Segunda parte: capítulo 53: Nuevas impresiones

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¡Hola! Ay, mis bellos lectores, hoy sí actualizó pronto, ¿eh? Eso es algo bueno para todos, ¿no? Sin embargo, vuelvo a repetir que la constancia no ha vuelto. He podido escribir porque he tenido unos días de descanso y una repentina inspiración que no podía desperdiciar, jajaja xDD

Bueno, no quiero entretenerlos muchos. La foto de allá arriba es el interior de la Academia de Bellas Artes de Brera, donde estudia Harry. Hace unos años quería yo estudiar allí, ¡es bellísima!

Bueno, ¡que disfruten! Ah, ¡muchas gracias por los comentarios y la paciencia que me tienen, la verdad es que animan! Espero no decepcionarles ;)


Capítulo 53: Nuevas impresiones



-Es tú culpa. Y no, no me mires así, Em, sabes que tengo razón. -Abrielle entró a una de las habitaciones, totalmente vacías y con las paredes pintadas de blanco. Cruzada de brazos, observó críticamente el cuarto, con el ceño fruncido y la nariz arrugada. No, le convencía.

Emma entró tras ella y la miró con la misma molestia que ella miraba la habitación.

-¿Quieres dejar de repetírmelo? Creo que estoy harta de oírte decir siempre lo mismo, ¿sabes? -se quejó, sin prestar mucha atención a la habitación.

Abrielle, su muy buena amiga, estaba preparando su boda con su futuro marido, pero antes del gran acontecimiento, querían comprar una casa como regalo de bodas para ellos mismos. Sí, la parejita que salía desde el instituto, y que ahora se acuestan con cualquier cosa que tenga dos ojos, una boca y algún hueco donde meter cualquier cosa, estaban pensando en convivir para, posteriormente, tener hijos. A Emma no dejaba de sorprenderle la naturalidad con lo que su amiga se tomaba su nueva etapa en la relación con Pietro, cuando él se acostaba con quisiera y ella también. Y bueno, ahí estaban, paseándose por todo Milán para ver cuál es la casa perfecta para la pareja ya no tan perfecta.

-Chica, es que no dejas de quejarte de que si Laura no te dice esto, de que si Laura te mira así, o te mira asa. -dijo, gesticulando con las manos. Abrielle tenía las uñas pintadas de rojo puro, y un corto vestido azul se escondía bajo un enorme abrigo de piel sintética. Su cara, siempre pulcramente pintada y cada hebra de su cabello milimétricamente colocado con Abrielle quería. Ella, en cambio, vestía con unos pantalones jean algo roído, y una chaqueta del mismo material. Su cara no tenía ni un ápice de maquille y llevaba el pelo recogido torpemente en un moño.

Y eran mejores amigas. Eso tampoco llegaba a entenderlo.

-No me estoy quejando. -replicó.

-Oh, no. Claro que no, no has estado todo el camino desde mi casa hasta aquí quejándote de que tu dichoza escritorzuela pasa de tu bello culo. -rió la bailarina, saliendo de esa habitación, volviendo al salón que ya había visto, metiéndose por un pasillo, mientras buscaba las escaleras. -No me gusta tener que pasar por todo este pasillo para subir al segundo piso. -dijo.

-¡Pero es que pasa de mi culo! -exclamó Emma, únicamente viendo la espalda de su amiga. Con ese pasillo tan estrecho era imposible caminar cómodamente.

-Ay, cariño, ¿tanto te extraña que pase de tu culo? -salieron por fin del pasillo, y al otro lado esperaba el hombre de la inmobiliaria, con una carpeta entre los brazos, mirando ansioso a Abrielle. Antes de que el hombre dijera cualquier cosa, Abrielle le miró. -No me gusta el pasillo. Pero terminaré de verla.

Emma sabía lo exigente que era su amiga, y lo poco delicada que era para decir algunas cosas. En eso se parecía a su madre: a veces pensaba que la gente trabajaba sólo para ella. El hombre no dijo nada, y dejó que Abrielle y ella subieran por las escaleras. En cualquier otra situación, se habría disculpado en nombre de su amiga, pero ella tampoco estaba de humor.

Guerra fría [Historia gay]Where stories live. Discover now