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El muchacho venía teniendo un mal presentimiento desde el momento en que bajó del auto. Un chico como Hyunjin, es decir, bastante supersticioso, podía percibir las malas vibras donde quiera que fuera. Y el vecindario al que había ido a parar estaba lleno de aquellas.

El aire se sentía pesado a pesar de que la temperatura no hubiese cambiado; las nubes parecían moverse más rápido y en un momento sintió como si su oído se agudizara, ya que, en el lapso de tiempo que aguardó en frente de la casa de la muchacha, llegó a escuchar los ladridos del perro de la otra cuadra. Su respiración hacía eco dentro de su cabeza y reconoció los pasos de Irene antes de que se acercara a la puerta.

O quizá solo estaba nervioso. Aquello tomaba mucho más sentido, porque de lo contrario, era demasiado difícil de explicar la sensación con la que Hyunjin cargaba en este momento. Bueno, dejando de lado el hecho de que estaba visitando a una bruja.

—¿Hace cuánto estás parado ahí? —exclamó la mujer cuando finalmente abrió la puerta. Llevaba un pañuelo rojo atado al castaño cabello, un brillante labial del mismo color y un fuerte perfume que inundó al instante las fosas nasales del joven.

—No mucho —respondió despreocupado Hyunjin, girando la cabeza a ambos lados de la calle antes de ingresar.

—Me disculpo por el desorden —dijo Irene al momento de correr la cortina que llevaba a la habitación de la cual había hablado Felix. Una bola de cristal yacía en el centro de la mesa tapada con un repasador, Hyunjin casi la tira al suelo al chocarla con el codo, ya que el ambiente era muy pequeño para dos personas. Las estanterías estaban un poco llenas de polvo, había libros tan viejos que ya no se distinguían sus titulares, estatuillas de dioses griegos que ya casi no tenían rostro distinguible, e incluso un frasco de vidrio lleno de caramelos que, si Hyunjin forzaba un poco más la vista, podía ver los gusanos saliendo de sus envoltorios. Hizo una mueca de asco y se dio la vuelta, encarando a Irene, quien ya se había sentado del otro lado de la mesa.

—Entonces... ¿qué querés saber?

—Ando investigando sobre el tema de las almas gemelas, verá, soy periodista —exclamó Hyunjin profesionalmente —. Encontré esta nota suya traspapelada en el diario del barrio.

Irene hizo una mueca de sorpresa. Ya casi no se acordaba del retazo de papel que el joven colocó en su escritorio lleno de papeles de colores y souvenirs hechos de arcilla.

—Qué raro que hayan encontrado eso... —exclamó con el ceño fruncido —Es realmente muy viejo.

Hyunjin le dedicó una mirada expectante. —¿Podría contarme un poco sobre esta teoría? —dijo mientras tomaba asiento, sus rodillas casi no entraban debajo de la mesa puesto a que era muy bajita, y él muy alto.

—Bueno... —comenzó a hablar Irene, con sus frías manos (Hyunjin se dio cuenta de aquello cuando le rozó el brazo sin querer) a ambos lados de su rostro —Las almas gemelas existen desde que Zeus dividió a los humanos que se creían superiores a los dioses en dos partes, haciendo que ambas de estas se encontraran en una profunda miseria debido a la ausencia de su otra mitad. Hay una teoría, la de la reencarnación, que me parece la más acertada. Incluso hay pruebas y varias personas como testigos, pero no es tan fuerte como la religión cristiana, así que no vas a encontrar demasiado material.

Hyunjin asintió anonadado. Su cerebro había recibido mucha más información de lo que acostumbraba. De repente recordó el motivo, o más bien, la excusa por la cual había pedido hablar con la mujer y cambió su postura por una más rígida al mismo tiempo que se aclaraba la garganta.

—¿Por qué cree usted que los lunares tienen algo que ver con la reencarnación? —dijo mientras fingía anotar algo en su cuaderno. Simplemente hacía garabatos aleatorios.

moles 》hyunsung.Where stories live. Discover now