VII

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–Rapunzel ¿Estás segura de que éste es un lugar seguro?–

Cuando Varian escuchó a Rapunzel decir que irían a un lugar agradable para conversar, él nunca imaginó que dicho lugar se tratara de un bar de mala muerte en el bosque repleto de todo tipo de maleantes.

En este instante estaban sentados en una de las mesas de aquella taberna, esperando por unos pastelillos y malteadas que la chica había ordenado para ambos. A pesar de estar rodeada de matones, ella parecía bastante tranquila y para nada incómoda o alerta, es más, parecía que estaba acostumbrada a estar en aquel lugar.

–Oh, no te preocupes por el aspecto del lugar Varian; te aseguro que los postres de El Patito Modosito son de los mejores que he probado, después de todo, Atila es quien cocina– explicó la princesa saludando al gran hombre con una máscara de metal que se encontraba cocinando.

–No me refiero a la comida sino a... Ya sabes...– se acercó a ella susurrando –Los rufianes–

Rapunzel entonces abrió sus ojos sorprendida para después soltar una pequeña risa.

–¡Oh Varian! Ellos no son malos ¡Son mis amigos!–

–¿Amigos?– preguntó el chico aún con duda y desconfianza; ya en el pasado había estado en un lugar como éste y no había salido nada bueno de eso, además de que sabía de primera mano de que eran capaces los rufianes y maleantes; no entendía como alguien como la princesa Rapunzel podría ser amiga de personas tan horribles como aquellas.

Rapunzel, al notar la preocupación y miedo que expresaba su amigo, quien se encogía en su propia silla tratando de no ser visto y mirando hacia todos lados sin bajar la guardia ni un segundo, decidió demostrarle que podía confiar en lo que ella afirmaba.

–Sí, amigos. Mira ¿Ves aquel hombre grande y amenazante con el casco de cuernos?–

El chico asintió aún más asustado al ver el porte intimidante de aquel enorme rufián.

–Mira esto– dijo Rapunzel con una sonrisa mientras se levantaba de su asiento y se dirigía hasta donde el hombre.

–Ey Vladimir–

El hombre volteó a encarar a la chica y Varian se levantó de su asiento alarmado por lo que éste podría hacerle a la princesa.

–Noté que perdiste un unicornio de tu colección de figuras, así que te compré uno nuevo ¿Ves?– dijo ella sin dejar de sonreír mientras le ofrecía al hombre un pequeño unicornio de porcelana.

Éste lo tomó y, dejando salir una sincera sonrisa de su antes malhumorada expresión, abrazó a la princesa con gratitud.

Al separarse, ella rio un poco y expresó alegremente:

–De nada–

Despidiéndose sonriente, volvió a sentarse y Varian hizo lo mismo, realmente contrariado.

–¿Cómo hiciste eso?– preguntó aún sin poder creerlo.

–Tú mismo lo viste; sólo fui amable con él. Varian, sé que ellos pueden parecer amenazantes y tal vez aterradores, creeme yo también lo creí la primera vez que vine aquí al tratar de escapar de los guardias que me acompañaban; pero si miras más allá de las apariencias verás que no todo es lo que parece ser– explicó la princesa tomando la nerviosa mano del alquimista para tranquilizarlo.

Varian entonces miró sus manos unidas, luego a la princesa y sonrió.

–Supongo que tienes razón– dijo ya más calmado.

En ese momento llegó la comida que habían ordenado y Varian, algo hambriento por no haber comido nada en todo ese tiempo, probó uno de los pastelillos que se encontraban frente a él para quedar encantado con el delicioso sabor de estos.

Un nuevo capítulo de la historia Where stories live. Discover now