Capítulo 8: Primeras veces

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Charles Stonem dio su primer beso esa noche y no pude evitar sobrepensarlo mientras daba vueltas en mi cama

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Charles Stonem dio su primer beso esa noche y no pude evitar sobrepensarlo mientras daba vueltas en mi cama. En cambio, él dormía tranquilo en el colchón que mi madre le prestó para que se acomodara. Estaba cansado y sentía que mi lecho no dejaba de girar, como un tornado que acabaría por tragarme.

Tal vez era la culpa de haberle robado esa primera vez a mi amigo.

Mientras miraba el techo de mi habitación, recordé cómo fue para mí esa experiencia con Ashley. Ambos teníamos trece años y estábamos cansados de que nos molestaran porque no habíamos besado todavía, así que acordamos hacerlo entre nosotros para mentir sin sentirnos tan culpables. Fue solo un roce y nada más, no hubo algún cosquilleo en el estómago o algo memorable. La primera vez que besé en serio fue a principios del año pasado, en una fiesta en casa de Archie, mientras jugábamos a armar parejas y hacer que estas se encerraran cinco minutos dentro del clóset.

Paula Moore estaba tan entusiasmada que, en cuanto entramos, se me tiró encima y plantó su boca en la mía. Era una aspiradora, sentía como si fuera a llevarse en su arranque mi lengua y garganta. Me mordió los labios, chocó sus dientes con los míos y cuando se separó de mí, solo me quedó en el paladar su goma de mascar. Fue algo casi traumático.

Mis demás experiencias con besos fueron menos perturbadoras, aunque no por eso románticas. Y, si lo analizaba a detalle, jamás había dado un beso «por amor»; siempre fueron juegos o retos, nunca porque en verdad quisiera hacerlo con una chica.

Archie y Tony tuvieron primeros besos más convencionales: el pelirrojo, con alguien que conoció en un campamento, y Tony, después de salir con Regina Jacobs.

Tampoco había tenido una primera cita. Ese recordatorio me hizo sentir incómodo.

Aunque la principal razón por la que nunca salí con una chica que me gustara, era porque no había conocido todavía a una que me hiciera sentir ese deseo. Sabía que no le resultaba desagradable al sexo opuesto porque Ashley me contó, que en la lista que hicieron ordenando a los chicos de primero del más guapo al más feo, quedé en el lugar cinco, por encima de mis amigos que ya habían tenido novias.

Harto de estar entre pajas mentales, me tiré el edredón encima y apreté los párpados para obligarme a dormir. Estaba cansado de pensar, y nada más quería que amaneciera y poder meterme en mi papel de que no pasó algo. De que no hubo un solo cambio en mí después de ese beso. Y de que no lo sentí distinto a los otros besos que había dado con anterioridad.

Mis esfuerzos no tardaron en ser efectivos, y caí en un sueño profundo. Este me conducía por un recoveco abstracto de mi mente en el que un Charly sin gafas me sonreía para después desaparecer como si fuera neblina. Aunque no se tratase de una pesadilla, me desperté a la mañana siguiente con la respiración agitada y el rostro caliente; sin embargo, no tardé en culpar de todo a la resaca. Me dolía la cabeza y sentía que la luz estaba conspirando para hacer que me matara debido a lo fastidiosa que me resultaba su presencia.

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Where stories live. Discover now