Capítulo 14: Vagabundo en la nada

3.9K 663 718
                                    

—No te recomiendo entrar —le dije tratando de hacer que mi tono no me delatara

Oops! Questa immagine non segue le nostre linee guida sui contenuti. Per continuare la pubblicazione, provare a rimuoverlo o caricare un altro.

—No te recomiendo entrar —le dije tratando de hacer que mi tono no me delatara.

Charly y yo continuábamos en la misma posición. Si a mi padre se le ocurría entrar de un momento a otro, no tendríamos suficiente tiempo de aparentar que estábamos haciendo algo «normal».

—Mi amigo se quedó dormido en el suelo y tendrás que pasar por encima del desastre que dejó —completé.

La perilla dejó de moverse, y mi corazón volvió a latir a un ritmo saludable.

—¿Todo bien? —preguntó papá con una voz más serena.

—Sí, no te preocupes.

¡Arruinó nuestro momento!

—Vale, hablamos mañana.

Escuchamos sus pasos alejarse. Se trataba de un sonido muy tenue, pero ambos nos estábamos esforzando por captar las pocas ondas sonoras. Pensábamos que, si nos movíamos, nos delataríamos. Era como un: «Si no me muevo, no me ve; si no me muevo, no me ve...».

—¡Mierda, estuvo a nada! —Resopló Charly. Bajó sus piernas y se cubrió el rostro con las manos—. ¿Qué nos habría hecho?

Miré hacia arriba, tratando de imaginar ese horrible escenario. Probablemente nos habría agarrado a los dos por el cuello y nos habría sacado a patadas de su casa.

—Mejor no pensemos en cosas desagradables. —Cambié de posición para acostarme junto a él. Mi cama no era muy grande, pero como éramos un anémico y un lombriciento, alcanzaba—. ¿Quieres continuar?

—No lo sé. —Colocó una mano en la parte baja de mi abdomen, haciéndose espacio entre la camiseta y mi piel—. Ahora que lo pienso, tal vez nos habrían escuchado; tu casa es pequeña.

—¿Serías ruidoso?

—Creo que no. La vez que me inyectaron diez veces aprendí a quedarme callado; a mi papá le cagaba que me quejara.

—¡Carajo! ¿Por qué tantas?

—La bronquitis se complicó y... La verdad es que no lo recuerdo. Mi mente lo disoció porque odio esas memorias. —Siguió acariciándome el abdomen—. ¿Puedes quitarte la camiseta?

—¿Por qué? —Lo miré con estupor, aunque moví mis dedos a donde comenzaba el botón que estuve a punto de desabrocharle hace rato.

—Mínimo quisiera ver.

Puse los ojos en blanco, pero me senté en la cama y alcé los brazos para quitarme la prenda de encima. Me avergoncé porque no tenía músculos o un buen abdomen. La vez que había intentado ir al gimnasio con la intención de marcarme como Archie, había terminado rindiéndome porque no había visto ningún resultado.

—Te toca —dije una vez volví a acostarme. Puse de nuevo mi mano en su botón, quería desabrocharlo—. Sé una persona justa.

—No quieres ver lo que hay debajo. De hecho, si íbamos a hacerlo, te iba a pedir que apagaras la luz para que no vieras...

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora