XVI

149 5 21
                                    

Era aquella una escena bastante inusual: El ingeniero real persiguiendo a dos pequeñas niñas por las calles de la ciudad.

Como muy bien cualquiera pudo haber hecho en el caso de un robo, pudo haber gritado, llamado la atención de cualquiera en rededor, una vez que notó el sutil y casi inpercibible hurto del mecanismo de oro que se le había acabado de hacer entrega el herrero más famoso y leal del reino, Xavier; en su lugar sólo corrió detrás de las ladronas y, tomando un atajo al notar a donde se dirigían, las tomó por sorpresa al interceptarlas en un oculto y oscuro callejón.

-¡Lo perdimos! Te dije que sería sencillo -comenzó a regodearse la niña pelinegra al llegar al callejón donde solían ocultarse después de un robo.

Su compañera pelirroja sonrió ante esto, y empezaban a admirar el brillante botín cuando una voz masculina detrás de ellas las sorprendió.

-Sí. Súper sencillo. -

Ambas voltearon para encontrarse con el joven al que acababan de robar. En su hurto, no se habían percatado de que se trataba del mismo chico con el que habían hecho equipo hace años para así poder conseguir mayor cantidad de riquezas para satisfacer a ambos de sus jefes.

Él estaba igual de sorprendido al mirar más de cerca a las ladronas y reconocerlas al instante.

Los tres se miraron en silencio por pocos segundos antes de salir de su impresión.

-De cualquiera que pudo haber cometido el error de robarme, jamás pensé que se trataría de ustedes. -dijo Hugo finalmente, fingiendo no estar para nada impresionado.

-Vaya, pero si nosotras tampoco hubiéramos esperado verte otra vez. Estás muy cambiado y mucho más alto de lo que recordaba... -la pelinegra, como siempre hablando por ambas, se encontraba genuinamente sorprendida por el cambio de aspecto de Hugo; no era el pequeño chico rubio que solía recordar.

-Eso es porque pasaron 4 años Kiera -el rubio rodó los ojos, encontrando la impresión de la niña bastante tonta- Ustedes, en cambio, no se ven muy cambiadas. Era de esperarse. -comentó en un tono que podría llegar a considerarse condescendiente.

-¡Shh! ¡¿Acaso estás loco?! ¡No digas nuestros nombres! Alguien podría escucharlos -exclamó la niña, alarmada.

El rubio volvió a rodar los ojos. Aquello de ocultar sus nombres siempre le pareció una tontería ¿Y qué si alguien lo sabía? No era como si eso fuera a cambiar algo en tu historial criminal o que mágicamente te atraparan al instante de saberlo.

-Bien ¿Qué te parece si me devuelves lo que robaste antes de que empiece a condenarnos a todos por revelar nombres en voz alta? -sarcástico, extendió su mano para que le fuera devuelto el mecanismo de oro.

-Mm... Sabes, pensándolo bien... Tú no necesitas esto con urgencia ¿Cierto? Digo, estás vestido de una manera bastante elegante como para estar falto de recursos... -

-No estar falto de recursos no significa que te vaya a regalar eso como si nada. -espetó secamente el rubio, quien comenzaba a impacientarse.

-Ahh, por favor Hugo ¿Por los viejos tiempos? -la pelirroja al fin habló, suplicando con grandes ojos al joven.

-No. -respondió éste fríamente y sin dudarlo.

-Ay por favor. No creo que sea tuyo siquiera -Kiera entonces apeló al lado ofensivo- Tú eres como nosotras: Tomas lo que necesitas de otros. Nada es tuyo por derecho.-

-Disculpa, pero para que lo sepas, soy el ingeniero real de éste reino. El rey mismo me encargó hacer algo bastante importante con eso que robaste, así que te recomiendo que me lo devuelvas. -alardeó Hugo un tanto amenazante.

Un nuevo capítulo de la historia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora