I Belong Where You Belong | T...

By LucasMLG

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Tsukishima debió haber limpiado mejor el cristal de sus gafas al bajarse del ascensor, porque esa persona lle... More

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I
II
IV
V
VI
VII
VIII
VIII (segunda parte)
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
Epílogo
Capítulo especial: Akaashi keiji.
∆ NUEVA PORTADA ∆

III

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By LucasMLG

Hablar es importante. Es decir, no es que Yamaguchi no lo supiera ya, pero se lo tiene que repetir varias veces antes de salir con algo lo suficientemente bueno para mantener una conversación con Tsukishima (y más ahora que se tratan casi como dos desconocidos).

Los dos se encuentran en la cocina en ese momento. Hasta hace unos segundos hablaban sobre quién fregaría los platos y han terminado acordando que Tadashi iría al día siguiente a hacer la compra. La situación ya de por sí algo incómoda ha estallado cuando se han quedado en silencio y el más alto ha abierto el grifo, mientras Tadashi se ha quedado como un pasmarote en medio de la cocina, sin hacer nada, solo viéndole fregar. Algo aburrido se sienta en la isla de la cocina (aunque no está seguro de si a Tsukishima le hará mucha gracias que lo haga) y balancea los pies mirando la espalda del mayor. La camisa blanca hace que se le marquen algunos músculos de la espalda cuando estira el brazo y dirige los ojos hasta su nuca, pensando en que ojalá pudiera meterse dentro de su cabeza para saber lo que piensa.

Siempre han sabido compartir silencios, pero esto se le está yendo de las manos porque Yamaguchi ahora piensa más en lo que le dirá y Tsukishima no lleva sus auriculares para evadirse del mundo. A lo mejor era una tontería sin importancia, piensa, pero recuerda que los seguía usando la última vez que se vieron. Ha estado tan ajetreado que no se ha dado cuenta de ese cambio. Cuando el rubio mira por encima de su hombro para saber si él sigue en la cocina, la pregunta escapa de sus labios producto de sus nervios porque, bueno, es probable que lleve en silencio observando su espalda alrededor de cinco minutos.

Qué vergüenza.

--¿Y tus cascos?

La cocina es tan blanca como el resto de la casa. Mientras Tsukishima parece meditar la respuesta se le hace un sitio grande, muy grande. Toda la casa debe de parecer inmensa cuando se encuentra solo. No es que no le guste (ya el primer día dejó claro su asombro) pero si tuviera que definirla y solo pudiera usar un adjetivo, diría que parece siempre vacía. No hay muchas fotos más allá de la que adorna la entrada y es una de Akiteru y Kei de hace bastantes años. La decoración es bonita, no muy presuntuosa. Todo parece puesto a conciencia. Tadashi no es que sepa mucho de decoración (él mismo admite que, probablemente, ni siquiera tenga buen gusto para muchas cosas), pero si pudiera cambiaría algunas cosas.

Tsukishima carraspea, trayéndole de vuelta a la realidad donde él no tiene ni poder ni control sobre absolutamente nada de la vida del contrario.

--Se rompieron hace tiempo -es lo único que dice sin mirarle.

Tadashi asiente, aunque no le vaya a ver hacerlo y, solo por si las moscas, dirige su atención sus propios pantalones rotos, que delatan las pecas de sus piernas, para juguetear con un hilillo de los mismos. No se arriesgaría a que le pillara de nuevo mirándole sin que se diera cuenta, todavía le duraba el sonrojo de antes.

Es extraño (y puede que a la vez no tanto) pero ahora que su estómago se retuerce entre nervios y algunos "deja de quedar en ridículo, Yamaguchi", es consciente del tiempo que hacía que ese lado más inseguro y tímido no se le escapaba por los poros de su piel en contra de su voluntad.

--No te los quitabas desde que te los habían regalado cuando eras pequeño, es una pena --admite. Incluso él se siente algo triste por esa tontería, porque prácticamente cuando le conoció ya los llevaba puestos-- ¿Llevas mucho tiempo sin ellos?

Es solo un segundo en el que vuelve su mirada a él. El más alto parece dudar la respuesta un tiempo.

--Desde la ceremonia para antiguos alumnos de Karasuno.

Yamaguchi tiembla. Y tiembla de verdad. Le sacude un vértigo desde la punta de los dedos de los pies hasta los dedos de las manos y se le revuelve la cena que ha comido hace un rato. Se queda helado en el sitio, mordiendo su labio inferior. Y tan pronto como el vértigo le abandona, lo nota. Le arde el cuerpo como nunca y solo cruza las piernas en un absurdo intento de no dejar ver lo nervioso que esa simple mención le ha provocado.

La ceremonia para antiguos alumnos de karasuno se celebró hace más o menos año y medio. Un discurso y una cena, no había mucho más allá que reencuentros y risas y anécdotas y muchos vídeos vergonzosos. Yamaguchi sabe que hay momentos en la vida en los que realmente nos paramos a pensar: "ojalá esto sea eterno", y momentos en los que uno respira profundamente porque le engulle la felicidad de su alrededor y solo le queda mirarlo todo a la vez que intenta grabar para siempre ese momento en sus retinas. Hace un año y medio pensó que esa noche sería uno de ellos. O al menos lo hacía, porque también fue la última vez que habló con Kei.

Y lo último que recuerda desearía no recordarlo como lo hace.

¿Sabéis eso que dicen de que con el pasar del tiempo al final solo nos vamos quedando con lo bueno que nos pasa, que eliminamos los malos recuerdos inconscientemente? Pues Yamaguchi estaba jodido, porque uno de los recuerdos más felices de su vida estaba ligado también a uno de los más tristes y ninguno podía coexistir en su cabeza sin el otro.

--Esa noche se rompieron mientras hacía la maleta --continúa el rubio. --Tenían muchos años.

Tadashi ve cómo seca algunos vasos y le invade una soledad que le abruma. Se siente todo lo lejos que no se ha sentido desde que se volvieron a ver y de repente solo quiere irse al cuarto de invitados a dormir un mes entero abrazado a esas sábanas que huelen tan bien a lavanda. Hasta la puta cama era comodísima. Es que era todo perfecto, maldita sea. Qué rabia le daba lo bien que parecía llevarlo todo al más alto cuando él ha estado más tiempo sintiéndose como una mierda desde que se vieron por última vez que pensando, por ejemplo, perfumar las sábanas de su cuarto de invitados completamente inexistente.

--Ya veo.

Ninguno vuelve a decir nada. Yamaguchi sigue balanceando sus pies, con la mirada perdida en sus propias piernas. Con el dedo pulgar de su mano izquierda hace girar algunos anillos que lleva en su derecha (gesto que tiende a hacer cuando está pensando o solo para descargar los nervios). Está tan metido en su propia cabeza que no ve que Tsukishima se apoya contra la encimera justo enfrente suya y le mira mientras seca sus manos con un trapo.

--¿Cómo llevas tu trabajo? --pregunta.

No sabe si lo dice porque quiere que se vaya lo antes posible o porque realmente se preocupa. Claro, lo que Yamaguchi no sabía era que el rubio solo quería dirigir la conversación hacia otro lado después de que pareciera haberse quedado estancado en sus pensamientos con la anterior. Aunque no tiene muchas ganas de responderle, decide que no debe desperdiciar una ocasión en la que su amigo se interesa en lo que hace.

--Creo que bien --comienza a decir--, la semana que viene tengo que visitar algunos lugares y seguir con las llamadas.

Tsukishima asiente muy seriamente ante sus palabras (siempre tiene cara de estar meditando continuamente) y él continúa con un balance de pies algo más nervioso por el silencio. Como están algo cerca no calcula bien la distancia y, sin querer, roza el muslo del mayor con su zapato haciendo que instantáneamente los dos choquen miradas. Tadashi muerde su labio inferior por acto reflejo, pero se da cuenta de que no es una buena idea cuando el rubio dirige sin querer la mirada a ese mismo sitio. Lo peor no es eso, sino que justo después Yamaguchi juraría que va a dar un paso hacia él. Y, maldita sea, todo su cuerpo está pidiendo a gritos que lo haga.

Atentamente le ve tomar aire y separar los labios como a cámara lenta, pero para cuando los vuelve a cerrar, ya sabe lo que tiene que decirle.

No lo digas, no lo digas, no lo digas.

--Creo que me iré a dormir ya. Buenas noches.

Quédate, quédate, quédate.

--Buenas noches.

.

.

A la mañana siguiente Yamaguchi se despierta algo más temprano que de costumbre. Tampoco es como si hubiera podido dormir mucho, por lo que había decidido que, si no podía descansar, al menos adelantaría un el trabajo que pudiera para estar libre el resto de viernes y fin de semana.

De camino al cuarto de baño se ata una coleta bostezando, pues se ha acostumbrado a llevarlo de esa forma desde que lo tiene algo más largo que de costumbre. Antes de que pueda evitarlo, sus ojos se desvían sin querer y mira durante unos segundos la puerta entreabierta del cuarto de su amigo. Sacude su cabeza y, frotando sus ojos, vistiendo aún su pijama (que se conformaba por una de sus camisetas de tirantes y pantalones finos de franela), entra al baño arrastrando los pies.

Ni siquiera se mira en el espejo porque tendría que tener una pinta patética (la viva imagen de una derrota que ni siquiera se ha proclamado aún), por lo que se agacha haciendo sonar las cadenas de su cuello al chocar entre sí (además de que, al agacharse, por los grandes huecos de los brazos de su camiseta se cuela el frío de la mañana poniéndole la piel de gallina) y tras abrir el grifo se llena ambas manos de agua para poder despejarse un poco al lavarse la cara. Debe de aprovechar esos escasos minutos de la mañana en los que no piensa en nada, se dice. Porque sabe que en cuanto comience a hacer cosas o vea al rubio de nuevo se va a ahogar en pensamientos.

Después de secarse la cara con la toalla que le había prestado el mayor (la cual reposaba a un lado), levanta al fin la vista poco a poco para asegurarse de que, al menos, pareciera mínimamente decente antes de proceder a lavarse los dientes. Ah, pero sus ojos no son los únicos que encuentra y, a través del cristal, v, apoyado en la pared de su espalda que Tsukishima le mira con el ceño fruncido, brazos cruzados y cepillo de dientes en boca con una mueca que se le hace tierna (porque tiene los ojos algo cerrados del sueño y el pelo despeinado) pero sabe que no es buena. Ni siquiera ha dicho nada, pero escucha alto y claro un: "¿es que no sabes llamar a la puerta antes de entrar?"

Tras disculparse en un grito (por el susto de encontrarlo de repente detrás suya y por los nervios de haber sido tan despistado) sale del baño de vuelta a la habitación, donde se tapa hasta la cabeza y decide no salir nunca más.

.

.

Lo de no volver a salir de la cama le dura, en realidad, poco menos de una hora. Tiene cosas que hacer y, para su suerte, parece que Kei ya ha salido a trabajar- Todo está despejado t puede dejarse caer sin preocupación en el sofá del salón. Como no tenía intención de salir ese día, se viste con unos pantalones de chándal y sus Vans negras, además de una sudadera que le regaló Hinata las navidades pasadas de una serie y que él suele usar para estar por casa. Se da cuenta de que a kei se le ha olvidado encender la calefacción antes de irse (que es lo que hace siempre) y la enciende él a la espera de que la casa se caliente un poco durante la mañana.

Tumbarse en el sofá resulta ser una muy mala idea, porque nada más hacerlo le inunda el olor a la colonia de su amigo y se le encoge un poco el pecho. Suelta un suspiro derrotado y saca su móvil del bolsillo de su sudadera para responder algunos mensajes. Yachi le ha enviado un meme y tiene varias notificaciones del grupo que tiene con los antiguos integrantes de Karasuno (todos menos Kei -se apunta mentalmente que tiene que pedirle su número-). Cuando abre el chat se topa con miles de fotos, pues parecen estar en medio de un torneo de a ver quién manda la foto más estúpida. Ve a Suga con la cara de llena de harina junto a un Daichi con los dientes negros de chocolate, a Tanaka vistiendo un delantal de gatos mientras cocina enfadado (alguien le ha hecho la foto) y Noya ha enviado una foto de Asahi en una playa (seguramente se encuentren por España) con el pelo y la cara llena de arena y una mueca de puro asco.

Se le escapa una risita y sin pensarlo mucho se hace una selfie sonriendo. La envía sin mirarla demasiado (tiene los ojos llorosos del sueño y las mejillas algo sonrojadas) y todos se le echan encima al minuto porque: "gilipollas, era un concurso de fotos feas y te lo has cargado con esa estúpida cara de bebé". A partir de ahí la cosa se calma un poco, solo un poco. Y entre los mensajes que comienzan a aparecer (la mayoría decidiendo retomar el concurso de fotos) un mensaje de Ennoshita hace que todos guarden silencio antes de estallar.

"Yamaguchi, ¿eso que aparece detrás tuya es... una corbata?"

En cuanto lo lee da un brinco en el sitio y se gira buscando la corbata que, efectivamente, estaba justo detrás suya y ha aparecido en la foto. Seguramente Kei se ha olvidado de retirarla (algo impropio de él) del sofá y, ahora que se paraba a pensarlo, esa misma mañana le había visto peor aspecto que de costumbre. Es decir, él tampoco era nadie para juzgar con sus pintas de nini, pero parecía como si el mayor hubiera dormido todavía menos que de costumbre. Y mientras divaga sobre qué habría causado el posible insomnio del rubio, su móvil no dejab de vibrar ni un segundo a causa de cientos de mensajes.

Porque Yamaguchi nunca, en su vida, ha usado corbata.

Y porque todos se pensaban que durante su estancia en Tokyo se encontraba en un hotel, solo.

"EN QUÉ MOMENTO, ¿YAMAGUCHI?"

"UNA CORBATA! ME CAGO EN LA PUTA, YAMS, TE HAS LIADO CON ALGUIEN IMPORTANTE?"

"YA NO ENGAÑAS A NADIE CON ESA CARITA DE ÁNGEL"

Tadashi lee entre los mensajes un artículo que envía Noya sobre "objetos cotidianos para añadir intensidad a tu vida sexual en pareja" en el que, como no, el primero de todos era una estúpida corbata. Yamaguchi llega a ver una foto de unas manos que la usan como esposas antes de cerrar el artículo y ser recibido por más mensajes.

"SABÍAMOS QUE TE IBA LO DURO, JODER"

"AVE MARÍA PURÍSIMA"

"QUE DIOS NOS SALVE"

Apaga el móvil y lo lanza lejos con el rostro completamente rojo. Ya buscaría una excusa que pareciera más o menos creíble, pero mientras sus amigos especularan sobre su vida sexual con ese dueño desconocido de la corbata (que en realidad era Tsukishima) prefería no leer nada antes de que su imaginación le jugara una de las suyas. Termina por guardar el móvil y sentarse frente al portátil para comenzar a responder correos, pensando en acabar lo antes posible para no hacer nada el resto del día o, como mínimo, hasta el lunes.

Una hora más tarde dan las doce del mediodía y Yamaguchi se encuentra a sí mismo mirando la corbata, que sigue en el sofá, desde la silla en la que está sentado, pensando en cómo demonios puede alguien usarla de esposas, cuando el teléfono de la casa comienza a sonar haciéndole dar un brinco.

Ni siquiera sabía que había un teléfono fijo en la casa.

Después de unos segundos buscándolo da con él en la entrada, al lado de un jarrón con algunas flores. Se debate en si cogerlo o no, pero pensando que puede ser importante termina tomando la decisión de responder a la llamada.

Claro, lo que no esperaba era que fuera Tsukishima quien estuviera llamando, ni que lo primero que dijese fuera:

--¿Sigues estando en forma?

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