Epílogo

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Hades le dio un fuerte apretón a mi mano antes de soltarla. Era un gesto tierno que me brindó la confianza que necesitaba para lo que estaba a punto de hacer. Me recordó que no importaba lo que sucediera, lo tenía a él.

Tomé aire y le di una sonrisa antes de comenzar a caminar. Sentí su mirada en mí en todo momento, jamás dejaría de impresionarme la manera en la que mi cuerpo reaccionaba a él. Incluso solo con su mirada podía hacer que la piel de mi nuca se erizara.

El pasto se hundió debajo de mis pies descalzos y la tela de mi vestido fluía con el ritmo de la brisa, haciendo que mis cabellos siguieran su trayectoria. Pasé por la entrada del cerco del jardín de mi madre.

No había estado ahí en una eternidad, pero seguía exactamente igual que antes. Varias ninfas bailaban y reían, algunas estaban sobre los árboles y cantaban las mismas viejas canciones que recordaba de mi niñez.

En una silla, justo debajo de un árbol de naranjas, estaba mi madre. Se encontraba inmersa en el libro en su mano, mientras que con la otra sostenía una pequeña copa de vino.

Mi presencia no la perturbó. De hecho, hubiera pensado que no se había percatado que estaba ahí si no hubiera sido por la manera en la que su ceño se frunció y su nariz se arrugó.

Conforme me adentraba más a su jardín, las ninfas guardaron silencio, hasta que no se escuchó nada más que mis pasos.

Me detuve frente a mi madre, la sombra del árbol nos cubría ahora a las dos. Sin embargo, aún se negaba a verme.

-Madre- Mi tono fue tranquilo, incluso alegre.

-Retírense- Con ese único comando, las ninfas se esfumaron del lugar. -¿Qué es lo que necesitas, Perséfone?-

Mi madre por fin bajó el libro y la copa, sus ojos fueron directo a los míos. El rencor que vi en ellos me hizo dudar por un momento de lo que había venido a hacer.

Me moví un poco en mi lugar, pero me rehusé a apartar la vista de ella. No. Había venido con un propósito y no me iría de aquí hasta cumplirlo.

-¿Cómo has estado, madre?- Ignoré la punzada que sentí en el pecho cuando soltó un bufido, como si mi sola presencia fuera una molestia para ella.

-No sé a qué te refieres, ¿Cómo puedo ser madre cuando no tengo hija?-

Mierda. Esto sería más difícil de lo que pensé.

-No has respondido a mis invitaciones al Inframundo- Dije para defenderme.

-Como si realmente fuera bienvenida en ese lugar- Mi madre por fin se levantó de la silla y puso algo de distancia entre las dos, pero sus ojos nunca dejaron mi rostro.

Levantó el mentón, desafiante, esperando mis palabras para refutarlas con las suyas.

-Por eso he venido. Te dije de mi decisión, madre. Me quedaría con Hades, pero aún quiero que seas parte de mi vida. Me cansé de pasar seis meses lejos de uno y el otro, de esta manera puedo ir y venir a mi antojo. Puedo ser realmente feliz-

Al poco tiempo de regresar al Inframundo, le comuniqué a mi madre mi decisión, pero ella se negó a no tenerme a su lado todo el tiempo.

Tampoco había ayudado que los primeros años no pudiéramos dejar la cama. Hades y yo habíamos intentado compensar el tiempo perdido. Pero una vez que pude aclarar mis emociones, mandé un mensaje a mi madre para que fuera a visitarme.

Nunca lo hizo.

Por cómo veía a mi madre ahora, era claro que no estaba muy satisfecha con mi decisión, pero aún me hablaba, así que eso tenía que contar.

-Madre, quiero una relación contigo. Jamás podré dejar de amarte y debes entender que aunque sea tu hija, soy capaz de tomar mis propias decisiones. Ahora más que nunca necesito que me comprendas porque... necesito de toda tu ayuda- Mi voz se quebró al pronunciar las últimas palabras.

Los ojos de mi madre siguieron el movimiento de mi mano, la cual llevé al pequeño bulto de mi vientre hinchado.

Sus ojos se abrieron y en un par de pasos estuvo frente a mí. Cayó de rodillas al suelo y puso una de sus manos sobre las mías.

-Por los dioses, Perséfone- Su semblante se suavizó y yo suspiré con alivio.

Esto estaba yendo mejor de lo que pensé. En un primer momento pensé que mi madre se volvería loca en cuanto supiera que estaba esperando un hijo con Hades. Incluso llegué a pensar que le volvería a declarar la guerra, así que ver esa reacción de su parte solo podía indicar algo bueno, ¿verdad?

-Por fin estoy lista para ser madre, pero no puedo hacerlo sola. Necesito tu ayuda- Mis palabras fueron una plegaria implícita.

A pesar de todo, a pesar de los baches en nuestra historia, nadie había amado tan inmensamente a un hijo como mi madre lo hacía conmigo. Ella podía enseñarme las cosas buenas de ser madre, las alegrías de escuchar una primera risa y las noches en vela por la preocupación.

Quería descubrir todo eso, con ella. Quería que viera la diosa en la que me había convertido y que se sintiera orgullosa de mí. Sabía que jamás podría tener una buena relación con Hades, pero que ella amara a nuestro hijo era más de lo que pudiera pedir.

-No ha nacido un hijo de dioses en eones- Sus cálidas manos se movieron por mi vientre.

Sentí el calor emanar de ellas y fue algo totalmente diferente a cuando lo hacía Hades. Con mi madre, se sintió la vida fluir dentro de mí, su conexión con la tierra hacía que un torrente de vitalidad me recorriera. Era la divinidad de mi futuro hijo forjándose.

-Creí que ya era el momento de darle a nuestro reino un heredero- Con esas palabras, mi madre se levantó.

Acunó mis mejillas con sus manos y me dio un beso en la frente. Después, me rodeó con sus brazos y me dio un abrazo que llenó de calor mi alma.

Jamás pensé que la vida pudiera ser así de esperanzadora.

El Rapto de PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora