El sol relucía brillante aquella tarde, rociando al reino de Corona con sus alegres rayos; sobre todo, al hermoso palacio que se alzaba en el centro de la ciudad; donde, precisamente, el rey recibía en aquel momento a dos invitados especiales: Se trataba de nobleza de uno de sus reinos aliados, Ingvarr.

El monarca había tenido reciente contacto con la influyente y una de las más reconocidas científicas del reino; la respetable Lady Donella, con quien había discutido y concordado, a través de cartas en extremo formales y cortéses en aquella manera tan particular en que acostumbraba la nobleza, que, reforzar la alianza entre Corona e Ingvarr podría dar paso a grandes beneficios para ambos reinos: Corona contaba con una amplia diversidad de recursos y la abundancia no faltaba nunca en aquel soleado reino. E Ingvarr contaba con los desarrollos y avances tecnológicos con los que Corona aún no había logrado alcanzar dado a su falta de personas con la habilidad o interés de realizarlos.

Por supuesto, aquello, como lo dictaba la burocracia, necesitaba de una previa prueba de dicha alianza y aprobación por parte de ambos monarcas, de lo cual, Lady Donella afirmaba, la reina de Ingvarr estaba enterada y ella era meramente una dignataria; pues la reina estaba bastante ocupada para poder atender a los detalles de aquella prueba de alianza, por lo que le había confiado a ella el cumplimiento de ésta.

El rey Frederick accedió a dicha prueba; por lo que él mandaría unos cuantos recursos a Ingvarr y a cambio Lady Donella había prometido los servicios de su hábil y experimentado, aunque sorpresivamente joven, aprendiz personal.

A primera vista, el chico no parecía la gran cosa: Se trataba de un adolescente, un jovencito, de poco más de 14; era extremadamente delgado, lo que hacia resaltar su altura; asimismo, unas cuantas pecas que podrían pasar desapercibidas adornaban su nariz, y su estilo era lo que se esperaría de un adolescente: Rebelde y un tanto desarreglado. Sin embargo, su porte y manera de actuar mostraban todo lo contrario: Se mostraba bastante serio y en extremo respetuoso, asimismo, su postura era correcta y firme.
Aquello llamó la atención del monarca y, debía admitir, fue de su agrado; aquel chico parecía bastante disciplinado, lo que, no era sorpresa dado a quien era su mentora; su estilo de vestimenta y peinado debían haber sido influencia del reino al que provenía; la moda y costumbres de Ingvarr eran bastante distintas a las de Corona, después de todo.

La formal presentación de su temporal y joven invitado, por supuesto, brindada por Lady Donella, seguida de una reverencia por parte de éste, fue sólo el comienzo para que ambos, mentora y aprendiz, le ofrecieran como gesto de cordialidad hacia su majestad y muestra de las habilidades del chico, Hugo; una pequeña invención mecánica hecha por dicho adolescente.

El rey, impresionado e interesado por la efectividad del pequeño invento, preguntó un tanto incrédulo:

-Jovencito ¿Usted hizo esto?-

Hugo asintió humildemente.

-Por supuesto, su majestad-

-Hm. Bastante impresionante...- comentó volviendo la vista del chico frente a él al objeto que sostenía en sus manos.

-Como puede apreciar su majestad- agregó Lady Donella -Mi aprendiz podrá serle de gran utilidad para crear lo que usted requiera, para poder así brindarle al reino de Corona lo necesario en lo que se refiere a tecnología-

-Eso veo Madame. Ciertamente estaba en lo correcto en confiar en su juicio- afirmó el monarca complacido; aquel comienzo prometía una fructífera alianza.

-Su aprendiz será un invitado por el tiempo que sea necesario y, si todo resulta como es deseado, podríamos considerar una estancia aún más duradera- propusó el soberano, a lo que la dignataria accedió gustosa.

Un nuevo capítulo de la historia Där berättelser lever. Upptäck nu