Medicine

By evabetancortg

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Después de tantas mentiras, es hora de contar la verdad aunque con ello le cueste vida. A cada paso suyo es u... More

Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45

Capítulo 2

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By evabetancortg

Apenas soy nuevo en el psiquiátrico y ya me he ganado una enemiga, mi propia vecina, la cual tenía interés en que fuera mi protectora. Tiene un cuerpo musculado, debe de ser buena en las peleas físicas, he escuchado rumores de que se ha escapado varias veces y nadie más que ella lo ha logrado, siempre sin su medicación. Por lo poco que he observado es conservadora, talla algo en la pared cerca de su cama, pero es casi imposible verlo desde mi posición. Es sarcástica, bruta, borde, se burla de la mayoría que se le cruza y ni siquiera es capaz de tener una conversación conmigo sin dejar caer algún acertijo, una palabra a medias o una amenaza tajante.

Niall Horan, del ala Norte ha proclamado la guerra al ala Sur o eso entendí cuando salí al patio con Darrek, un violador en potencia al que las mujeres del centro temen mientras que a mí me sonríen, intentan coquetearme, si tan solo supieran que soy un destripador insaciable. Pero fue el politoxicómano quien recibió una horquilla hasta el interior de su cráneo, no yo.

Recuerdo la sangre de aquella mujer de oficina en mis manos, no me pude resistir a abrirla en canal con un bolígrafo de tinta azul, investigué entre sus órganos y me lucí un collar con sus intestinos, que la verdad me quedaba fabuloso.

Por alguna razón, el rubio se acerca a mí para entablar una conversación sorprendentemente amistosa, la cual no rechazo. Me comenta la disputa que tiene con mi compañero de pasillo, aclarando que no quiere a nadie de los nuestros en su contra, finalmente sabe bien con quién trata, aunque ni yo sé qué clase de personas se esconden en esas celdas.

- Styles ¿No? -Dice extendiendo su mano, la examino con desconfianza y solo sonrío.

- Exacto.

Retira su gesto con confusión, echa un vistazo rápido para asegurarse de que no ha quedado como un idiota frente a nadie esperando ser correspondido y me devuelve una sonrisa forzada. Me siento sobre una mesa de madera a devorar unas uvas que repartieron en la puerta, a mi alrededor se sientan Mishel; del ala Norte, atropelló a un anciano porque no le gustaba cómo regaba las plantas y le hizo una visita en el hospital para desconectarle el oxígeno, Poh; del ala Este, intentó asesinar a su novia solo porque una voz interior le contó algo sobre una profecía y ser el heredero, y Louis; del ala Oeste, es el menos problemático, no quiere contarnos su historia aunque se oyen rumores sobre cómo obligó a un niño a mirar mientras mataba a su madre con una piedra mohosa de río y luego la partió en trozos para dársela de comer a los peces, algo así.

Me gusta cotillear al resto de grupos, no me puedo quejar, en pocos días he conseguido tener aliados que como mi vecina advirtió; debería tenerlos. Aunque Bob el lechoso tuvo una discusión sobre ser los más temidos del lugar. En la zona de pesas y gimnasio se encuentra ella, tiene un moñete mal hecho que ata sus cortos cabellos, le suda la frente y la camisilla tiene una mancha abdominal del esfuerzo. Levanta quince kilos mientras un hombre bastante esbelto le hace fuerza hacia abajo presionando aún más, luego pasa a treinta kilos y me sorprende ver que es capaz de contenerlos como un suspiro, así hasta los sesenta kilos. Los que están con ella se ríen, parece una escena amistosa, algo cotidiano, pero se mantiene seria, apenas les mira mientras come de sus uvas, parece ignorarles.

- ¿Quién te tiene tan atento? -Pregunta Louis siguiendo mi mirada-. Oh... No jodas.

- ¿Qué? -Poh se inclina para ver lo mismo y enarca una ceja con sorpresa para devolverme la mirada-. Ni lo sueñes, está loca.

- ¿Eso no es algo normal aquí?

- Tío, olvídate.

- Yo no he dicho nada, estáis dando cosas por hecho.

- No eres el primero que se fija en ella -Aclara el moreno un tanto incómodo mientras ajusta su camisa.

- ¿Tú? -Me es imposible no fruncir el ceño por su declaración-. ¿Y qué pasó?

Mantiene un silencio, vuelve a mirarla perdido en algún recuerdo vagante, no parece volver a realidad en ningún momento hasta que Mishel apoya una mano en su hombro haciéndole exaltar.

- Fue cuando dejó de tomarse la medicación -Dice ella melancólica, como si también lo hubiera vivido-. Nunca se interesó por él, pero le utilizó para llegar hasta el ala Oeste y ver si allí había alguna manera de escapar, cuando se volvió demente y empezó a ver cosas irreales consiguió clavarle un cuchillo en el pecho derecho, lo retorció con todas sus fuerzas -Hace un gesto desagradable, copiando la acción que calca-. Y se fue, nadie supo de ella hasta que entraste tú, que fue cuando regresó, la pillaron en una granja lejos de la ciudad, con una niña pequeña, dicen que mató al padre y su plan era hacerlo con su madre también.

- Es una tía despiadada -Termina Poh sin apartar la mirada de la rubia mientras niega muy despacio-. ¡Y mil cosas más que no nos habremos enterado!

- Mató a su familia ¿Verdad? -No me alarmo con sus historias, me recuesto con calma apoyando las manos en la madera y observando cómo practica ejercicios de fuerza-. He escuchado algunas cosas.

- Sí, aunque no se sabe nada de su padre, ella misma ha contado cómo torturó a su madre en el sofá, ni siquiera se molestó en ocultar el cuerpo y su pobre hermana... -Me sorprende que el asiático sienta piedad por alguien, no es un sentimiento muy visto en estos lugares y menos de alguien que también sufre alucinaciones-. La llevó hasta su familia de acogida, hizo que todos presenciaran cómo la ataba a un árbol y prendía una fogata bajo sus pies, no la ahorcó, la dejó gritando hasta que murió cuando el fuego le llegó a la cintura.

Las escenas pasan en mi cabeza como una película, sé que me brillan los ojos y tengo las pupilas dilatadas del éxtasis que me provoca, como si acabara de ver la manzana del pecado y quisiera darle un bocado. Los presentes se horrorizan con lo que dicen, con las atrocidades cometidas por mi compañera de pasillo, pero yo en cambio lo disfruto y debo esforzarme en reprimir esos sentimientos antes de que se den cuenta de que tienen al lado a alguien igual o peor, al menos un fan.

- ¿Y porqué debe tomar tantas pastillas? Si total, ya mató a su familia siendo consciente, no creo que un par de duendes la hagan ver más inocente.

- No son duendes colega, es mucho más, es una asesina con o sin pastillas, solo espera el momento oportuno para atacar.

- La cuestión -Interrumpe Mishel cansada del tema-. Es que si ataca con pastillas en su organismo, siendo consciente, es culpa de ella, por eso se contiene tanto, porque no quiere ir a la cárcel. En cambio, si no se las toma y hace lo que le da la gana, la culpa es de su demencia y vuelve aquí, donde todos le temen, disfruta jugando con la gente, incluso con la doctora.

- Chica lista... -Murmuro.

Suena ese chirriante sonido que indica las puertas abiertas para volver a nuestros pasillos, dando paso a nuevos integrantes que descansaban en sus celdas. Por alguna razón no me muevo hasta que la tengo cerca, va por detrás de mí con calma, habla con una chica pelirroja con ese tono de dureza, poco amigable y ahuyentador. Cuando cruzamos el marco del pasillo siento un roce afilado en la parte trasera de mi rodilla, la fina piel se separa, el pantalón blanco se tiñe de rojo y un gruñido inesperado sale de mí al tiempo que apoyo esta en el suelo. Los de seguridad en seguida se lanzan a levantarme, se percatan de que algo ha ido mal en dos segundos de despiste y agarran a todos los presentes, menos a ella, que se ha adelantado y puedo verla frente a mí caminando hasta su habitación. Me dedica una sonrisa de lado, cargada de malicia mientras muestra entre sus cortos dedos un pequeño cristal repleto de mi sangre, se le escapa una risita inocente y sigue el paso con tranquilidad.

Me agarran por los brazos, ayudan a mi peso a moverse hasta el lugar donde debo descansar las próximas horas y me recuestan en la cama mientras llaman a una enfermera de urgencia. Esta aparece tan rápido como puede, desinfesta la herida provocando un ardor picante, luego venda la zona y sale a paso ligero para evitar que le haga algo. Cuando consigo calmar la respiración y centrarme en lo sucedido, giro mi cabeza para encontrarla sentada en el suelo cerca de la entrada con un sándwich entre sus manos, ya no le intereso, prefiere desmigajar la pastilla azul que se encuentra en la bandeja.

- ¿No te la vas a tomar? -Inquiero dejando claro que he visto sus intenciones.

No responde, hace un corte de manga rápido percatándose de que aún la observo y lanza el polvo azulado al váter. Me irrita su silencio, es pesado. Me desnudo con lentitud, no me molesto en apagar la luz como de costumbre, lleno la sucia bañera hasta arriba paseando de un lado a otro con la espera, ni siquiera nota que estoy moviéndome. Entro en el agua fría e intento relajarme recostando mi cabeza, mantengo los ojos cerrados escuchando su cotidiana conversación con Bob el lechoso, está apoyada en los barrotes con desinterés mientras tira una pelota de goma roja. Tengo el ceño fruncido cuando veo que se trata de mi pelota, la busco con la mirada en mi estancia y luego vuelvo hacia ella.

- ¡Hey, tú, ladrona!

Su cabeza gira un poco, viendo de reojo, sonríe y levanta la mano con el objeto.

- ¿Buscabas esto?

- ¿Cómo la has conseguido?

Eleva los hombros con desinterés, sigue aporreándola contra la pared con más fuerza y prosigue a dar toda su atención hacia Bob.

- ¡Atea! -Grita este desesperado por no escucharla.

- ¡Lechoso! -Responde ella burlona-. ¿A que se debe tanta insistencia?

- ¡Me gusta tu voz!

- ¡Querrás decir que te pajeas con mi voz! -Ríe de manera macabra, jamás había escuchado un sonido tan relajante y calculador a la vez.

- ¿Te molesta?

- ¡Disfrútalo antes de que te corte el pene!

Nos inunda el silencio y la penumbra, salgo para secarme con una vieja toalla, consigo muda nueva sin roturas ni manchas de sangre, seco mi pelo al aire moldeándolo con las manos y me detengo con el libro prestado entre las manos frente a los barrotes, al límite de la salida.

- Quiero hacer un trato -Digo convencido, cortante, muestro mi mejor sonrisa, sé que le molesta.

- ¿Y porqué debería?

- Ya he visto que eres capaz de cumplir tu palabra, quiero tu palabra.

Ahora sí se ha interesado, queda parada cara a cara, es la primera vez que la veo en total esplendor y me mira a mí, a un asesino, un destripador, un sádico, me mira con esos ojos verdes profundos, solo a mí. Tiene una línea curva en su boca, me provoca arrancársela, tengo un impulso de abalanzarme contra ella, quitarle ese poder absurdo que le han dado, acorralarla hasta quitarle el aliento, que me escupa sus secretos, sus pecados hasta que pierda el hilo de voz.

- ¿Qué es lo que deseas? -Cruza sus brazos contra su pecho, los levanta un poco asomando cada vez más, evito mirar la zona, me muerdo el labio para callar mis pensamientos.

- Te devuelvo el libro, no iré contra ti.

- ¿Me devuelves mi único amuleto de protección y debo creer en tu palabra?

- No iré a por ti, porque no quiero ir a por ti -Aclaro, jamás me ha interesado una guerra de niños en un centro vigilado, no quisiera repetir la silla eléctrica.

- Bien, ¿Entonces qué quieres?

- A ti.

Parece sorprendida, me doy el lujo de sonreír por haber conseguido sorprenderla, tiene las cejas levantadas insistente con lo que diga, su pierna provoca un ruido cada vez que pisa el suelo y está nerviosa, es lo que menos se esperaría.

- Explícate.

- Quiero tu protección.

- ¿Por qué debería dártela?

- Porque te ayudaré a escapar -Arrastro el pesado libro hasta su celda de una patada, lo coge con desconfianza, lo mira y lo deja en su lugar-. Sé que algo tramas, quiero estar dentro del plan.

Masajea su cien pensativa, parece una demente intentando descifrar su más compleja idea, un puñetazo aboya la pared de piedra lo que me aterroriza en un instante, abro los ojos por un segundo que en seguida recobran normalidad, he retrocedido un paso pero vuelvo al frente con la cabeza bien alta, mostrando una pesada sonrisa. Agarra los barrotes como si quiera empujarlos y salir de ellos, puedo ver su mano chorreando sangre, no muestra signo de dolor, me devuelve la sonrisa ahora más calmada.

- Soy toda tuya.

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