Fiebre

1.4K 105 11
                                    


-  ¿Y __________ ?¿La que siempre madruga se ha quedado dormida?- preguntó Tokio. El día ya había comenzado, la banda se encontraba en el aula improvisada que el Profesor había instalado en la casa de Toledo y tu pupitre estaba vacío.

- ____________ está enferma, le he dicho que se quedara descansando en la habitación. Lo último que necesitamos es que un virus nos deje a todos sin fuerzas a un mes del atraco.- Al Profesor no le preocupaba que por culpa de tu catarro te perdieras algunas clases, sabía que te pondrías al día enseguida. No tenía la misma confianza en el resto de miembros de la banda, así que cuántas más medidas preventivas para evitar el contagio, mejor.- Volviendo a lo que nos concierne, ¿alguien sabría decirme cuántas cámaras de seguridad hay en el hall principal y dónde se encuentran ubicadas?

Nairobi levantó la mano. El Profesor le dio la palabra.

- Pero ¿qué le pasa a __________? Porque a mí las gambas de la cena de ayer me sabían raro.

- No fueron las gambas, tiene fiebre y tos, es un catarro tonto- dijo apresurando su explicación- las cámaras, ¿nadie puede decirme cuántas son?

- Pues sí que tiene que estar chunga para perderse una clase, a mí me dolió la cabeza durante toda la noche, seguro que estoy incubando lo mismo- interrumpió Denver que, al contrario de su compañera Nairobi, no levantó la mano para hablar.

- ¿Acaso estoy hablando con las paredes?- preguntó irritado el Profesor.

- Ocho cámaras, dos a la entrada, tres en la zona oeste y tres en la zona este, sin puntos ciegos- se apresuró a contestar Berlín. La noche anterior no te habías escabullido a su dormitorio, y ahora Berlín entendía porqué.

Lo que no alcanzaba a comprender era porqué no le habías informado de tu malestar, él hubiera cuidado de ti.

Al acabar la clase, Berlín se dirigió sin contemplamientos a tu dormitorio. Llamó a la puerta, pero no obtuvo respuesta. Preocupado, se tomó la libertad de abrirla.

Dentro encontró las tupidas cortinas corridas, evitando que entrara la luz del sol. Sobre la cama, un bulto enterrado en las sábanas que supuso que eras tú.

Se acercó sigiloso, escuchando una respiración que no le gustó, propia de unos pulmones que respiran con dificultad. Desenterró un poco las sábanas y descubrió tu rostro. Estabas dormida y un tanto roja, algo que Berlín encontró adorable.

Se sentó en la cama y apartó tu flequillo, para seguidamente posar su mano sobre tu frente. caliente, demasiado caliente.

El contraste de temperatura de su piel con la tuya hizo que te sobresaltaras asustada.

- Perdón, no quería despertarte.

- Me has asustado- dijiste con voz ronca una vez que descubriste quién era el intruso y volviendo a posar tu cabeza contra la almohada.

- Estás ardiendo, ¿has tomado algo para la fiebre?- preguntó mientras buscaba con la mirada un termómetro en tu mesita de noche.

- Un ibuprofeno hace dos horas. No puedo tomarme otro hasta dentro de cuatro.

- No podemos esperar tanto, tenemos que bajar tu fiebre.

Berlín agarró tus mantas y te destapó por completo en lo que te pareció un acto de crueldad absoluta.

- ¡Andrés! ¡tengo frío!

- Berlín- te corrigió- no puedes estar tan tapada, eso sólo empeora las cosas. Voy a prepararte un baño de agua fría.

La idea te pareció una tortura. Susurraste algo ininteligible a modo de queja, pero estabas demasiado débil como para luchar contra tu marido y éste ya se estaba dirigiendo al baño.

Intentaste recuperar tus sábanas, pero Berlín se había encargado de alejarlas de tu cama.

Mareada, te erguiste lentamente e intentaste no pensar en cómo se estaba quejando tu cabeza por el esfuerzo. Fuiste hacia la luz del cuarto de baño y te apoyaste sobre el marco de la puerta. Desde allí observaste cómo Berlín, con su camisa de Armani elegantemente remangada te preparaba un baño.

- De verdad que no es necesario- dijiste- ¿Ya no te acuerdas de nuestra última primavera en Sao Paulo? La medicina no me bajaba la fiebre y llegué a los 40 grados. Tú te pusiste como loco a llamar a una ambulancia y acabó por bajarme la temperatura por sí sola. Así son mis catarros, cortos pero intensos, estaré bien pronto.

- Una fiebre alta es peligrosa, no te permitiré que me lleves la contraria en esto- Andrés se acercó a ti y empezó a quitarte la camiseta empapada en sudor.- ¿Esta camiseta es mía?- preguntó al verla más de cerca.

- Es que olía a ti- contestaste con una media sonrisa. Berlín se alegró de ver que, a pesar de la enfermedad, pensabas en él.

No te gustaba que tu marido te desnudara con un propósito que no era el habitual, pero te dejaste llevar y obedeciste su petición de meterte en el agua fría. Al principio tu cuerpo se quejó, luego empezó a disfrutar del frescor que te proporcionaba el baño.

Cerraste los ojos e intentaste dejar la mente en blanco.

- ¿Mejor?- preguntó Berlín dándote un beso en la frente.

- Mejor- reconociste.

Berlín no separó su rostro del tuyo e intentó alcanzar sus labios con los tuyos, pero apartaste rápidamente la cara.

- No quiero contagiarte- dijiste.

Berlín sonrió y te besó de todos modos.

BERLÍN Y TÚ. LA CASA DE PAPEL. ONE SHOTS.Where stories live. Discover now