Capítulo 5

4.3K 908 71
                                    

Creo que ni cuando me reuní con el equipo en el bar para presentarme, estuve tan asustada de lo que podría salir mal, como ahora que veo a Cornell inconsciente y con fiebre tan alta, que casi parece que me queme al tocarlo.

-Vamos -insisto, aunque sé que no me oye-. No me dejes, Cornell. Ni se te ocurra morirte.

Lo desvisto, dejándolo en ropa interior, para que el frío de la noche aplaque su piel ardiente, y guardo su ropa en la mochila. Cargo con todas sus cosas y miro hacia él, que todavía yace en el suelo, casi como su madre lo trajo al mundo. Sé que no podemos quedarnos aquí porque, además de ser peligroso, necesito llegar a la otra colina para contactar con los nuestros. Y Cornell requiere ayuda urgente, así que como sea, debo llevármelo también a él.

-Cuando te recuperes, me las pagarás -le digo. Si me mantengo furiosa por haberse desmayado, sacaré fuerzas para izarlo y ponérmelo al hombro-. Me vas a compensar por tener que llevarte en brazos, Cornell.

La primera media milla consigo mantener un ritmo constante, aún con todo el peso extra, pero por más fuerte que sea, mi resistencia no es infinita, y cuando estoy cerca de alcanzar la milla, las piernas empiezan a flojearme y tengo que detenerme. Ya hemos llegado a una zona más escarpada, así que busco un risco donde poder ocultarnos de miradas indiscretas, y lo coloco en el suelo con cuidado. Lo oigo quejarse y me convenzo a mí misma de que esa es una buena señal. Sin embargo, no abre los ojos ni hace movimiento alguno, así que la decepción me golpea de nuevo.

-Vamos, Cornell -le digo, preocupada, mientras apenas consigo que se trague otra pastilla. Sé que debería esperar al menos otro par de horas para eso, pero lo veo tan mal, que no puedo evitar adelantar la toma-. No me hagas esto. No te mueras.

Pretendo solo descansar un par de minutos, pero estoy tan cansada, que mis ojos se cierran. Me prometo abrirlos en unos segundos, pero creo que me quedo dormida, porque sueño con una ocasión en que Cornell y yo pasamos un fin de semana en casa de sus padres, antes de que su madre empeorase tanto, que no nos conociese al visitarla.

-Esto es una mierda, Harper. No sé si podré soportar más -lo veo tan abatido, que se me rompe el corazón, Y lo peor es que sé que no se detendrá ahí. Esta enfermedad es una mierda y le roba no solo la salud, sino también la dignidad a quien la padece. Quisiera poder decirle algo a Cornell que lo consuele, pero sé que serán palabras vacías, porque ambos conocemos el final de esta historia-. Quisiera poder ocupar su lugar.

-Tu madre no lo querría -digo, acercándome a él para pasar un brazo por sus hombros. Nos hemos sentado en el porche de la casa, para que sus padres no nos escuchen-. Sé que no te servirá de consuelo lo que voy a decir, pero tu madre ya ha tenido su momento. Ha vivido todo lo que quería vivir, se siente completa, y aunque estoy segura de que querría seguir a vuestro lado unos cuantos años más, no se irá con pena, porque ha formado parte de vuestra vida durante mucho tiempo y os ha amado con locura. Todavía lo hace, aunque a veces se le olvide.

-No merecía este final -me mira con ojos cargados de lágrimas que se niega a derramar-. Ella no.

-Lo sé -lo aprieto más contra mí, incapaz de decir nada más que alivie su pesar. Estas cosas no se me dan bien, lo mío es más de demostrar las cosas con actos que con palabras.

Cornell no tarda en enderezarse y sé que ha llegado el momento de liberarlo de mi abrazo. Pocas veces se deja derrumbar por el pesimismo, pero le dura mucho menos todavía. Cornell es un hombre fuerte, aunque otros puedan pensar lo contrario al verlo tan tímido y callado.

-Gracias por estar, Harper -me dice, mirándome a los ojos.

-Siempre me tendrás -le prometo, siendo totalmente sincera. Entonces, veo cómo se inclina ligeramente hacia mí y antes de que cometa alguna estupidez, como besarme, me levanto-. Volvamos dentro, a ver si tu padre necesita ayuda.

Harper (Saga SEAL 7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora