Capítulo 5: Obsesión visual

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Me sorprendí cuando, a la mañana siguiente, encontré a Charly caminando por la arboleda para ir en dirección al colegio

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Me sorprendí cuando, a la mañana siguiente, encontré a Charly caminando por la arboleda para ir en dirección al colegio.

Desaceleré el paso y, mientras veía cómo su espalda se movía delante de mí, medité si debía saludarlo o no. Éramos amigos, se suponía, aunque no existiera todavía un mínimo de confianza entre nosotros.

Estuve largo rato en la misma posición, hasta que me harté de la tensión que me causaba nuestro silencio y pedaleé más rápido, con la intención de estar a su nivel.

—Pensé que te quedarías en casa al menos por hoy —mencioné para romper el hielo.

Él usaba una mascarilla negra y llevaba las gafas por sobre esta. Quizá deseaba evitar que se empañasen.

Una de las tantas razones por las que agradecía no sufrir de miopía.

—No tolero estar sin hacer algo —replicó, sin despegar la vista del frente—, me da ansiedad.

—Y a mí me la da tener muchas cosas pendientes. —Como era incómodo pedalear al mismo ritmo que los pasos de Charly, frené para bajarme de la bicicleta y llevarla arrastrando conmigo—. Más bien, me da ansiedad tener que hacer cosas.

—Eso explica por qué tienes ese cero en las tareas de Química. —Chasqueó los dedos, como si hubiera hecho un gran descubrimiento—. ¿No te da ansiedad estar en riesgo de perder la materia?

—¿Podemos no hablar de mi trágico futuro? —dije a la defensiva.

—Debí suponer que eras de los que no piensan por ansiedad. —Encogió los hombros.

—¿Me estás insultando?

—Tranquilo; si te pones a pensar, te vas a agotar antes de que lleguemos a clases.

Hizo un sonido gracioso y pude ver, cómo, aún debajo del cubrebocas, estaba riéndose de mí. Era la primera vez que lo escuchaba de ese modo, y aunque no era algo armónico, disfruté conocer otra faceta de Charly. Tenía que admitir que, a pesar de lo desagradable del principio, no era malo haber hecho un nuevo amigo.

Cuando llegamos a la salida del parque, él aceleró el paso, dejándome atrás.

—¿Ahora qué hice? —le pregunté después de detener mi marcha.

Él giró la cabeza para mirarme, sus cabellos revoloteaban con el viento de esa mañana de otoño; y aunque la boca que tanto me gustaba quedó cubierta, ahora eran sus ojos verdes lo que más destacaba: los cristales que tenía encima los hacían ver más grandes, e incluso diría que profundos.

—Tú siempre huyes de mí —respondió. A pesar de la mascarilla, pude notar cómo su mirada se achicó. Estaba sonriéndome.

No fui capaz de analizar bien sus palabras, ya que me quedé disfrutando de esa postal que sin querer Charly me dio.

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Where stories live. Discover now