Capítulo 29: No es igual

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Echaba de menos pedalear, sentir el viento golpeándome el rostro y su vaivén agitándome los cabellos

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Echaba de menos pedalear, sentir el viento golpeándome el rostro y su vaivén agitándome los cabellos. Aunque tenía prisa por llegar a mi reencuentro con Charly, no fui tan rápido como lo planeé en un inicio. Y deseaba admirar los lugares de mi vecindario, aquellos que conformaban mi antigua realidad. Aún me sentía parte de ese sitio, de sus calles, de sus casas, jardines y plazas. La distancia no me había arrebatado del todo mi identidad.

Cuando llegué al enrejado que marcaba el inicio del bosque, casi salté de mi bicicleta. Mis manos se lastimaron porque por poco me caí de boca al suelo, aunque no sentí mucho dolor; solo me restregué las palmas en el pantalón y me dispuse a trepar como en los viejos tiempos. Un sentimiento de nostalgia me embriagó cuando salté a esa arboleda que presenció muchos de nuestros momentos más importantes como pareja. Tal vez, si los árboles hablaran, le contarían a los que osaran caminar por ahí la historia de amor entre un par de fugitivos.

Caminé con las manos dentro de los bolsillos de mi chaqueta, muy atento a cada sonido y detalle. Además de mi intención de querer rememorar los espacios físicos que conformaban mi lugar de origen, también tenía la esperanza de que Charly estuviese ansioso por verme y hubiese llegado antes. Me permití fantasear un poco e imaginé que me interceptaba de sorpresa, que me daba un gran empujón y los dos acabábamos tirados en el suelo riéndonos para después besarnos y decirnos lo mucho que nos echamos de menos y cuánto nos amábamos.

Lancé un suspiro cuando terminé con esa fantasía romántica. Por más que Charly tuviese un carácter en extremo cursi, sabía que ese no era su estilo.

Detuve mi andar cuando me encontré con el montículo de rocas en el que ambos solíamos reposar luego de faltar a una clase. Me acomodé en estos como si fuesen un asiento y saqué el móvil. Había arribado a la hora exacta, así que pensé que él llegaría en cuestión de segundos.

Me entretuve por un buen rato mirando el cielo y después al riachuelo, que continuaba corriendo y andando. El ritmo de la naturaleza es imparable; por más que un montón de situaciones nos azoten, le somos indiferentes.

Volteé a los lados para ver si Charly llegaba, pero no noté nada, solo el arrullo del viento cálido de verano y el ruido que hacían algunas ardillas al saltar entre las ramas de los árboles.

Saqué el teléfono y miré la pantalla; habían pasado más de veinte minutos desde nuestra hora acordada. Abrí mi bandeja de mensajes, esperando encontrar uno de Charly, pero no vi nada. Calmé mi impaciencia y decidí hacer lo más sensato: escribirle a Ashley.

Ash

¿Sabes si Charly ya viene en camino?

Con la intención de saciar mi ansiedad, recogí algunos guijarros del suelo y comencé a lanzarlos al agua, formando ondas y haciendo que un poco de esta salpicara. Pero aquello no funcionó, solo pensaba en cuánto me irritaba la impuntualidad de Charly y en el regaño que le daría. Pasé otro buen rato repitiendo aquella acción. Solo me detuve al caer en la cuenta de que ya estaba oscureciendo.

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Where stories live. Discover now