♡CAPITULO 27♡

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No recordaba en qué momento me quedé dormido. 

Jean y yo habíamos hecho el amor hasta que el sol había comenzado a salir, y cada vez que sucedía era más maravilloso. 

Se había encargado de hacerme sentir completamente cómodo; a pesar de nuestra desnudez, a pesar de mis complejos, a pesar de todo... 

Habíamos pasado parte de la noche charlando, entrelazando nuestros dedos suavemente, besando nuestros rostros, absorbiendo todo lo que habíamos perdido del otro tiempo atrás. No hubo ni un momento incómodo, no hubo nada más que dos adolescentes enamorados, entregándose a ese amor tan profundo que sentían. 

El frío que sentí en los dedos de los pies me hizo introducir mis pies desnudos dentro de las pesadas cobijas, sábanas y edredones desperdigados sobre la cama.

El agarre de Jean en mi cintura se hizo más fuerte mientras yo intentaba acomodarme para seguir durmiendo.
 
—Deja de moverte, Liba—se quejó la voz ronca de Jean a mis espaldas. 

—Shhhh —susurré, mientras me giraba sobre mi cuerpo hasta quedar de cara a él, enterrando el rostro en su cuello cálido. 

Su abrazo se apretó aún más en mi cintura y sentí cómo una de sus piernas se colocaba sobre mi cadera.

Una risita ronca salió de mi garganta, ahuyentando mi propio sueño y el suyo. La risa de Jean, siguiendo la mía, vibró en su pecho haciéndome alzar la vista para mirarlo. 

Sus ojos entrecerrados me miraban con anhelo y aprehensión, mientras su sonrisa infantil le iluminaba el rostro.

—Buenos días, hermoso —susurró. 

—Buenos días, amor —susurré, apartando los cabellos alborotados de su rostro. 

Un beso suave fue depositado en mis labios mientras mis dedos se enredaban en la melena alborotada de Jean.

Un gruñido en apreciación brotó de lo más profundo de su garganta y, de pronto, me encontré atrapado entre su cuerpo y el colchón de la cama. 

Sus labios desperdigando besos húmedos por mi cuello y mi clavícula. 

Mi cuerpo, adolorido por lo que hicimos en la noche, reaccionó casi al instante, arqueándose casi por si sólo ante los besos expertos del chico desnudo que tenía sobre mí. 

—J-Jean —tartamudeé con un hilo de voz, sintiendo una de sus manos pellizcando uno de mis pezones. 

—¿Nos duchamos juntos? —susurró él, contra mi oreja. 

Un violento estremecimiento me recorrió el cuerpo antes de que Jean se apartada con brusquedad, dejándome aturdido y azorado en la comodidad de la cama. 

Sus dedos se enredaron en los míos, tirando suavemente de mí hacia arriba. Lo seguí fácilmente, mientras nos conducía al baño de la habitación. 

Nuestros labios se encontraron en un beso suave mientras él tanteaba en busca del grifo del agua caliente. Una sonrisa se deslizó por mis labios cuando su voz resonó contra mi boca, maldiciendo su torpeza. 

El agua comenzó a caer a raudales y la habitación se llenó de vapor caliente en pocos minutos. Jean tomó su tiempo templando el agua antes de introducirnos en ella. 

Mi piel se puso de gallina al sentir el calor del agua corriendo por mi cuerpo y cerré los ojos, relajándome ante la agradable sensación. 

Él me abrazó contra su cuerpo húmedo y cálido mientras nos quedábamos quietos debajo del chorro de agua.

—Te extrañé tanto —la voz de Jean fue amortiguada por el agua que caía sobre nosotros, pero la sentí dentro de mis fibras más sensibles. 

—No tienes idea de cuánta falta me hacías —murmuré contra su pecho. 

Sus brazos se apretaron alrededor de mi cuerpo y suspiré. Ahora todo se sentía en orden. Todo se sentía como se supone que debía sentirse desde un principio.

—Date la vuelta —pidió Jean, abandonando su abrazo apretado. 

Yo obedecí y lo sentí masajeando mi cuero cabelludo con shampoo. La sensación cálida y cómoda que me invadió colmó mi pecho. Sentí la espuma jabonosa recorrer mi cuerpo mientras Jean frotaba mi cuerpo con la esponja de baño y un poco de jabón. 

Cuando el jabón abandonó mi cuerpo me volví para encararlo y le hice una seña con mi índice, indicándole que se girara sobre sus talones. Él obedeció con una media sonrisa coqueta dibujada en el rostro. 
Coloqué un poco de shampoo en la palma de mi mano antes de comenzar a frotarlo en los húmedo cabello de Jean.

Era claramente más alto que yo, pero lo arreglé parándome en mis puntas, estirando los brazos para lavarlo a conciencia.

Tomé la esponja de baño y el jabón, y me concentré en mi tarea de limpiar su piel frotando suavemente su espalda, sus brazos, sus omóplatos, su abdomen, sus piernas... 

Él se giro hacia mí nuevamente, mientras el agua se llevaba el resto de la espuma de su cuerpo. Sus labios se unieron a los míos mientras cerraba la llave y estiraba el brazo para alcanzar una toalla mullida. 

Frotó mi cuerpo rápidamente, envolviéndome con la toalla. Tomó una para él mismo y la enganchó en sus caderas en un nudo descuidado. 

Salimos del baño en silencio y yo comencé a rebuscar en mi maleta abierta un poco de ropa. 

—Tengo que traer mi maleta a ésta jodida habitación —gruñó juguetonamente, mientras enredaba sus brazos en mi cintura, por mi espalda. 

Una sonrisa suave se deslizó por mis labios.

—Esa sería una fabulosa idea. 

—Iré a vestirme, ¿Te veo en la cocina? —dijo besando mi hombro húmedo. 

—No tardes —canturreé, girándome entre sus brazos para depositar un beso suave en su nariz. 

Una sonrisa juguetona se apoderó de sus labios antes de que su abrazo soltara mi cuerpo y desapareciera por la puerta de la habitación. 

Yo continué buscando ropa en mi maleta cuando la voz de Darian irrumpió la quietud de la habitación. 

—¡¿DORMISTE CON JEAN?! —chilló. 

Yo me volví para encararla, esperando ver un ceño fruncido y expresión furiosa, pero lo único que pude ver fue una sonrisa boba pintada en su rostro. Darian estaba emocionada.

Sentí el rubor instalarse en mis mejillas y asentí.

—¿No quieres gritarlo más fuerte para que todo el pueblo se entere? —mascullé con una sonrisa pintada en el rostro. 

Una risa brotó de la garganta de mi amiga y entró a la habitación, cerrando la puerta tras ella.

—¿Volvieron?, ¿Fue algo de una noche?... —preguntó sentándose en la cama. 

Yo la miré con fingida indignación.

—¿Crees que dormiría con él sólo por pasar la noche?, por supuesto que no fue de una noche. 

Una sonrisa irrumpió su rostro.

—¿Y Orson? —preguntó, suavemente. 

Yo bajé mi vista al suelo. No había querido pensar mucho en él. Orson no se merecía que le mintiera. Él merecía un chico que pudiera amarlo plenamente.

—Se lo diré cuando volvamos. Jean dijo que también hablará con Brianda. 

—Sabes que te apoyo, ¿verdad?, sólo... Has las cosas bien.

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AUNQUE PUEDAS VERME -LIEAN #2 (TERMINADA)Where stories live. Discover now