Capítulo 1: Llegada a Kanto

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Soy Joaquín, un entrenador Pokémon que acaba de dar su primer viaje fuera de su hogar. Me acompañan mis Pokémon: Paula, una Gardevoir variocolor que conocí desde mi infancia y que aprendió a comunicarse por el idioma humano; Lucario, el Pokémon de mi amigo de la infancia, Víctor; Froakie y Chikorita, los Pokémon iniciales que nos entregó el profesor García el día que nos hicimos entrenadores; y un huevo misterioso, entregado también por el profesor García y la profesora Carrasco, del cual solo puedo apreciar su patrón blanco con motivos de figuras en dos colores.

Vamos a bordo del barco que atracamos en el puerto del Archipiélago Vucloin, mi lugar natal. Partí hacia Kanto con el objetivo de explorar y ayudar a los profesores García y Carrasco a estrechar lazos con otros profesores, compartiendo investigaciones al mismo tiempo que averiguábamos nuevos secretos. Desde que partimos, fue un día entero de viaje, y en algunas ocasiones contactaba por videollamada a casa para hablar con mis padres, o al laboratorio para hablar con los profesores. Les aliviaba vernos bien, tanto como les molestaba la lentitud del barco aun para un solo día. La ubicación de los puertos y la hora a la que salimos nos hubiera dejado por la tarde allí, pero hubo pronóstico de turbulencias que iba a retrasar el viaje, así que no era justo que se enfadaran con el transporte.

Al momento en el que el puerto de Ciudad Carmín en la región de Kanto se divisaba, avisaron por megafonía que pronto íbamos a atracar y desembarcar. Fue un giro para mí y para Paula enterarnos de que llegábamos ya, estábamos tan acomodados a mantenernos en el transporte que ver nuestro destino cerca nos volcó todos los nervios que dejamos a un lado. Respiramos profundamente para relajarnos mientras esperábamos, era lo mejor.

Cuando el barco estaba a pocos metros del puerto, nos pusimos en camino hacia la salida y las escaleras. Paula me sostenía la mano para transmitirme calma. En ese momento me sentí bien como siempre al tenerla a mi lado, pero fue la primera vez que también me sentí mal al pensar que dependía demasiado de su apoyo. Paula es mi Pokémon, y al igual que el resto de mis Pokémon son de mi equipo, a los cuales yo trataba como si fuésemos amigos. No es una manera común de valorar a los Pokémon que uno posee como hacen otros entrenadores, pero así era yo, alguien diferente a los demás.

Bajamos las escaleras que conectaban el barco con el puerto mientras seguíamos en la fila. En el momento pusimos los pies en Kanto pudimos sentir la emoción de haber hecho la primera parte del viaje, pero nos contuvimos un poco para alejarnos un poco de la gente. Algo más separados de las personas, Paula y yo nos miramos mutuamente, nos sonreímos y asentimos, liberando poco a poco y a nuestra manera lo que era llegar aquí.

El siguiente paso era llegar al centro Pokémon para contactar con los profesores y nuestros padres de nuestra llegada. Lo irónico era que el puerto y el centro Pokémon son los dos puntos de Ciudad Carmín más alejados el uno del otro. El uso del mapa fue de lo más útil, y según tengo entendido, casi nadie le sacaba partido al uso del mapa. Y así llegamos hasta el Centro Pokémon donde usamos los comunicadores. Cuando pensamos a quién avisar primero, Paula sugirió que primero fuesen nuestros padres, a lo que acepté. Marcamos el número de teléfono, nos mantuvimos a la espera, y finalmente contactamos.

—¡Hola, Joaquín! ¡Hola, Paula! —Respondía nuestra madre al otro lado del comunicador.

—Hola, mamá. Hemos llegado a Kanto —Respondí yo.

—Sí, por fin hemos empezado aquí —Respondió Paula.

—Bien, es bueno veros empezando —Dijo mi padre.

Alivio para ellos de saber el éxito de nuestro viaje, y alivio para nosotros de haberles contactado. Sin embargo, fue justo después cuando la cosa comenzó a torcerse.

—Por cierto, Joaquín —Continuó mi padre —. ¿Estás ayudando al profesor García por trabajo? O sea, ¿es con eso con lo que te vas a ganar la vida?

—No cariño, ¿pero qué cosas dices? —Dijo mi madre —. Solo es algo secundario, seguramente Joaquín esté en Kanto donde tendrá un trabajo de verdad. ¿No es así?

Paula y yo nos quedamos en silencio, y a mí me salían algunos tartamudeos. A la pregunta de mi padre respondí tembloroso que era una colaboración, y a la pregunta de mi madre respondí nervioso que no tenía pensado trabajar en Kanto. Poco a poco, las sonrisas de mis padres se desvanecieron en caras de "sorpresa de malas noticias", y luego se tornaron en caras de decepción. Mi madre comenzó a alzar la voz, replicando mis malas decisiones y mi irresponsabilidad, y cuando descansaba para hablar, mi padre tomaba el turno para discutirme que debería estar haciendo planes para "cosas hechas a mi nivel". Con la gente de alrededor mirándonos, Paula interrumpió para despedirse por los dos y cortar la llamada.

Me llevé las manos a la cara, cubriéndola y sosteniendo el peso del estrés de la situación. Paula me dio palmaditas en la espalda y frotó mientras me consolaba diciendo que todo iría bien. Casi hubiera preferido que el primer combate que librase en Kanto fuese una derrota a tener una bronca con mis padres. Paula me ayudó a calmarme antes de comenzar la segunda llamada para los profesores. Fuimos a la tienda de bebidas para pedir un Skittolate, ya que, de entre todas las bebidas, era la que más me convenía para la situación. Era la primera vez que tomaba esa bebida, y después de tanto tiempo aún no me he cansado de ella. Tras la calma y dulzor que me dio el Skittolate, no tardé más de unos segundos en recuperarme para llamar a los profesores. Al igual que con nuestros padres, llamamos, esperamos y finalmente conectamos.

—¿Sí? ¡Ah, hola chicos! —Saludó el profesor García —¿Todo bien por Kanto? Lamento que el barco tardase tanto en llegar.

—Eso no ha sido lo peor del viaje... —Susurró Paula.

—¿Decías algo, Paula?

—¡Esto! De... Decía que no pasa nada, así ha sido el trayecto.

—Bueno profesor, ¿a dónde debemos ir ahora? ¿Hay algo que buscar en Kanto? —Pregunté yo.

—En Carmín, justo donde estáis, no es donde todavía hay alguien con quien vincular lazos de profesores.

—¿Cómo que "todavía"?

—Ah, disculpad. Según gacetas del mundo, en Ciudad Carmín hay un prodigio que aspira a convertirse en profesor. Se le menciona como Señor Cerezo. Pero aún no ha obtenido el título de profesor.

—Quizás podríamos hablar con él.

—Me temo que no se me permite. Avisé de que quería contactar con los profesores de las diversas regiones del globo mediante vuestra ayuda como intermediarios.

—Es un placer ayudarle, y así podemos viajar para conocer más lugares y Pokémon.

—Bueno, y además de eso también se os retribuirá con fondos por las investigaciones. Ah, disculpad, mi esposa, la profesora Carrasco quiere hablarme. ¿Sí? ¿Qué ocurre, cariño? ¡Ah, cierto! Se hace tarde. Bien, antes de cortar os diré a dónde debéis ir. Se trata del laboratorio del profesor Oak, está en Pueblo Paleta, lo podréis ver en el mapa.

—Entendido y marcado, hacia Pueblo Paleta. Una vez allí, nos reuniremos con usted por llamada junto al profesor.

—Gracias chicos. Cualquier suceso interesante que presenciéis, informadme, quizás sea tema de investigación o conversación. ¡Hasta luego!

El profesor García colgó la llamada, y a la profesora Carrasco le dio tiempo a asomarse para saludar y despedirse. Las nuevas instrucciones estaban puestas. Y según el mapa, para ir desde Ciudad Carmín hasta Pueblo Paleta, debíamos pasar, y posiblemente parar, en Ciudad Azafrán, Ciudad Celeste, el Monte Moon, Ciudad Plateada, el Bosque Verde y Ciudad Verde. Cuando mencioné la lejanía del puerto de Carmín con el Centro Pokémon, no me quejé en absoluto; de hecho lo que hice fue valorar el mapa.

Una última cosa que hicimos antes de partir fue hacer un chequeo rápido a mis Pokémon de equipo, y al informarle a la enfermera Joy de que íbamos a salir de Ciudad Carmín, nos remarcó por las conversaciones de las llamadas que al ser de lejos debíamos tener en cuenta que íbamos a encontrarnos con entrenadores con los que combatir. Según parece, fuera de nuestro archipiélago, los combates Pokémon entre entrenadores son algo más obligatorios, o más difíciles de rechazar.

A pesar de ello, estábamos decididos a seguir. Y si pasaba algo, Paula estaba para tratar daños leves, o podíamos volver atrás para daños mayores, solo esperaba que no hiciera falta esto último si pasaba por irresponsabilidad mía. Pensar en esa posibilidad me recordó la riña de mis padres y sus críticas. Paula leyó mi corazón y el pesar que volvió, y de nuevo me consoló mientras me sonreía con seguridad. Me recompuse de inmediato para no preocuparla; y como aún era por la mañana, aún era el momento de seguir avanzando por la región de Kanto.

Continuará...

Mismo DestinoWhere stories live. Discover now