Capítulo 17: Hechizado en cuerpo y alma

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A un par de días de regresar a la escuela, luego de las vacaciones de invierno, fui a visitar a Ashley a su casa

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A un par de días de regresar a la escuela, luego de las vacaciones de invierno, fui a visitar a Ashley a su casa.

Necesitaba hablar con ella, no solo por la necesidad de desahogarme de toda la mierda que estaba abrumando a mi inútil cabeza, sino porque era urgente que me contara lo que sucedía entre ella y el chico con el que había usado los condones.

No eran celos, se trataba de curiosidad. Además, si se supone que fingíamos ser pareja delante de todos, eso quería decir que me era infiel dentro de ese extraño juego de roles.

Su madre fue quien abrió la puerta. La mujer tenía una expresión cansada y ojeras prominentes; vestía con ropa deportiva, y su camiseta blanca se encontraba manchada de comida. Antes de que pudiera decirle cualquier cosa, un llanto ensordecedor se escuchó dentro de la casa. Noté la expresión de sufrimiento de la mujer; era una combinación entre molestia e intensos deseos de soltarse a llorar de desesperación.

Ella se hizo a un lado, permitiéndome la entrada a su hogar. Para mi sorpresa, no había rastro de los dos huracanes borrascosos que eran Henry y Lauren. La casa se hallaba ordenada; no había nada de juguetes en el suelo, risas estruendosas y Discovery Kids de fondo a todo volumen.

La madre de Ashley señaló a la entrada a su patio trasero, y después subió corriendo las escaleras para ir a donde estaba su bebé.

Hice lo que la indirecta me pidió y abrí esa entrada compuesta por un gran ventanal. El patio contaba con un par de columpios, un tobogán y un arenero. Al fondo estaba el enorme asador con el que habían cocinado las hamburguesas del cumpleaños dieciséis de mi amiga el año pasado, y había varios balones regados alrededor del pasto.

Sin preguntármelo dos veces, me senté en uno de los columpios y comencé a balancearme en él. La suela de mis zapatillas se raspaba con la tierra, y el sonido del metal oxidado al moverse era lo que evitaba que me concentrara en el llanto del bebé.

Ashley no tardó en abrir la puerta y hacerme compañía en el columpio de al lado. Se trataba de una escena similar a la de nuestra infancia, cuando competíamos para ver quién llegaba más alto o cuál de los dos era capaz de lanzar su zapato más lejos mientras nos columpiábamos.

—¿Qué te trajo aquí? —preguntó sin voltear a verme; se concentró en balancearse—. Ya me había hecho a la idea de que me cambiaste por Charles.

Fruncí el entrecejo y frené, plantando mis pies en la tierra.

—¿Conseguiste un reemplazo para tu novio de mentira? —Devolví con la misma perspicacia.

—¡¿Cómo mierda te enteraste?! —También frenó en seco.

—Charly me lo dijo el otro día.

—¡Estúpido bocazas! —Se dio una palmada en el rostro.

—Bueno, no te delató como tal, pero me contó que le pediste los condones que había comprado para... —Hice una mueca, y no pude terminar la oración.

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora