Segunda parte: Capítulo 67: Las casualidades no existen

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Holi a todas y todoooos! Una vez más, y para no faltar a mi horrible costumbre, me he retrasado, aunque sea solamente un día xDD. Es por la misma razón de antes, que se me olvidó porque estaba ocupada. Pero bueno, igual aquí tienen el capítulo 67. 





Capítulo 67: Las casualidades no existen

El frío en Cork era diferente al de Milán; aunque ambas ciudades eran sumamente frías durante los meses de invierno, en la primera las lluvias eran mucho más comunes que en la segunda, y el frío era bastante más penetrante. Más helado. Algunos dirían que más molesto, ya que, te pongas las capas de tela que te pongas, el frío no deja de acecharte. Pero Harry piensa que esa gente, simplemente, no están acostumbradas. Para él, el frío de Irlanda era relajante; era un frío constante, no había muchos altibajos, no había un día en que hacía más frío de lo usual, o más calor. Siempre era el mismo frío. Y a Harry le encantaba el frío.

Lo que tal vez siempre le costó un poco más era el viento, y en un pueblo costero como Kinsale, eso era pan de cada día. Y él, además, que vivía relativamente cerca de la costa, ya era un: te levantas con viento, te vas a comer con viento, y te vas a acostar con viento. Pero, aun así, le gustaba. Y en aquel momento de su vida, lo necesitaba.

Necesitaba las pequeñas casas, necesitaba los viejos barcos pesqueros, necesitaba los pijos con sus jates. Necesitaba su pequeña ciudad, y a su familia. Sobre todo, a su familia.

Cuando entró por la puerta de su casa, Lis lo recibió con un fuerte, y diciéndole lo mucho que lo había extrañado. Él la estrechó con cariño, y la miró con una enrome sonrisa. En esos pocos meses había crecido. Era increíble lo rápido que crecen los niños pequeños, ¿o tal vez era él, que le era imposible ver a su pequeña hermana con los mismos ojos? Ella se avergonzaba cada vez que le decía lo guapa que estaba. Pero después, cuando la chinchaba y le decía lo fea que era, se enfadaba y le daba pequeños puñetazos. Lis era, definitivamente, la cosa más adorable del mundo.

Pero también la más inocente y la más ingenua. Ese mismo día, cuando había llegado de Italia, ya por la noche, su pequeña hermana se había acercado al balcón donde él estaba fumando –después de recibir una reprobatoria mirada de su padre –. Ella apoyó la espalda en las barandas, y mecía una de sus piernas, como si estuviera pateando una piedra imaginaria. Miraba al suelo y a él con unos pequeños intervalos de segundos. Harry conocía esa actitud; quería algo. Y tras unos segundos, su hermana lo soltó.

–¿Cómo está tu novio? –preguntó, en voz muy bajita, y con una sonrisa cómplice, como si supiera que aquello tenía que ser un secreto. Y claro, ¿cómo no va a ser emocionante hablar sobre un súper secreto?

Sin embargo, a Harry esa pregunta le sentó como balde de agua fría. Se refería a Giovanni, obviamente, el hombre con el que su hermana lo había visto besarse. Y ella creía que eran novios. Y que seguían juntos. Y volvió a sentir un nudo en el estómago. Pero él, haciendo gala de su gran experiencia como hermano mayor, le acarició la cabeza a su hermana.

–¿Te cayó bien? –preguntó, realmente curioso. Ella, emocionada, asintió con la cabeza.

–Era muy guapo. –dio, girándose y ahora dejando caer sus brazos por la barandilla del balcón. Llevaba una chaqueta roja muy gruesa, una que él le había regalado para su cumpleaños. –Hacéis buena pareja. –sentenció.

–¿Se lo has dicho alguien?

–Claro que no. Tú y él me hicisteis prometer que no se lo diría a nadie. No lo sabe ni Eva –dijo, refiriéndose a su mejor amiga.

Guerra fría [Historia gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora