Capítulo 15

4.4K 917 175
                                    

-Veo que los años... y la enfermedad no te han cambiado -le digo, una vez repuesta de la sorpresa. Supongo que no debería esperarme otra cosa de él, pero pensé que verse cerca de la muerte le haría recapacitar. Que tonta soy.

-Veo que tengo que morirme para que vuelvas a casa -me replica.

-Si lo único que pretendes es insultarme una última vez antes de morirte, deberías habérmelo dicho antes. Me habría ahorrado el viaje.

-Nunca has sabido estar callada -empieza a toser y tarda un rato en dejar de hacerlo. Con cada compresión de pecho, veo cómo su rostro también se comprime de dolor-. Me muero.

-Eso es evidente -me cruzo de brazos, esperando a que siga hablando. He venido por Cornell y estoy empezando a pensar que ha sido un error. No se lo reprocharé nunca, pues no me obligó ni ha hecho nada malo al recomendarme que viniese, pero debí imaginar que mi padre no cambiaría ni a las puertas del infierno. Porque estoy segura de que allí es a dónde irá.

-Tu madre y tu hermana se quedarán solas -continúa. Pero al ver que no dice nada más, no puedo quedarme callada.

-Tienen al marido de Dallas.

No lo conozco, la verdad, aunque sé quién es. Iba al instituto con nosotras, un par de cursos por delante de Dallas. Su padre era el dueño de uno de los supermercados más frecuentados del pueblo. Cuando yo me fui, se rumoreaba que abriría un segundo local muy pronto. Imagino que por eso lo quiso mi padre en la familia. No conozco los detalles de su unión, pero puedo imaginar que él ha tenido mucho que ver en ello. 

-Ese hombre es un inútil -tose de nuevo al alterarse y le cuesta más controlarlo esta vez. No quiero saber nada de él, pero tampoco me puedo callar esta vez.

-¿Pulmones?

-Ya está por todas partes -aun así, asiente. Fumar era su único vicio, aparte de castigarme. Supongo que es justo que le esté pasando esto. Al parecer, el karma funciona.

-¿Qué quieres de mí? -pregunto, harta de estar donde no se me quiere.

-Tienes que cuidar de tu madre y tu hermana -me pide. No, mentira, me lo está exigiendo, como siempre ha hecho conmigo-. Si de ese hombre dependiese, se morirían en la miseria. Lo único que sabe hacer es gastar el dinero que tiene y el que no, también. 

-Vaya -no puedo evitar la ironía-, parece que Dallas no lo hace todo bien, después de todo.

-No hables así de tu hermana -como no, la sigue defendiendo-. Fui yo quien lo eligió. Era trabajador y respetable. Había heredado el negocio de su padre. Era un buen partido para ella.

-Pero salió rana -me parece casi poético. Supongo que, como muchos jóvenes al que sus padres se lo dan todo hecho, se malogró. Es una pena que no sepan aprovechar lo que tienen para seguir creciendo como personas y como empresarios. Lo que darían algunos por tener esa oportunidad.

-Insolente -tose un par de veces más. Hablar le hace daño, pero no diré que guarde fuerzas porque no me importa lo que le pase. De hecho, no debería ni seguir sentada a su lado, después de como me está tratando, pero creo que, en el fondo, necesito esto. Necesito ver, una vez más, que no me equivoqué al marcharme. Que no hay nada aquí para mí. En eso, Cornell tenía razón. Debo cerrar el círculo, aunque eso signifique aguantar sus insultos unos minutos más-. Siempre has tenido un plato en la mesa y ropa para vestirte. Has ido al colegio para formarte. Has tenido un médico que te mirase cuando estabas enferma. No te ha faltado de nada. Y ahora...

-Me ha faltado lo más importante -lo interrumpo, cabreada-. El cariño de mi familia.

-Solo te he pedido una cosa a cambio de todo lo que te hemos dado -sigue, como si lo que le he dicho no sea importante-, que cuidases de tu hermana. Y ni eso eras capaz de hacer. Somos familia, por el amor de Dios.

Harper (Saga SEAL 7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora