Capítulo 10: Diferente NO es igual a malo

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—Sí, ¿por? —Volví a sentarme en la silla giratoria frente a mi escritorio.

—Necesito que vengas a mi casa. Tenemos que hablar.

—No he hecho nada —dije a la defensiva—. Dime qué sucede, Ash.

—Es sobre Charles.

Abrí los ojos tanto como pude y sentí mi lengua trabándose.

—Te veo en veinte minutos, Josh.

—Vale —susurré, anonadado.

Ella colgó, dejándome con una sensación parecida a un montón de hormigas dispuestas a devorar cada parte de mi anatomía. Ese sentir me acompañó durante todo el trayecto hasta su casa, junto con la paranoia de que no solo Ashley sabía lo que Charly y yo hicimos, sino todo el vecindario. Cada vez que veía a alguien caminar por la acera, me daba la impresión de que me juzgaban con su mirada. Siempre lo habían hecho, pero ahora se sumaba lo que pasó en la excursión.

Comenzaba a comprender por qué mamá no quería salir tan a menudo a caminar por el vecindario. Estando encerrada, no habría miradas acusadoras y susurros hostiles sobre sus acciones en la adolescencia.

La casa de Ashley era más chica que la de los Stonem. No había un patio grande al frente y cubierto de naturaleza. La hierba se encontraba seca y el camino de concreto gris estaba pintado con tizas de colores, lo que evidenciaba que los hermanos menores de mi amiga habían estado hacía poco jugando ahí.

Me preparé para lo que venía. No solo la plática con ella sería incómoda, porque lo más probable era que quien abriera fuese alguno de sus padres, y estos me odiaban por el simple hecho de estar vivo.

Golpeé la puerta dos veces. El timbre no funcionaba porque uno de los niños había pensado que sería bueno fusionar el sonido con el del canto de su hermana para crear una orquesta. Estuve presente en ese momento. Fue horrible y aturdidor.

Quien abrió fue la madre de Ashley. Mostraba una prominente barriga y un rostro agotado. No se parecía mucho a su hermana.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó ella. Creo que el embarazo la tenía tan fastidiada que no se pudo dar a la tarea de fingir que no me quería lejos.

—Vine a ver a Ash. ¿Podría avisarle que llegue? —Hice el intento de sonar educado, aunque yo me encontraba tan harto como ella.

La mujer metió la mitad de su cuerpo en la casa y gritó con fuerza:

—¡Te busca tu novio!

Tuve que consolarme a mí mismo con la idea de que era mejor que pensaran que éramos pareja a que supieran lo que pasó entre su sobrino y yo.

Los pasos acelerados de Ashley no tardaron en hacerse escuchar. Luego, cambió de sitio con su madre y abrió por completo la entrada para dejarme pasar. Mi amiga vestía pantalones rosados y una playera negra entallada al cuerpo, y llevaba sus rulos amarrados en una coleta baja. No era la impecable chica que se presentaba en la escuela cada mañana, pero tampoco era la guapísima Ashley que bailaba ebria usando sandalias de plataforma.

La casa de mi amiga olía a una extraña combinación entre comida y pintura acrílica. La risa de un par de niños pequeños me hizo recordar la razón de ese aroma, y también del cansancio que se escondía detrás de los rostros de la madre y la hija.

—Ya sabes, ignora el ruido que hacen —dijo Ashley al mismo tiempo que se sujetó de mi muñeca.

Me dirigió a la escalera. Le urgía que escapáramos de su familia y nos encerráramos en nuestra burbuja. Sin embargo, detuvimos la marcha cuando percibimos la presencia de su padre.

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Where stories live. Discover now