Capítulo 36: No somos emos

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Lo que hice fue tan repulsivo que incluso causé la separación de un grupo que, tenía entendido, llevaba unido desde primer año

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Lo que hice fue tan repulsivo que incluso causé la separación de un grupo que, tenía entendido, llevaba unido desde primer año.

No es como si Edward le hubiera contado a todos lo que sucedió, pero prefirió no volver a buscarme y yo hice lo mismo. Por lógica, Susana y Matt se fueron con él, y cuando creí que incluso Mich me abandonaría, llegó a acompañarme en el autobús, en la cafetería y también en los pasillos.

En una ocasión le pregunté si lo hacía por lástima. Entonces ella me soltó un fuerte golpe en la cabeza mientras me dijo:

—¡Deja de tener pena por ti mismo! ¡Me desesperas!

Su compañía hizo que las semanas pasaran con más rapidez y que no acabara por ahogarme en mis recuerdos y deseos de meterme en una máquina del tiempo para remediar todos los errores que llevaba cometidos.

Es por eso por lo que finales de octubre llegó más rápido de lo que esperaba.

Con aquello también arribó la tendencia por colocar decoraciones en la escuela: había calabazas con caras, telarañas falsas, sábanas blancas con ojos oscuros y sangre artificial por los pasillos. En Inglaterra también celebran Halloween; no obstante, al moverme en un entorno en el que imperaba lo religioso, era muy extraño que alguna de las familias de mis amigos decorara, y en el instituto al que iba ni de chiste se les pasaría adornar así.

Es más, recuerdo que cuando se planteó hacer un evento por la fecha, las autoridades nos llamaron a todos al auditorio para explicarnos que el Halloween se trataba de «una celebración anticristiana, pagana e importada que opacaba las tradiciones». Así que desde aquello nos hacían ir a misa el último día de octubre y los primeros dos de noviembre.

Me encontraba emocionado observando tanta euforia por las fechas. Un poco de mi melancolía se mermó y dejó paso a una felicidad placebo y efímera. Repartían dulces en los pasillos, así como también los del club de Teatro hacían una performance, todos vestidos de asesinos de películas Slasher.

A su vez, con la fecha, llegaba la necesidad del alumnado de ofrecer invitaciones para asistir a masivas fiestas de disfraces. A pesar del problema que había separado al grupo, Mich y yo no nos habíamos convertido en seres desagradables: por el contrario, nuestra popularidad continuaba intacta. Lo único que sucedió fue que se despertó el rumor de que Edward se había molestado conmigo porque le «había robado» robé a su chica, o sea, a Michelle. Así que no tardé en hacerme fama de «el extranjero misterioso, ladrón de novias y una potencia en atractivo». Eso según mi amiga.

Yo continuaba sintiéndome invisible.

El punto es que, al mantener nuestra popularidad intacta, no tardaron en llegarnos un par de invitaciones para fiestas de disfraces.

—¿A cuál iremos? Nos las dieron hace tres días y aún no nos decidimos —dijo Mich al mismo tiempo que observaba las cuatro invitaciones que reposaban sobre nuestra mesa en la cafetería—. Tengo entendido que Scott Brown tiene piscina en su casa, aunque se rumora que en la de Rose Taylor habrá barriles de cerveza.

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Where stories live. Discover now