepentir en el último minuto, ni correrá hasta donde se encuentra para decirle que se quede. Eso solo ocurre en las películas y Tadashi sabe mejor que nadie que su vida es de todo menos una.

Abrir la puerta es sellar su ida, dejar paso a un nuevo final en su historia que a la vez es otro comienzo. Otro comienzo más. Con lo mucho que los odia y lo cansado que los enfrenta siempre.

Y delante suya, como era obvio, un largo pasillo.

Afianzando el agarre de su maleta cierra la puerta a sus espaldas, andando decidido hasta el ascensor. La primera vez que llegó le pareció una distancia mucho más larga, pero ahora solo le bastan un par de pasos para estar pulsando el botón. Seguir adelante siempre ha sido algo que se la ha dado bien; lo difícil es dejar de arrastrar a sus espaldas el pasado. Y el pasillo gris (como un camino hacia las puertas de un mundo paralelo en el que ha visto sumergido esas últimas semanas) se queda atrás mientras él avanza, como siempre, un poco más rápido de lo que debería pero menos completo a esas alturas. Como un intento de consolación se dice que todavía le quedaban un par de horas de viaje una vez que llegara a la estación en las que podría ordenar sus pensamientos.

Durante el trayecto en tren de vuelta a Miyagi se prohíbe soltar una sola lágrima.

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Si Tsukishima cede, aunque sea un poco, estará perdido, así que opta por clavar las uñas en el suelo notando como se le cuela la tierra debajo de las mismas. El ardor de sus yemas y el rastro rojizo que ha ido dejando en el suelo le confirman que sus esfuerzos por no ser arrastrado están siendo en vano y que, poco a poco, lo que sea que tire de sus piernas es más fuerte. Kei nota cientos de manos tirando de él y que sus uñas se están rompiendo por el esfuerzo que hace de intentar mantenerse en el lugar.

Yamaguchi está justo a unos metros delante suya, mirando hacia su costado muy serio, como si no existiera. Siempre que la pesadilla comienza (porque sabe que está en un sueño que ya ha tenido varias veces) Tadashi siempre se aparece ante él como un niño llorando, justo tal y como Kei le había conocido años atrás. Después, Yamaguchi aparecía frente a él vistiendo su primer uniforme de Karasuno. Para ese momento Tsukishima ya estaba escuchando una risa detrás suya y antes de que se girara ya estaba cayendo de boca contra algo duro que supone debe ser el suelo.

No hay cielo alguno, ni tampoco podría decir que hubiera un suelo a pesar de que note la tierra con las palmas de sus manos. Detrás suya siempre hay un vacío completamente negro y, delante de él, Yamaguchi se mantiene en pie en un fondo blanco. Las manos que tiran de él para llevarle a esa oscuridad indefinida siempre consiguen alcanzarle hasta mitad de su cuerpo, justo cuando Yamaguchi ha dejado de vestir ese uniforme de Karasuno y viste el traje que llevó a la fiesta de antiguos alumnos, donde se vieron después de haber perdido el contacto en la universidad.

Normalmente, a esas alturas del sueño Tsukishima ya se habría se despertado sudando.

Ahora, en cambio, está notando que las manos han pasado el límite que suelen tener y que alcanzan su abdomen con una rapidez que le hace entrar en pánico. Tsukishima levanta le mirada un poco desesperado, topándose con que en el tiempo que ha mirado hacia atrás para comprobar si esa oscuridad que intenta tragarle estaba demasiado cerca, Yamaguchi ha vuelto a cambiar su aspecto y ahora tiene de nuevo su pelo teñido y los tatuajes asomando por las mangas de la camisa. Estar de nuevo ante esa imagen que lleva viendo las últimas semanas hace que se tranquilice y que intente hacer lo que nunca había hecho desde que comenzó con las pesadillas: hablar.

Como era de esperarse, al principio no sale voz alguna cuando separa los labios y hace el esfuerzo, pero tras tomar una bocanada de aire y afianzar más las manos al suelo (notando como esas manos llegan hasta sus hombros) una voz que ni siquiera reconoce como suya llama la atención del otro chico.

--¿Yamaguchi? --el nombrado se asusta al escuchar su nombre, y mira hacia todos lados buscándole (lo que a kei le parece estúpido dado que en el sueño solo están ellos dos) hasta dar con él --. ¿Podrías... ayudarme?

Tadashi duda al principio, pero después se acerca a él con el ceño fruncido. Posteriormente se agacha hasta su altura y ladea la cabeza.

--¿Qué haces ahí tirado? --le pregunta curioso.

--Es que... hay... algo que está tirando de mí y...

--¿Hm? Detrás tuya no hay nada.

Tsukishima abre la boca para decirle que no tiene gracia lo que dice, pero entonces nota que es verdad. Ya no siente nada que tire de él y el tacto de esas manos han desaparecido. Entonces, se sienta en el suelo aliviado y muy extrañado, notando que ahora parece estar sobre un pasto verde que le recuerda a las colinas de Miyagi, donde él y Yamaguchi subían las noches de verano para contemplar las estrellas. Su único acompañante se sienta enfrente cruzando las piernas suspirando y le mira en silencio antes de señalarle con el dedo acusatoriamente.

--No me digas que has vuelto a pasarte todo el día trabajando y ahora estás delirando, seguro que solo era cansancio --le dice enfadado.

Ahora sí puede distinguir un cielo azul y despejado sobre sus cabezas. Incluso tiene la sensación de que una brisa ligera le mueve el pelo. Tsukishima está tan absorto en su alrededor que no tiene tiempo de responder nada. Y, entonces, una figura aparece a su costado dándole un susto de muerte.

--O puede que estés agobiado por la última vez que nos vio así --le dice otro Tadashi, uno que viste ese traje verde de hace año y medio. Tsukishima nota que por encima del cuello de la camisa se le notan unas marcas violáceas que ya casi había olvidado--. Es que si no hablas las cosas cuando hay que hablarlas... --continúa diciéndole, llevando un dedo hasta su sien--después se quedan aquí taladrándote día y noche. Y pensar que la pobre Megumi pensaba que era su culpa que lo vuestro no funcionase... y ya ni hablemos del susto que le diste a Kuroo llorando en medio del beso, ¡el tío se sintió como una mierda! Al final has resultado ser igual de patético que Bokuto y tu madre, por mucho que te esfuerces en aparentar estar completo por fuera.

Soltando una risa se sienta también enfrente suya, sobre el pasto. Tsukishima no piensa que su madre ni Bokuto sean lo que ha dicho, pero no le da tiempo a decir nada porque detrás de las dos figuras tan diferentes de Yamaguchi, aparece otra más. Otro Yamaguchi vuelve a aparecerse ante él, esta vez como un adolescente que viste ese anaranjado uniforme del club de voleibol. El chico le mira preocupado tomando asiento junto a ellos.

--A lo mejor sigue frustrado por no haber continuado jugando, o porque nos echaba de menos a todos --es el único de los tres que le mira para sonreírle con tristeza--. Tus compañeros de la universidad eran unos capullos, ¿verdad? Tendrías que habernos contado que te hacían la vida imposible en vez de aislarte de nosotros. Ni siquiera cuando te pregunté por ello durante esa noche de tormenta tuviste el coraje de confesarlo todo.

Tsukishima traga saliva. Están hablando tan deliberadamente sobre su vida que casi ni se siente con autoridad de intervenir en esa conversación. Casi hubiera preferido ser arrastrado hacia la oscuridad minutos atrás. Unos delgados y cortos brazos que le abrazan por los hombros le impiden seguir con sus pensamientos.

--¿Y si de verdad eran unos monstruos? --sugiere una voz infantil que reconoce al instante. -- Unos que han unido fuerzas entre ellos y han esperado a que se duerma porque es más fácil alcanzar a alguien en su sueño ¡Eso es aterrador!

Kei siente que si sigue apretándole así podrá ahogarle, pero el niño le suelta y se sienta a su lado agarrando su pálida mano. Este le mira sonriente, enseñando un hueco entre su perfecta dentadura.

--¿Cómo no ibas a tenerles miedo? --le dice, intentando consolarle--. Incluso alguien tan genial e increíble como tú puede verse superado por algo así.

--Él no es "genial" ni "increíble" --suelta el Yamaguchi trajeado, rodando los ojos, hastiado por esa joven réplica.

Al menor no le gusta que se hayan metido con Tsukishima, por lo que se ponen en pie muy airado (a fin de cuentas, se ha enfadado tan rápido como lo hacen los niños pequeños)

--¿Y tú por qué dices eso? ¿Es que os ha pasado algo?

Todos guardan silencio y desvían la mirada hacia otro lado porque la cosa no va con ellos y prefieren no meterse. Kei ve cómo el Tadashi trajeado levanta con disimulo el cuello de su camisa para tapar esos chupones de su cuello que asomaban un poco. Sabe que solo son creaciones de su propio subconsciente, pero esos gestos tan naturales hacen que se le olvide.

--Eres demasiado pequeño para saberlo --esa respuesta no parecía convencer al inocente chico.

--¿Te hizo daño? --continúa preguntando--. ¡¿Te pegó?!

Su interlocutor parece meditar bien sus próximas palabras antes de ceder y contarle a grandes rasgos.

--Fue peor --sentencia muy serio--. Nos dijo que nos quería y, aunque durante una media hora lo pareciera, después se fue a Tokio a empezar una nueva vida donde no cabíamos.

Un fuerte viento hace a todos cerrar los ojos. Después de eso, las reacciones del más pequeño ante lo dicho son variadas. Primero frunce el ceño intentando entenderlo; después, se sonroja hasta las orejas y mira a Tsukishima muy abochornados y, por último, suelta lo primero que se le viene a la cabeza.

--Pe-pero eso es imposible --dice a la vez que se acerca a los demás con ojos llorosos e incluso algo desesperado--. ¿No dijimos que siempre estaríamos juntos, que pertenecíamos al lugar al que perteneciera el contrario?

--Eran promesas de niños.

El chico se queda completamente helado en el lugar al escuchar aquello de la boca del propio Tsukishima. El resto de oyentes le miran con cautela, sabiendo que le ha enfadado. Tsukishima ve cómo el menor se acerca entonces hacia él alejándose de los demás y se agacha a su altura ladeando la cabeza.

Es aterrador lo real que pueden parecer los sueños, porque Tsukishima sabe que puede contar una a una las pecas del rostro del contrario e incluso es capaz de ver su pecho subir y bajar con su respiración. Está tan concentrado en él que por un momento el resto desaparece. Solo queda ese chico delante suya mirándole con pena, secándose las lágrimas que amenazaban con caer minutos atrás. Y entonces, sin decirle nada, estira sus delgados brazos abrazándole sin previo aviso con una fuerza que hace al mayor despertar de su propio sueño.

"Sé que no lo sientes así".

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Tsukishima abre los ojos respirando demasiado rápido. Le sorprende una estancia completamente oscura, salvo por una lámpara que ofrece por toda la estancia el reflejo de cientos de constelaciones. Sabe que esas lámparas solo las usan los niños pequeños, pero él siempre enciende la suya (que me regaló su madre muchos años atrás) cuando necesita un poco de paz. Nota sus músculos entumecidos y siente la urgencia de vomitar, por lo que se acerca al borde de la cama para respirar unas grandes bocanadas de aire e intentar calmarse.

La puerta de su cuarto de abre sin previo aviso cuando lo hace y por ella aparece kenji, quien frunce el ceño muy perdido al no esperarse entrar en una habitación que parece, más bien, una galaxia.

--Espero que esto no tenga que ver con algún extraño fetiche tuyo... porque te juro que doy media vuelta y me largo.

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