#20

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A pesar de haber escuchando aquella canción incontables veces, desde todos los lugares disponibles y a través de cualquier instrumento, para el muchacho se seguía sintiendo como la primera vez. Aquella sensación que la firme batería provocaba en la boca de su estómago volvía a aparecer mientras todos a su alrededor vitoreaban con alegría; el fuerte y rápido ritmo de ese tema en específico era algo que simplemente no se podía pasar por alto.

Ella también lucía como si estuviese presentando la canción por primera vez. Sus alocados mechones azules, producto de todos los movimientos que había realizado a lo largo del concierto, se pegaban como una cortina a su húmeda frente. El delineado negro lucía incluso más profundo que sus ojos, aquellos que se clavaban en un solo hombre del público al cual cantaba indirectamente todas sus palabras, incluso cuando estas podían no tener nada que ver con él. Era su rebosante pasión y su confiada sonrisa lo que hacía al muchacho disfrutar aún más del recital, sólo si aquello era posible.

El resto de la banda también lograba transmitir todo lo que se proponía. El baterista con dibujos impregnados en su cuello sabía perfectamente cómo golpear la caja de una manera que retumbara todo el salón, al igual que el bajista, quien, con su típica camisa transparente y las cejas fruncidas debido a su concentración, movía mágicamente las manos sobre su instrumento. Sin embargo y por mucha presencia escénica que los dos hombres tuvieran, ella les ganaba por goleada. Al ser la cantante principal y, por lo tanto, el centro de atención, se suponía que debía lucir mejor y más extravagante que los demás. Pero al joven en medio del público le parecía tan natural la forma en la que se mordía los labios y deslizaba sus uñas negras a través de las cuerdas que no pudo quitarle los ojos de encima. Y cuando el show hubo culminado y la gente comenzaba a disiparse, su mirada la siguió con el mismo brillo de adoración hasta los camerinos. No dudó en acercarse en cuanto la mano decorada con guantes sin dedos de la mujer se agitó por sobre su cabeza.

Lucía incluso más hermosa de cerca. No era la primera vez que el hombre tenía acceso libre a los camerinos pero nunca fallaba en asombrarse al ver a la mujer haciendo algo tan simple como quitarse el maquillaje o cambiarse de ropa. Aquel lado más real y natural quizá podía llegar a tener algo de competencia al lado del de cuando estaba arriba del escenario. Lo único que sabía era que se sentía fascinado por todas y cada una de sus facetas.

—¿Y? ¿Cómo estuvo? —preguntó ella con una importante cantidad de alegría. El contraste entre su voz rasposa y ruda cuando cantaba y su voz suave y limpia cuando hablaba era una de las cosas que lo llevaban al muchacho a colocar en su rostro una sonrisa embobada.

—Magnífico —respondió al cabo de unos instantes, volviendo a proyectar el recital en su cabeza como una película —, como siempre.

Ella soltó una risa con gracia y volvió a dirigirse hacia el espejo en frente suya. De a poco se iba quitando aquel llamativo labial, con cuidado de no corrérselo demasiado. A decir verdad, le encantaba. Pero luego de una extensa hora en la que el pelo se le pegoteaba en el maquillaje y de no saber si el color se había quitado de tanto relamerse los labios el mejor momento para ella había llegado. Él la observaba desde su silla de plástico sin hablar.

—¿Cómo se llama eso? —preguntó, haciendo que la mujer se tornara hacia él y siguiera la dirección a la que su dedo más largo indicaba. Un pequeño pero llamativo dibujo de una estrella yacía impregnado en la piel de su antebrazo. Parecía estar hecho con tinta negra y ser permanente, puesto a que siempre que aquel lugar de su cuerpo era expuesto, el dibujo no se movía de lugar ni se borraba.

La cantante sonrió y soltó una risa burlona. Aunque más que burlarse de él, le parecía tierna la forma en la que el muchacho controlaba sus impulsos de acariciarle el antebrazo. —Me olvidé que los italianos aún no saben de ellos —dijo —. Tatuajes, se llaman.

moles 》hyunsung.Where stories live. Discover now