Un día para el día 0

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El día anterior a un gran golpe preferías descansar. Disfrutar de la calma previa a esa tormenta de emociones que esperan cada vez que te metes en la boca del lobo. Y esta vez, el asalto a la Fábrica de la Moneda era la boca del lobo más hambriento al que te habías enfrentado.

Madrugaste por costumbre, mientras el resto de la banda seguía durmiendo en sus respectivas habitaciones de aquella aislada casa de Toledo.

Todos habían descubierto ya que tú y Berlín estabais casados. No resultasteis ser lo suficientemente habilidosos para ocultar el secreto de vuestra relación, por mucho que os divirtiera vuestros encuentros a escondidas.

Bajaste al salón y reviviste el fuego de la chimenea de la noche anterior. Aún en pijama, te sentaste cerca de las llamas para disfrutar de tu taza de café recién hecho. En silencio.

Berlín no tardó en bajar las escaleras. No tenerte al otro lado de la cama escuchando tu respiración le despertaba enseguida.

- Buenos días- te dijo acercando su cara a la tuya

Estaba contento. Sonreía como un niño pequeño y sus ojos brillaban de emoción. Notaste enseguida su inquietud, esa chispa que provoca saber que en menos de 24 horas te vas a adentrar en la aventura de tu vida.

Esa iba a ser una buena mañana. Una mañana en la que descansar junto a tu marido, pasar el rato con el resto de la banda y ultimar el plan con tranquilidad, pero el destino quiso que no fuera así.

Berlín estaba sirviéndose café cuando el móvil que tenías en el bolsillo de tu pantalón de pijama empezó a silbar el clásico tono de mensajería de Iphone. Se te había olvidado ponerlo en silencio. Suspiraste antes de que Berlín formulara la obligada pregunta.

- ¿Tienes un móvil?- dijo olvidándose de su café y dirigiéndose directamente al origen del silbido- el Profesor no nos permite tener móviles, sus localizadores son peligrosos.

Alzó la mano para buscar en tu bolsillo el Iphone, pero te levantaste con rapidez y lo sostuviste con tu mano impidiendo que lo alcanzara antes que tú.

- Amor, tengo un padre y tres hermanos en la cárcel, a mi madre la busca la Interpol y a cuatro de mis tías las buscan la mafia rusa por ajustes de cuentas, no iba a meterme en una casa durante cinco meses sin ningún tipo de comunicación con el exterior, necesito estar disponible.

Berlín ni siquiera estaba prestando atención a tu excusa, mientras hablabas, él buscaba la manera de asaltarte para quitarte el móvil de la mano.

Tan sólo tardó tres segundos de forcejeo para conseguirlo y ver las notificaciones mientras el silbido se repetía una y otra vez. En cuanto leyó la pantalla, predijiste que se avecinaba pelea.

- ¿Luciano Fainello? – preguntó intentando hacer acopio de una tranquilidad que estaba a punto de desaparecer en un estallido- ¿Qué hace esa rata escribiéndote mensajitos?

- Andrés, me escribe por trabajo, quiere planear un asalto a un taller de joyería que hay en Florencia y me quiere en su equipo, le he dicho que no, sólo me está utilizando de consultora, quiere que le aconseje sobre conceptos técnicos.

Berlín ni siquiera te atendía, sólo leía a gran velocidad el chat que llevabas cinco días teniendo con Fainello. Posiblemente la discusión no hubiera llegado a más si tu marido no hubiese llegado a leer EL mensaje.

- "Eres la ladrona más hermosa con la que he trabajado, si ser sexy fuera un delito tú estarías en la cárcel, bella", ¿me vas a explicar qué coño es esto, __________?

Esta vez sus gritos despertaron a todos. Pudiste escuchar como el suelo de la madera del piso de arriba gruñía con los pasos de los saltos de todos de sus camas ante semejante estruendo.

Te enfadaba ver a Berlín enfadado, era la guerra.

- Primero, no grites mi nombre real, nos hemos puesto nombres falsos por algo, segundo, Fainello es un pobre estúpido que le habla así a todas, ni tengo nada con él, ni lo tendré nunca ni me lo he planteado nunca, deberías tenerme un poco de confianza y no ponerte como un energúmeno porque un hombre me hable, que soy tu esposa, pero no de tu propiedad y tercero, YO TAMBIÉN SÉ GRITAR- aquello lo dijiste con un chillido casi tan elevado como el suyo.

- ¿Qué narices está pasando aquí? -preguntó el Profesor bajando por las escaleras, despeinado y colocándose las gafas-¿Os habéis vuelto locos?

En cuanto se asomó el Profesor, Berlín escondió el móvil en su bolsillo y supiste que no tenía intención de que nadie se enterara de tu pequeño quebrantamiento de las normas. Aún enfadado contigo, buscaba siempre cómo protegerte.

- Riñas conyugales, Profesor- dijo Berlín más calmado- discúlpanos, no queríamos despertaros.

Asentiste con la cabeza y el Profesor, poniendo los ojos en blanco y soltando un profundo suspiro, decidió darse la vuelta y volver a su habitación. Tu cuñado había presenciado varias peleas vuestras y sabía que siempre acababan igual, reconciliándoos.

Una vez que volvisteis a estar solos, te acercaste poco a poco a Berlín, que estaba de pie mirándote decepcionado.

- Andrés, entiéndeme- comentaste en un tono que invitaba más a la paz- Fainello es un idiota que sobrepasa los límites del respeto con sus tonterías de ligón de clase baja, es cierto. Pero también es útil ser amiga suya. Yo le ayudo con sus pequeños asaltos a joyerías y él me proporciona buenos contactos. Sabes tan bien como yo que en nuestro mundillo hacer amigos poderosos es esencial.

- Eres hija de uno de los mayores traficantes de occidente de este siglo, creciste viendo como jefes de las grandes mafias se hospedaban en vuestra casa ¿por qué ibas a necesitar que alguien como ese imbécil te presentara gente?

Apartaste la vista de tu marido. Odiabas que te lanzara esas miradas de aversión, como si le hubieras traicionado. Tú jamás le harías eso al hombre que amas. Sabías que aquel tan sólo era otro de sus ataques de celos, uno de muchos.

- Andrés, no voy a pararme a explicar cómo consigo o dejo de conseguir contactos. Te recuerdo que todo este plan del robo a la fábrica está financiado por mí. ¿Crees que compré en Amazon los kalashnikov que vamos a utilizar mañana? No, los conseguí en un mercado negro tailandés gracias a contactos que me pasó Fainello. Vas a tener que confiar en mí y dar por hecho que sólo estoy interesada en un hombre.- notaste como su rostro se relajaba. Estaba arrepentido por haberte gritado, y tú también- En ti, tonto.

Berlín apoyó su mirada en la tuya. Se acercó a ti y te agarró de la cintura. Cerró sus ojos y te dijo

- Nunca he querido tanto a una persona como te quiero a ti. Te quiero sólo para mí.

Sonreíste y le abrazaste. La pelea había acabado. Acercaste tus labios a los suyos, rozándolos sin llegar a probarlos. Acariciaste su nuca y le dijiste al oído :

- Eso lo conseguiste hace tiempo.

BERLÍN Y TÚ. LA CASA DE PAPEL. ONE SHOTS.Where stories live. Discover now