Dodéka

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En cuanto el agua tocó mis músculos dejé escapar un suspiro. Necesitaba desesperadamente una ducha. Mi cuerpo se relajó mientras abrí más la llave del agua caliente. La plática con Clímeno y después con Dita me dejaron agotada, necesitaba este momento de paz para pensar en mí y lo que sería de ahora en adelante mi vida.

El recuerdo de haber perdido todo casi hace que vuelva a romper en llanto, pero estaba cansada. Cansada de ser débil y de tenerme lástima, no podía seguir así, debía afrontar los hechos y aceptar de una vez por todas que mi vida se había ido por el desagüe. Tallé mi cuerpo con la esponja, esperando quitar todo rastro de la antigua yo y dar paso a una nueva Kore, más optimista.

Pensaría en un plan, primero debía averiguar más sobre mí misma y el mundo de los dioses, me arrepentí de no haber prestado más atención en la escuelas, pero no podía seguir lamentándome sobre el pasado, lo hecho estaba hecho. De lo que aún no estaba segura era sobre qué pasaría conmigo y Clímeno, sentía nuestra conexión y cómo cada día lo quería más, pero los recuerdos no estaban y me frustraba. Tenía miedo de que estuviera enamorado de Perséfone, la antigua yo, y no de mí realmente, de cómo era yo en esta vida.

Cerré la llave y me enredé en la toalla. En el cuarto encontré la ropa que muy amablemente Dita me había prestado. Necesitaba ropa propia, por más bonita que la ropa de Dita fuera, no era de mi talla. Pasé la camisa sobre mi cabeza y suspiré al notar que me quedaba más holgada de lo que debería en el pecho, pero ceñida a mi cintura, dejando un poco de piel desnuda en el área del abdomen. Dí gracias a que por lo menos las mangas eran largas, el día había resultado ser más frío de lo que pensé. El pantalón se sentía un poco ajustado para mi gusto, pero no lo suficiente como para hacerme sentir incómoda, solo algo corto, así que le doblé los bordes para que no se notara.

Cuando estuve decente me miré en el tocador frente a la cama. Mis ojos estaban rojos e inflamados y debajo tenía unas ojeras prominentes. Intenté sonreírle a mi reflejo para darle ánimos, pero solo salió una mueca rara. Dicen que lo bueno de tocar fondo es que las cosas solo pueden mejorar, intenté recordar, pero ¿Cómo saber que este era el fondo?

Salí de la habitación y bajé en dirección de la cocina. En cuanto entré ví a Dita y Clímeno sentados en la barra. Ambos voltearon en mi dirección, al verme, Dita me lanzó una hermosa sonrisa que intenté regresar, por lo menos lo más parecido a una sonrisa que podía hacer en estos momentos.

-Se te ve mejor- Como no supe qué responder me limité a sonreír. Mi mirada se posó ahora en Clímeno, se veía alucinante con su sudadera deportiva. Me recorrió con la mirada y frunció las cejas, sin dirigirme una palabra se levantó de su lugar y salió de la cocina.

-¿Está enojado conmigo?- Le pregunté a Dita mientras me acercaba a la barra y me sentaba en donde antes había estado Clímeno.

-Es difícil para él Kore- La mirada de Dita se volvió melancólica. Automáticamente me sentí culpable- Puede que tú no lo recuerdes, pero él a tí sí- Sus palabras se sintieron como una bofetada.

-Tengo miedo de que este enamorado de quien solía ser y no de quien soy ahora- Confesé apenada mientras miraba mis manos, sin ser capaz de mirarla a la cara.

-Tonterías- Su tono volvió a ser alegre, por lo cual levanté la mirada- Quién eras antes eres ahora- Recargó su cuerpo en la mesa y me dio una sonrisa de aliento- Sé que es difícil de comprender, pero aunque físicamente seas diferente, aunque tus gustos cambien, sigues siendo la misma en espíritu y justo eso es lo que él ama de tí- Su voz era tan hipnótica que resultaba imposible ignorar, se mezclaba bien con sus sabias palabras y me dio la impresión de que tenía más edad de la que aparentaba, lo cual era totalmente el caso.

El Rapto de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora