Desayuno único

9.3K 366 16
                                    

Berlín y tú debíais guardar en secreto vuestro matrimonio para el resto de la banda. Al principio la idea te pareció divertida. Era como un juego entre vosotros dos: os echabais miradas durante las comidas, te escabas de madrugada a su habitación, os dabais besos a escondidas...A veces Berlín te guiñaba el ojo mientras los demás no miraban, y te quedabas con esa imagen en la mente durante el resto del día.

Aunque aquel secreto también tenía su parte mala. Veías como tu marido se llenaba de rabia y celos cada vez que Denver intentaba con torpeza ligar contigo, y dejaba de hablarte durante días cada vez que le dedicabas una sonrisa a Río. No te gustaban los celos de Berlín pero, para ser francos, tú también eras celosa.

Vuestras peleas eran muy fuertes y agresivas, pero vuestros buenos momentos tampoco carecían de intensidad. Había pasión, eso estaba claro, pero también había amor que, aunque en ocasiones resultaba tóxico, a ti te llenaba como una violenta tormenta tras un año sin lluvia.

Falta sólo un mes para el día cero del atraco a la Casa de Moneda y Timbre, la cuenta atrás había empezado. Te levantaste la primera de la casa, como de costumbre. Terminaste tu estricta rutina de ejercicios antes siquiera que saliera el sol, y desayunaste viendo amanecer con tu café humeante mientras repasabas los apuntes del Profesor. Te gustaba tener el plan bajo control, memorizarlo todo de arriba abajo, controlarlo.

- Buenos días_________- dijo el Profesor destapando tu concentración de los apuntes. Le dedicaste una sonrisa. Te caía bien, al fin y al cabo, erais familia.

- Buenos días, cuñado.

- Shhhh- te interrumpió- no me llames así, podría oírte alguien- molesto, alcanzó la cafetera y se sirvió una taza del café recién hecho.

- Son las siete de la mañana, están todos dormidos. Sólo tú y yo somos madrugadores en esta casa.

- Aun así, no vale la pena arriesgarse. Aunque he de reconocerlo, no contaba con que Berlín y tú disimularais tan bien que os conocíais de antes. Me habéis sorprendido.

Continuaste con tu desayuno en compañía del Profesor. Era agradable pasar tiempo a solas con él, un hombre silencioso y callado. A veces no soportabas el ruido que toda la banda hacía en la casa durante el día.

- Profesor, _________, muy buenos días.

Un sonriente Berlín había aparecido por la puerta. Se acercó a la mesa, le quitó la taza de café a su hermano de las manos y te dio un suave y tierno beso. Era tu marido desde hacía tres años y todavía te sonrojabas cuando acercaba sus labios a los tuyos.

- Chicos, por favor, discreción- replicó el Profesor alarmado por nuestra despreocupación.

- De verdad Sergio, tranquilo. Desde aquí puedo oír como roncan esa banda de perezosos, y no me extraña, ayer estuvieron bebiendo cerveza hasta la una de la mañana, tienes que imponer más disciplina, hermanito.

Te hacía gracia ver cómo tu marido y su hermano discutían, resultaba cómico y tierno. Sergio era la única persona que Andrés amaba tanto o más que a ti. Era bonito ver una relación así entre ellos.

- Amor, ¿sabes qué día es hoy?- preguntó Berlín dirigiéndose hacia ti.

- Claro, hoy es un día especial. Falta exactamente un mes para el día cero.

Berlín te miró desconcertado. Como si te hubieras equivocado en tu respuesta. Se creó un silencio prolongado hasta que estallaste en una carcajada.

- Jajajajaja, cariño- dijiste poniéndote de pie y colocando tus manos sobre su rostro- sé perfectamente qué día es hoy. Nuestro tercer aniversario de casados. ¿Pensabas que me había olvidado?

Tu marido rio aliviado, había caído en tu pequeña trampa. Os besasteis tan apasionadamente que te sorprendió que le Profesor, estando allí delante, no os llamara la atención por el peligro que suponía para vuestro secreto vuestra señal de afecto tan obvia.

- Díselo ya, Andrés- interrumpió el Profesor.

- ¿Decirme qué?- preguntaste.

- Tengo una pequeña sorpresa preparada para hoy. Tú y yo, vamos a acabar nuestro desayuno, te vas a poner un vestido bonito y nos vamos a ir a pasar el fin de semana a Madrid a un hotel en Gran Vía a beber champange y hacer el amor como si no hubiera un mañana- dijo Berlín con una sonrisa de oreja a oreja apoyando sus manos en tu cadera.

- ¿De verdad? ¿Va en serio? ¿Y qué hay del atraco?

- No creo que pase nada porque desaparezcáis dos días, vosotros dos sois los que más estudiados teneis el plan- dijo el Profesor- le diré a la banda que os mandé de viaje a Madrid a dejar cerrado el trato con los traficantes de armas, nadie sospechará nada.

Eso sí que era una sorpresa. No pensabas que ibas a vivir dos días de vacaciones con tu marido y que además el Profesor iba a permitíroslo y a cubriros las espaldas. Tu día se había convertido de un segundo para otro en un día perfecto.

- Madre mía Profesor, ¡gracias!

- Sí, gracias hermanito. No sabes las ganas que tenía de escapar de aquí con mi querida esposa- dijo mientras te daba un beso en la frente.

Para cuando los demás empezaron a levantarse, tú y Berlín ya estabais en la autopista camino a Madrid con tu vestido favorito y la música de Joaquín Sabina sonando a todo trapo.

BERLÍN Y TÚ. LA CASA DE PAPEL. ONE SHOTS.Where stories live. Discover now