2. Dío (Editado)

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-Sé que el semestre comenzó hace tiempo y la clase está muy avanzada, pero espero que todos ayuden a Clímeno a ponerse al corriente- Finalizó la maestra una vez que terminó de presentar al nuevo estudiante.

-Clímeno- Dijo ahora para él -Puede tomar el asiento vacío al final. Si necesita algo no dude en hacérmelo saber- La señorita Winston señaló con la cabeza a mi dirección y para mi horror, el único asiento disponible estaba a mi lado.

Bajé la mirada nuevamente a mi libreta, decidida a ignorar al extraño. Su mirada había hecho que me resultara difícil respirar y que me sintiera un poco mareada. Lo extraño y desconcertante de eso fue razón suficiente para ignorar su presencia todo lo que pudiera.

Sin embargo, en cuanto vi por el rabillo del ojo cómo unas botas tintas se detenían a mi lado, tiré por accidente mi marca textos. Maldije por dentro y me incliné para recogerlo, pero una mano llena de anillos y con un lindo azul profundo decorando sus uñas fue más rápida que yo.

Cuando levanté mi vista miré hacia arriba, y más arriba, y más arriba. Dios, era muy alto. Como una torre, Clímeno se cernía sobre mí y me miraba impasible. Me extendió el marca textos y murmuré un gracias, antes de regresar mi atención al cuaderno.

Clímeno no me respondió, se limitó a sentarse en su lugar y me dediqué a prestar atención a lo que decía la maestra al frente. Por fortuna no había examen sorpresa, así que suspiré aliviada y saqué mi libro de texto, buscando la página que la señorita Winston nos había indicado.

Un ligero aroma a menta inundó mi espacio y cuando me volteé ligeramente, salté de la impresión al ver a Clímeno a unos centímetros de mí.

-¿Te encuentras bien?- Su voz era gruesa y rasposa, a pesar de que su pregunta había salido en un susurro para no llamar la atención de los demás.

Aún sin recuperarme de la impresión, asentí.

-¿Estás segura?- Mi ceño se frunció. Claro que estaba bien ¿Quién era él para cuestionarme? -Tienes los ojos rojos. Pareciera que estabas llorando- Oh.

Sonreí por sus palabras, recordando que la razón por la que había llorado era por un romance imaginario. Me mordí el labio inferior, avergonzada por lo ridícula que podía llegar a ser. Sus ojos se desviaron a mis labios por un segundo, para regresar a mis ojos y mirarme extrañado.

-Estoy bien, a veces suelo ponerme sentimental cuando leo- Me encogí de hombros y al escuchar mi respuesta, su semblante se relajó y asintió. -Gracias por preguntar- Era lo menos que podía decir por su preocupación.

Debía ser una buena persona si se tomaba el tiempo para preguntarle a una extraña si se encontraba bien al ver su estado. Le sonreí nuevamente, pero en lugar de corresponderme de la misma forma, su mirada no reveló nada y volvió a sentarse derecho en su lugar, regresando su atención al frente de la clase.

Bueno, eso había sido muy grosero. Decidí entonces que no era tan buena persona como había pensado en un inicio. Hice lo mismo que él y regresé mi atención a la maestra, dispuesta a ignorar a Clímeno por el resto de la clase.

Una hora después, el ruido de la campana inundó el espacio y suspiré aliviada. Todo ese tiempo mi cuerpo había estado tenso por la presencia de cierto alumno nuevo. No habíamos vuelto a dirigirnos la palabra, ni siquiera me había permitido voltear la vista hacia él, pero podía sentir cada vez que su cuerpo se movía, su respiración llegaba a mi oído como si se encontrara a solo centímetros de mí.

Metí todo en mi mochila con prisa, dispuesta a salir de ese lugar lo antes posible, pero justo cuando estaba pasando por enfrente de la maestra, su voz me detuvo.

El Rapto de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora