35| Destino.

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Destino.

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Hay personas que, simplemente, no tienen la suerte de nacer con un buen destino. La mayoría de personas dice que su destino se deriva de las decisiones que han tomado, pero, ¿qué pasa si ni siquiera han tenido la oportunidad de tomar decisiones?

Esa, junto a algunas otras, habían sido las grandes incógnitas que había querido descubrir. Hekima era una pequeña niña cuando sus padres comenzaron a hacer parte de la oposición. Las cosas de ahí en adelante no se habían puesto mejor.

Antes, aunque a veces a sus padres les faltaba tiempo para estar con ella, la apoyaban incondicionalmente. Luego, cuando comenzaron a entrenarla con armas y reglas y otro tipo de cosas no los veía más que para comer, si era afortunada. No podía salir para nada, no podía ver a sus amigos, no podía sentirse libre como tanto había querido.

Ella ansiaba bailar, moverse, utilizar sus extremidades para crear arte y no provocar muerte. Hacer que sus acciones deriven en sonrisas y no en gritos y llanto. Pero no tenía opción, sus padres le empezaron a decir que era muy arriesgado que, siendo parte de la oposición, no supiera pelear, defenderse, atacar.

Ella, al igual que su hermano, eran muy pequeños para entender eso. Sobretodo ella, quien extrañaba a sus amigos de la escuela y lloraba cada noche ansiando irlos a visitar. Pero era demasiado pequeña y sus padres decidían por ella, si decían que no podría salir era un no rotundo, por mucho que se le metiera la idea en la cabeza, por mucho que llorara o por mucho que hiciera pataletas, sus amigos no iban a volver a verla dentro de mucho tiempo.

A la corta edad de siete años, Hekima Usui estaba entrenada para matar, pero no para soportarlo. Dejó de ser una niña para el resto cuando movía los kunais con excepcional fuerza, o cuando golpeaba a un rival hasta sacarle sangre, o cuando cortaba y rebanaba cuellos como si estuviera jugando al té con sus ositos de felpa.

No las muñecas, las muñecas siempre le habían dado un excepcional miedo que escondía con orgullo diciendo que era demasiado genérico.

Sin embargo, solo sus padres y su hermano sabían de las interminables pesadillas, de los gritos, del llanto, del miedo que recorría su cuerpo mientras se bañaba y recordaba cuántas vidas inocentes se había llevado.

Pero todo era para el bien común, una vez que pudieran derrotar a ese hombre todo iba a terminar. Las cosas se pondrían mejor y ella podría volver a utilizar su flexibilidad para bailar y no para destrozar cuerpos.

Sin embargo, el dolor nunca terminó, persistió allí hasta el último día de su memoria, sin terminar jamás.

En un error sus padres y su hermano fueron capturados. Ella, salvada de milagro, tenía a su amigo Suru y a su abuelo curando las grandes heridas que aquel hombre serpiente había dejado. Varias veces había intentado morderla, como cosa escalofriante, pero ella pudo defenderse, a costo de la libertad de sus padres.

Tan solo tenía doce años cuando, de incógnito, se dirigió a la plaza del pueblo y vio las cabezas de sus padres y hermano colgadas como trozos de carne listos para la venta. Sus expresiones de horror la acompañaban cada día y noche, la sangre en la estaca en la que eran parados, los gritos de horror de las personas y la sonrisa que aprendió a odiar con tantos ánimos.

Esa sonrisa de ese hombre serpiente que había matado a su familia.

No pasó mucho tiempo para que la resistencia perdiera la fe y terminaran entregándose, por lo que ella, junto a otros jóvenes, fueron reclutados por ese hombre serpiente y una mujer extraña llamada Madame Liu, quienes los llevaron a un lugar escondido en e bosque.

Տ ᗴ ᑕ ᖇ ᗴ T Տ • ᕼ K.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ