Dekatésera

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-No puedo ir a una cita así- Dije señalando mi ropa -Estoy hecha un desastre total- Clímeno siguió guiándome hasta entrar a la casa.

-No sé de qué hablas, tú siempre estás hermosa- Me lanzó una mirada coqueta sobre su hombro que me hizo ruborizar instantáneamente -Además, no vamos a salir a ningún lado, aún es muy peligroso, así que no te preocupes por cómo te ves- ¿Una cita sin salir de casa?

En cuanto entramos a la cocina supe a lo que se refería. En la encimera de la isla había muchos moldes de galletas de todas las figuras posibles, desde arbolitos de navidad, hasta bastones de caramelo. También se encontraban todos los ingredientes para hacer galletas y pasteles; huevos, harina, chispas de chocolate, azúcar, leche. Era como estar en la sección de repostería del supermercado.

-No me dijiste que querías poner una pastelería- Bromeé.

-Pensé que sería una actividad divertida para hacer. Sé que esta no es la navidad más normal de todas, pero quería hacer algo que te hiciera sentir mejor- Su gesto era muy adorable, mi corazón comenzó a derretirse.

-Creo que me encanta la idea- En cuanto dije eso sus ojos brillaron de emoción.

-Bueno, no se diga más- Caminó hasta la encimera y miró todo con mucha atención, pero sin tocar nada. Se veía algo nervioso a la mitad de la cocina, evidentemente no estaba acostumbrado a esas cosas. -Creo que estoy algo perdido- Confesó mientras se rascaba lla nuca.

Con una enorme sonrisa pegada en mi cara me acerqué a él.

-Bueno, lo primero que debes hacer es lavarte las manos- Asintió y se dió la vuelta para abrir la llave del grifo.

Ya que nuestras manos estuvieron relucientes, comencé a buscar por los cajones de la cocina algunos mandiles para no ensuciarnos mucho la ropa. Bueno, para que Clímeno no se ensuciara mucho, mi ropa ya estaba bastante sucia de la tierra.

Al principio Clímeno estaba renuente a usar el mandil, me aseguró que no tenía ningún problema en que su ropa se ensuciara, al fin y al cabo era solo ropa, pero después de varias súplicas de mi parte y uno de mis patentados pucheros, accedió.

Se veía muy guapo con todo su atuendo negro y el mandil lila por encima, era como ver a un agente del servicio secreto cubierto de confeti. No pude evitar reirme de él, pero en lugar de enojarse simplemente soltó una enorme carcajada que llenaron mis oídos. No me había sentido tan bien en mucho tiempo.

-Bueno, ya que está todo preparado, podemos comenzar a preparar la mezcla- Dije una vez que estuvimos listos y todos los ingredientes estuvieron dispuestos.

Paso a paso le indiqué a Clímeno cómo incorporar los ingredientes y cómo usar los moldes. Su idea era que primero debíamos darle forma a la masa de galletas y después colocar encima los moldes, después de explicarle varias veces por qué no se hacía así finalmente aprendió a utilizar los moldes, incluso sus figuras tenían muy buena forma. Todo parecía prometedor.

-¿Crees que alcancen los moldes?- Preguntó mientras él ponía varios moldes sobre la masa de galletas y yo prendía el horno.

-Supongo que sí, ¿querías hacer otras figuras?- Frunció el entrecejo con mi pregunta, a lo cual yo respondí de la misma manera.

-No, me refiero a que si metemos estos moldes al horno junto con la masa solo podremos hacer de a pocas galletas a la vez- No podía creer lo que acababa de decir. Comencé a reírme sin parar, mi estómago dolía de tanto reirme.

Cuando por fin pude detenerme un momento para tomar aire el rostro de Clímeno parecía desconcertado. Evidentemente pensaba que debía meter los moldes junto a la masa en el horno y no se había dado cuenta de su error ni que esa era la razón por la cual no paraba de reirme.

El Rapto de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora