XIX

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Semanas habían pasado desde aquella desdichada noche del baile de otoño y desde entonces Varian no se había atrevido a poner un pie dentro del palacio real o acercarse ni un poco a la sección del bosque donde se encontraba ubicada la torre.

De igual forma ahora ya no salía mucho de Vieja Corona y, muchas veces, de su laboratorio. Pero no completamente, es decir, hubo veces en las que acompañó a su padre a la capital por asuntos comerciales y otras en las que se había encontrado con Hugo en la ciudad pero... Evitaba a toda costa visitar lugares o hacer cosas que le recordaran a Rapunzel.

Aún no superaba el hecho de haber sido rechazado por la princesa y asimismo consideraba de mal gusto el poner un pie dentro del palacio ya que en un inicio ella le había dado permiso para entrar cuando quisiera y, en estos momentos, dudaba que la joven quisiera verlo por ahí, después de todo, el palacio prácticamente era el hogar de Rapunzel y su familia; a nadie le gustaría que alguien a quien claramente rechazaste se anduviera paseando por tu propia casa como si nada.

De hecho, ahora que lo pensaba, ni siquiera tenía idea si alguna vez tendría la oportunidad de volver a verla o a hablar con ella. La posibilidad de jamás poder volver a hacerlo le dolía aún más que el seco hecho de haber sido rechazado.

Hugo había tratado de animarlo diciéndole que quizás la relación en la que la princesa se encontraba actualmente algún día terminaría; según él, ningún romance duraba mucho así que su oportunidad llegaría cuando esto sucediera. Pero eso no lo hizo sentir mejor: No compartía la misma opinión respecto a las relaciones románticas que la de Hugo; no eran tan simples y superficiales como él las describía. Además, aún si eso fuera cierto, eso significaría que aunque él llegara a tener una oportunidad con Rapunzel tampoco duraría y menos para siempre. Eso lo deprimía aún más que la situación en la que se encontraba.

Jamás se había sentido así por nadie y eso no hacía más que aumentar su dolor día con día.

Trataba de distraerse de aquellos sentimientos trabajando en su laboratorio y, actualmente, poniendo en marcha su proyecto del autómata agrícola, pero aún con todas estas ocupaciones no podía dejar de recordar su pena amorosa en breves instantes. Aquello no era nada bueno si se encontraba experimentando o manejando el...

-¡Ey! ¡Fíjate mago! ¡¿Acaso no ves lo que le estás haciendo a mis huertos con tu infernal máquina?! -

Oh no. Era su vecino más cercano, el Malhumorado Pete.

Se suponía que estaba trabajando con el huerto de su padre pero al parecer no se dio cuenta cuando accidentalmente le ordenó al autómata avanzar hasta el huerto de su vecino y, en el proceso, destrozar parte de la hortaliza de éste.

Por desgracia, aquel grito de atención de parte del adulto, hizo que Varian, en su sobresalto, presionara un botón que no debía, provocando con esto que un brazo del autómata se moviera y destruyera parte del tejado de la casa de su vecino.

Aquello, por supuesto, provocó aún más gritos, la mayoría maldiciones, de parte de éste. No lo apodaban "El Malhumorado" por nada.

Saliendo al instante de la máquina, Varian trató de disculparse con él.

-Señor, lo lamento, no me fijé que había invadido su propiedad -intentó explicarse nerviosa y apenadamente- Pagaré por los daños y...-

-¡¿Pagar por los daños?! ¡Ni creas que con sobornos olvidaré lo que me hiciste a mí o a éste pueblo!-

El Malhumorado Pete era de los habitantes de Vieja Corona que, al estar más cerca del Viejo Castillo, había presenciado muchos de los accidentes del descuidado alquimista, así como ser de los principales esparcidores de odio y rumores acerca del chico hechicero que Quirin quería mantener todo el tiempo en casa para evitar que los maldijera a todos.

Un nuevo capítulo de la historia Where stories live. Discover now