El combate estaba por comenzar y ambos oponentes se pusieron en lados opuestos de uno de los patios del castillo mirándose con un fuerte sentimiento de rivalidad.

–Vas a perder Azulito– retó el rubio con una sonrisa llena de confianza –Verás que tengo más trucos bajo la manga de los que tu crees–

–Eso ya lo veremos– respondió su contrincante con determinación.

Con una última mirada retadora, el mayor de los dos lanzó una bomba de humo y la batalla comenzó...

. . .

Algunas horas antes, un joven adolescente de oscuro cabello se encontraba en su laboratorio concentrado al trabajar en otro de sus experimentos.

Agregaba pequeñas gotas a una mezcla con propiedades volátiles, por lo que debía ser muy preciso al momento de agregarlas.

Una.

Dos.

Tres...

Un fuerte ruido de vidrio rompiéndose le hizo perder la concentración por completo provocando también que agregara más gotas de las que debería mientras rápidamente volteaba para ver que es lo que había provocado ese terrible escándalo: Era aquel mapache de nuevo.

El animal ya había estado entrando a su casa múltiples veces, así como había estado comiendo de la cosecha de manzanas de su padre. Desde que un buen día, estando el chico solo y horneó un pay de manzana dejando la puerta abierta por accidente, el pequeño mapache había entrado esa vez atraído por el aroma de la comida y, él ingenuamente le había ofrecido un trozo de su pay para después sacar a la criatura fuera de su hogar y pensar que no volvería a entrar. Tonto de su parte el haberlo pensado: Después de ese día, el animal lo buscaba pensando que sería alimentado como la otra vez y se las arreglaba para entrar a su laboratorio sin que el chico se diera cuenta.

En cierta forma, Varian pensaba que el reciente interés del mapache por las cosechas eran un poco su culpa al haber atraído a la criatura con su ingenua forma de haber actuado frente a esta. Hecho que no había confesado al adulto por temor al enfado que éste tendría hacia él y, en lugar de confesar aquel pequeño error, decidió buscar una solución, creando así, trampas pegajosas para atrapar a la criatura.
Éstas funcionaban muy bien, por desgracia, eran personas las que caían en éstas y no el dichoso mapache; ya varias veces había tenido que liberar a los que por accidente terminaban pegados al suelo, disculpándose apenado por aquellos incidentes. Sólo esperaba que nada de eso pudiera causar algún problema con sus vecinos...

Suspiró y se acercó hacia la pequeña criatura, quien husmeaba entre los recipientes y matraces, razón por la que rompió algunos de éstos al estar de curioso.

–¿Otra vez tú? Ya estoy harto de éstas intromisiones tuyas ¿No puedes dejar de entrar aquí, verdad?–

Le decía el chico al mapache mientras lo cargaba y se dirigía hasta la puerta para sacarlo una vez más, sin embargo, se detuvo para revisar el mecanismo que activaba la trampa pegajosa y trataba de desatascarlo, sin darse cuenta de que la peligrosa mezcla de sustancias que había dejado en su mesa de trabajo se sacudía violentamente formando múltiples burbujas a punto de explotar.

Para cuando Varian logró desatascar el mecanismo; éste soltó una bola de sustancia pegajosa la cual cayó justo a los pies del chico, inmovilizándolo y haciendo que éste soltara al mapache, al mismo tiempo que la mezcla finalmente liberaba su presión en forma de una fuerte explosión.

Varian sólo tuvo tiempo de tomar nuevamente al mapache cubriéndolo rápidamente con su cuerpo y cerrar los ojos, esperando el impacto de la explosión.

Un nuevo capítulo de la historia Where stories live. Discover now