IX

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Apenas se empezaba a poner el Sol en el bosque de Corona cuando un adolescente corría a través de éste con la única compañía de un mapache en sus hombros, huyendo de su propio hogar para nunca más volver. Si es que a ese lugar se le podría llamarse hogar...

Sabía que probablemente recibiría un castigo por haber desaparecido casi un día entero y la mañana del siguiente, pero lo que Quirin le había restringido fue demasiado para él.

No podía salir. Ni un poco fuera de casa, no a menos que el adulto estuviera con él todo el tiempo vigilándolo a donde fuera y, él no podía ir a donde quisiera en el pueblo aún con esas condiciones, no; acompañaría a Quirin a donde el hombre fuera y si quería ir a alguna parte diferente tendría que pedirle permiso para que así, el adulto fuera con él.

Y después de ver el desastre causado en el laboratorio, también le prohibió trabajar con sustancias volátiles y otras más que el adulto consideraba "peligrosas".

Pero el volver de su propia casa una prisión con infinitas restricciones no fue lo que lo hizo decidir escapar para nunca más volver.

No. Fue lo último que el hombre pronunció al finalizar aquella severa y fría reprimenda:

-Y Varian: No podrás ver a Cassandra bajo ninguna circunstancia. Al menos no hasta que yo te lo autorice-

Durante toda la reprimenda y prohibiciones anteriores, el chico no había protestado en absoluto, al contrario, reprimió sus deseos de hacerlo, aunque, siendo honesto, ya estaba acostumbrado a eso; toda su vida había tenido un padre que le imponía restricciones sin que él pudiera protestar ¿Qué diferente era a lo que Quirin hacía ahora con él?

Pero esto, esto lo hizo protestar instantáneamente, implorando no ser alejado de la única persona que lo mantenía cuerdo y en pie después de lo ocurrido en la casa de conchas; sólo para ser silenciado por las autoritarias y secas palabras de su padre, seguidas por una intimidante y severa mirada; terminando aquella escena con él corriendo escaleras arriba, directamente hacia su cuarto, encerrándose mientras trataba de contener sus ganas de llorar al mismo tiempo en que tomaba una bolsa y empacaba unas cuantas cosas para luego escapar por la ventana.

No podía creer que esto estuviera volviendo a pasarle.

No sabía hacia dónde iría o que es lo qué haría; lo único que sabía era que no volvería a vivir en una prisión disfrazada de un hogar; sin posibilidad de salir o llegar a tener cualquier tipo de libertad. No podía. No quería tener que volver a vivir ese tipo de vida.

Sin poder seguir corriendo más, el chico se sentó súbitamente en el suelo cerca de un tronco, dejando salir al fin todo su estrés, impotencia y desesperación en forma de llanto mientras su mapache trataba de confortarlo rozando suavemente su cabeza contra su mejilla.

Estaba tan absorto por su melancolía, que nunca se fijó en que alguien más se encontraba en el mismo lugar que él; sólo que esta persona se ubicaba recargada detrás de un árbol cercano al tronco, de igual forma, perdido en sus propios pensamientos; por lo que el repentino llanto de Varian lo tomó por completa sorpresa, tanto como cuando éste llamó la atención del pelinegro mencionando su nombre.

-¿Varian?-

Al oír su nombre, el chico instantáneamente cesó su llanto al mismo tiempo que volteaba para encontrarse con Hugo, quien seguía recargado de brazos cruzados en el árbol mientras lo miraba con algo de contrariedad y sorpresa.

Al ver de quien se trataba, Varian rápidamente secó sus lágrimas y trató de tranquilizarse para no parecer débil enfrente del rubio. Intento que fue en vano, ya que al sólo verlo ya era bastante evidente que el chico no se encontraba para nada bien.

Un nuevo capítulo de la historia Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon