Segunda parte: capítulo 47: Afrontar las cosas

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Siento muchísimo la demora, no tuve mucho tiempo de escribir con lo de mi madre y lo demás. Pero seguro que este capítulo os gustará, casi todo es de una pareja que os gusta a todos muchísimo! XD No los distraigo más, bonicos.

Gracias y perdón por la espera! 

Capítulo 47: Afrontar las cosas

Chase suspiró hondo. Repasó con sumo detalle la puerta de madera, denotando decorados de relieve que jamás había notado. Refregó las manos, entre el frío y los nervios. Oía las voces del interior y no sabía si el sentir a una pequeña multitud empeoraba o mejoraba sus nervios. Después de un minuto o dos, realmente sintiendo unas tremendas ganas de salir corriendo, decidió levantar su puño y tocar la puerta. Segundos después, nadie abrió, y se dio cuenta de que era más probable que oyesen el timbre. Lo tocó y, segundos después, se encontró con Aurora al otro lado de la puerta. Detrás de él, un chico muy parecido a ella al cual reconoció; era el mismo muchacho con el que estaba la noche que conoció a Lu: Adriano.

–Vaya,  que sorpresa verte por acá, rubiales. –Aurora rió con ironía y abrió la puerta. –Estábamos esperándote.

–Pasa, pasa. –Adriano se colgó del hombro de su hermana y lo miró con ojos lujuriosos. –No sé si te acuerdas de mí.

Chase sonrió incómodo; no le hacía mucha gracia tener al frente a un chico que estuvo a punto de llevarse a la cama.

–Sí, me acuerdo.

Adriano rió y miró a Aurora emocionado. Ésta le correspondió con una sonrisa seca y cómplice. El rubio comprobó que aquellos gestos eran como una conversación entre los dos hermanos, tan parecidos que no le hubiera extrañado que se trataran de gemelos.

–Lu y Leo han salido. –le informó Aurora, agarrando su abrigo y colgándolo en un perchero junto a la puerta. Adriano cerró la puerta y los dos hermanos le guiaron hasta el salón. La música sonaba fuerte, todas las paredes estaban decoradas con papeles colgando, gorros de fiesta en una mesa y cuatro bolsas grandes de confeti. Platos de plásticos se distribuían por la gigante mesa a un costado del salón, cada uno con diversos picadillos para comer. Chase, al contado, pudo identificar a siete u ocho personas en la estancia, todos unos completos desconocidos. Todas las miradas se posaron sobre él, y se sintió fuera de lugar.

Fueron sólo unos pocos segundos hasta que todos apartaron su atención de él. Adriano se apartó y se unió con un grupito de dos personas que charlaban sentados en el sofá. Él se quedó en el marco de la puerta y miró a todos con curiosidad. Contó con más cuidado y eran nueve el número de personas que se reunían esparcidos por la estancia, de diversas edades.

–Todos son amigos. –Aurora se quedó junto a él, con los brazos cruzados y apoyándose al otro del marco de la puerta. –Esos dos –señaló a una pareja de unos cuarenta años –son unos compañeros del hospital donde trabaja Leonardo, son amigos desde la carrera. Esa mujer es mi madre, y la de Adriano, claro. El chico de al lado es su novio, un universitario –rió, como si estuviera recordando algo gracioso. La chica de allá –señaló a una muchachita de unos quince años –es la hija de la pareja. Esos tres de allá –ahora señaló a un grupo de dos hombre y una mujer  –son amigos de la infancia de Leonardo.

–¿Y la mujer que está hablando por teléfono? –preguntó con curiosidad. Aurora lo miró de reojo y dejó sonreír.

 –Giulia, la hermana de Sandro.

Chase se arrepintió de hacer la pregunta.

–Todos saben lo de Sandro, me imagino. –dijo.

–Claro.

Guerra fría [Historia gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora