Sólo sangre

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ATENCIÓN: SPOILERS DE LA CASA DE PAPEL PARTE 2

- Tú tienes pinta de haber viajado, a que sí- te dijo Moscú con marcado acento asturiano. Se sentó a tu lado, tú le ofreciste un cigarro de tu caja de Malboro y le acercaste el mechero.- se te ve una mujer lista, que has visto mundo.

- He viajado mucho por trabajo, poco por placer- contestaste a tu compañero.

El sol estaba bajo en Teruel y la noche empezaba a asomar. Moscú y tú habíais hecho buenas migas. Tenía una personalidad y unos valores que admirabas. Te gustaba trabajar con gente así, sencilla y pura.

- Yo sólo salí de España una vez, para el servicio militar, en 1984. Me fui a Londres, a la embajada española- dio una profunda calada y siguió hablando- tú imagínate, un chiquillo de pueblo como yo, en una ciudad como Londres, con sus calles llenas de gente y los edificios más altos que he visto yo en mi vida. Aquello me parecía otro planeta, fíjate lo que te digo.

Londres...

Londres era una ciudad en la que habías estado decenas de veces y que nunca te habías parado a visitar en condiciones. Conocías sus calles, estabas familiarizada con sus lugares, pero nunca habías tenido oportunidad de disfrutar de sus monumentos o dar un paseo a orillas del Támesis.

Siempre trabajo, nunca por placer, como le dijiste a Moscú. Aun así, te gustaba estar en Londres. Te sentías una más entre sus gentes, no una viajante.

Te vino a la mente un momento concreto de uno de tus viajes a la capital inglesa.

Andrés y tú podíais haber reservado una habitación en el Ritz, o una suite en Lansbury Heritage Hotel, pero preferisteis alquilar un apartamento en la zona Kensington, en pleno centro.

Casi no te subes al avión. Os habíais peleado a gritos en uno de los baños del aeropuerto de Roma, pero os habíais reconciliado para cuando aterrizasteis en Londres. Los celos solían ser siempre el motivo. Tanto los tuyos como los suyos.

Habíais pasado la tarde planeando y llevando a cabo el timo del halcón, una clásica técnica de robo en la que, esencialmente, das el cambiazo de algo valioso por una falsificación muy lograda. Así habíais conseguido cambiar un Rolex falso por uno de 20 de los grandes.

Una tarde productiva.

A la noche, decidisteis tumbaros en la gran alfombra persa del apartamento y descorchar una botella de vino para celebrar vuestra proeza. No todo el mundo conseguía robar un Rolex en una céntrica joyería de Londres y salir de allí por la puerta principal como si nada.

- ¿Viste la cara del de seguridad? Estaba más concentrado en vigilar a la pareja de viejos que estaba a nuestro lado que a nosotros, parecía novato. ¿No se supone que esos tipos tienen que estar entrenados para trabajar en ese tipo de joyerías?- dijo Andrés riendo, tirado en el suelo y con su copa en la mano, al igual que tú. El vino ya hacía rato que os estaba achispando a los dos.

Tú estabas con los brazos alzados, analizando el Rolex que tenías entre las manos. Era realmente bonito, digno de sus 20.000 libras.

- Oro blanco de dieciocho quilates, bisel engastado de diamantes, correa de paladio y...más oro blanco. Es un reloj digno de un rey.

- Es una obra maestra- dijo Andrés apoyando su cabeza en tu vientre y observando contigo el reloj, sin soltar su copa, por supuesto.- conozco un tipo que nos lo comprará a buen precio.

- No- interrumpiste. Agarraste la muñeca de Andrés hacia tu pecho. Remangaste con suavidad su jersey de cachemir color burdeos y le colocaste el reloj en un sonoro click- quiero que te lo quedes tú, que sea tuyo.

Andrés se irguió y te miró a los ojos, sorprendido.

- Es un Rolex de 20 de los grandes,__________ Es nuestro, no mío, lo robamos juntos.

- Lo robaste tú, yo sólo me encargue de que nadie se diera cuenta. Quédatelo, te queda muy bien y lo sabes. No necesitamos el dinero. Es un reloj a tu altura.

Te miró y sonrió. Luego miró a su muñeca y comprobó que tenías razón, le sentaba de miedo. Le daba un aire poderoso a la vez que distinguido. Luego, sin mediar palabra, te besó con pasión, con esa pasión medio española medio italiana que Andrés llevaba por bandera.

Al cabo de un rato paró y volvió a llenar su copa, no sin antes llenar también la tuya.

- Llevaré el reloj con orgullo porque me lo has regalado tú, porque me recuerda a ti- dijo en voz baja, más apoyado en tu cuerpo que en el suelo- pero a cambio, quiero que lleves algo que te recuerde a mí.

Dicho esto, de su bolsillo, sacó una cajita que enseguida identificaste como de Cartier. Roja y oscura. Tu color favorito.

La abrió y pudiste ver un anillo al más puro estilo clásico de Cartier. En seguida percibiste el oro blanco, el ónix y hasta dos, no, tres tipos diferentes de diamantes. Era vulgar pensar en ponerle precio a semejante obra de arte, pero con unos cálculos rápidos, supiste que aquella pequeña joya pasaba tranquilamente de los 17.000 euros.

- Andrés...

- Shhhh- dijo él mientras lo sacaba de su caja y lo encajaba con suavidad en tu dedo índice- tenía pensado dártelo mañana durante la cena, pero no quiero esperar más. Pensé en esmeraldas, sé que te gustan mucho, pero me decanté por los diamantes. El problema que tengo contigo es que todo te sienta increíblemente bien.

Te dieron ganas de llorar de la emoción, pero intentaste controlarte. No era emoción por aquel generoso regalo, si no emoción por el momento que estabas viviendo. Deseaste parar el tiempo y quedarte allí para siempre, sobre esa alfombra, con aquella botella de vino, con aquel hombre.

El anillo acabó manchado de sangre tras intentar durante más de cuatro horas contener la hemorragia que dos balas habían provocado en Moscú, a tan sólo medio día de salir de la ratonera de la Fábrica de Moneda y Timbre. Ya no se veían los diamantes ni tampoco brillaba el oro. Sólo sangre.

BERLÍN Y TÚ. LA CASA DE PAPEL. ONE SHOTS.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن