Capítulo 3: Éxitos y fracasos

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Con los primeros rayos del sol amaneciente empecé a despertarme y a aclararme. Me acordé de Ralts y rápidamente me levanté de mi cama para salir por la puerta e ir a verla. Al llegar, encontré a mi madre con la Ralts en brazos, volviendo a comprobar su estado.

Tiré de la ropa de mi madre para llamar su atención, y cuando se volteó a verme me hizo gesto de guardar silencio, que Ralts aún estaba delicada. Mi padre no estaba porque se había ido a trabajar, así que era mi madre quien se quedó cuidando de la casa, de mí y de los Pokémon.

Seguía preocupado por ella, pero ya me dijeron que no debía molestarla, así que solo podía estar en casa jugando con mis juguetes o descansar. Preferí quedarme cerca en vez de alejarme, no había nada que me hiciera cambiar de idea... salvo lo que pasó después.

Entraron al cuarto el Growlithe de mi padre y la Vulpix de mi madre, quizás vinieron a saludar o a pedir que les diesen de comer. Como de costumbre, mi reacción al verlos fue encogerme del miedo mientras que mi madre trataba de cubrirme y separar a los Pokémon de mí.

La Ralts se despertó y reaccionó al miedo que emanaba. Ella también estaba preocupada por mí, así que ahora decidió que le tocaba ayudarme, y fue de una manera realmente rápida y efectiva.

Ralts levitó para bajarse de los brazos de mi madre y se puso entre mí y los Pokémon de mis padres, y aunque parecía que iba a hacer lo mismo que la vez que nos encontramos con aquel Meowth, lo cierto es que fue diferente. Se acercó al Growlithe de mi padre lentamente y comenzó a acariciar su pelaje, provocándole una sensación de placer y comodidad; luego pasó a acariciar el pelaje de la Vulpix de mi madre y producir la misma reacción en ella.

Ver a Ralts sonreír sin miedo y dándoles felicidad a los Pokémon de mis padres solo por tocarlos me tranquilizó. Ralts me miró y me llamó a acercarme, transmitiéndome coraje y valor. Anduve lentamente hasta ella, guiado y apoyado en la seguridad que me transmitía, aunque se iba desvaneciendo cuanto más me acercaba a los Pokémon.

Sin embargo, logré llegar a su lado sin desvanecerme. Ella puso su mano sobre el pelaje de Growlithe para que la copiase. Acerqué mi mano temblorosa hasta el pelaje de Growlithe, pero finalmente pude hacerlo. Mientras ella empezaba a frotar cuidadosamente, me mantenía en contacto con su otra mano, queriendo que imitase sus caricias.

Froté más lento de como frotaba Ralts, pero poco a poco fui aumentando mi roce. Growlithe se echó al suelo para que fuese más fácil acariciarlo, y continué así. En mi cara se empezó a dibujar una sonrisa.

Ralts pasó a acariciar a Vulpix para que yo también la acariciara, y esta vez pude reaccionar más rápido que con Growlithe. Vulpix también se echó al suelo para que pudiese frotar mejor. Mi cara mostraba una sonrisa amplia de emoción.

Ralts había logrado dar un gran paso en ayudarme con mi miedo, y solo habían pasado unos minutos desde que amaneció. Growlithe y Vulpix se levantaron del suelo volviendo a sus cuatro patas y frotaron su pelaje contra mí. Aún recuerdo las cosquillas de aquel día, me estuve riendo mucho.

Mi madre estaba sorprendida, Ralts fue más útil de lo que pensaba. Tal era su emoción que se fue acercando y aumentando la marcha poco a poco, viniendo a abrazarnos y transmitir su felicidad.

Tenía muchísimas ganas de mostrarle a mi padre mi superación del miedo y la gran ayuda que brindó Ralts, aunque debía esperar ya que estaba trabajando hoy, así que le dejó un mensaje de que tenía una sorpresa agradable que darle.

Mientras esperaba la hora para que llegase mi padre, aprovechó algo del día para que saliésemos de casa a dar un paseo y acercarme a más Pokémon, confiada de que daría el mismo resultado, pero antes falta nuestro desayuno y vestirnos por supuesto.

Estando todos listos para salir, mi madre llevó a Vulpix consigo mientras le encargaba al Growlithe de mi padre vigilar la casa mientras no estuvieran. Fuera de casa, mi madre empezó por llevarme a casa de los vecinos y contarles mi superación del miedo a los Pokémon.

Desafortunadamente no había nadie en casa, así que me llevó de vuelta al parque, hubiera Pokémon o no, que al menos me volviese a dar el aire, y que Ralts estuviese conmigo para ayudarme.

De pronto, apareció un Zigzagoon y un Bidoof salvajes paseando por el parque, y mi madre aprovechó para llamar su atención y acercarlos. Estos se percataron de como mi madre intentaba atraerlos y poco a poco se fueron acercando. Estando tan cerca, mi madre nos dio unos empujoncitos a mí y a Ralts para que tratásemos de seguir probando a acercarnos a más Pokémon.

Esta vez, Ralts estaba retrocediendo en vez de acercarse, y como no mostraba la misma seguridad que antes yo también empecé a retroceder y a asustarme. Esos Pokémon olieron nuestro miedo y nos gruñían. Temiéndose lo peor, Vulpix se puso en medio y comenzó a ladrar para ahuyentarlos.

Huyeron asustados, pero Ralts y yo también nos asustamos. La confianza de mi madre se derrumbó, cometió un error al tratar de forzarnos y confiarse cuando di un gran paso al acercarme a los Pokémon de mis padres. El progreso que logré esta mañana se desvaneció, pues lo que fácil vino, fácil se fue.

Mi madre trató de guardar a Ralts en la Poké Ball, pero esta se negaba y se cubría tras de mí para evitarlo, mientras que yo la mantenía abrazada y me aseguraba de que no la guardase. Mi madre lanzó un suspiro, guardó la Poké Ball con la promesa de no guardarla dentro y nos llevó en brazos a los dos con Vulpix acompañándola a su lado de vuelta a casa.

La marcha de mi madre fue más lenta que de costumbre, y no solo por cargar conmigo y con Ralts, también cargaba culpa de exigirnos demasiado. Al llegar a casa y entrar por la puerta, Growlithe nos recibió con entusiasmo y alegría, pero eso nos incomodó a Ralts y a mí, mientras que mi madre trataba de tranquilizarlo y detener su jaleo.

El resto del día hasta que volviese mi padre fue como normalmente era antes de tener a Ralts: yo estaba aislado de los Pokémon de mis padres porque estaba aterrado, solo que esta vez Ralts estaba conmigo.

Por la noche y después de que cenásemos, llegó mi padre a casa, nos saludó y le preguntó a mi madre sobre esa sorpresa tan agradable que le envió. Ella, con su expresión de tristeza, le contó lo que había pasado, de la ayuda que me dio Ralts y como lo estropeó al intentar acercarme a más Pokémon. La cara de mi padre tornó su sonrisa en enfado, y comenzó otra discusión.

—Pero mira que eres testaruda —Gritó mi padre—. ¿Por qué siempre decides cosas absurdas?

—Yo solo quería ayudar también a superar su miedo, nada más —Contestó mi madre.

—Pues solo has conseguido perder lo ganado. Estarás contenta.

—¡Cállate ya! Lo que haces tú de dejar que las cosas pasen y luego quejarte es peor.

Mis padres se gritaban el uno al otro, Growlithe y Vulpix se encogían del miedo y huyeron a sus cestas cama. Ralts y yo también estábamos mal, acumulando presión de sus gritos dentro de nosotros, hasta el punto de explotar y correr a mi cuarto.

Ralts cerró la puerta de golpe y eso interrumpió la discusión de mis padres. Fueron a la puerta de mi cuarto e intentaron abrir, pero no se movía ni un milímetro porque Ralts la mantenía cerrada. Golpeaban la puerta y exigían entrar, pero nosotros también les contestamos con un tono alto, yo hablando y ella telepáticamente, que nos dejaran en paz.

Como adultos que eran, pensaron en que forzar esto solo provocaría que la cosa empeorase más. Se excusaron con detener su discusión y hablarlo tranquilamente, pero no dimos ninguna respuesta, y siguieron excusándose sin oírnos decir nada, hasta que aceptaron quedarse con nuestro silencio, deseándonos buenas noches antes de irse a su cuarto a dormir.

Ralts y yo estábamos abrazados fuertemente en la cama, asustados e intentando cubrirnos mutuamente el dolor que pasamos el día de hoy. Mientras que en el cuarto de mis padres, ellos trataron de hablar sin alterarse qué podían hacer, y mutuamente decidieron dejar que fuese Ralts la única que me ayudase con los Pokémon, dejando el resto de cuidados a sí mismos.

Continuará...

Mismo DestinoWhere stories live. Discover now