La tercera cerveza

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ATENCIÓN: SPOILERS LA CASA DE PAPEL PARTE 1 CAPITULO 1

Caminabas a paso rápido, casi corriendo. Tu corazón palpitaba acelerado, dificultándote la respiración. Tu mono rojo estaba envuelto en sudor y sangre, como en las historias de las batallas de la guerra civil que tu abuelo te había relatado tantas veces cuando eras pequeña.

No sentías miedo, solo una ira incontrolable, rabia y ganas de descargar tu enfado contra Tokio, a tu juicio, el gran lastre de la banda.

Tras recorrer el pasillo acelerada, llegaste al despacho del director de la Casa de Moneda y Timbre, donde sabías que estaba Andrés...Bueno, Berlín desde hace unos meses.

Abriste la puerta con tanta brusquedad que el pomo rebotó contra la pared dejando una marca en ella para la posteridad.

Antes de ponerte a gritar, Berlín, sentado en la silla del director al otro lado del gran escritorio, vio en tu mirada toda esa rabia contenida, como quien observa desde la comodidad de su casa un documental sobre leones hambrientos y agresivos.

Ni siquiera se molestó en levantarse de la silla, como si de un rey en su trono se tratara.

- La voy a matar- empezaste- ¡La voy a matar!- repetiste gritando.

- Será mejor que te calmes de inmediato, no voy a pedírtelo dos veces.- se puso serio y exigente, como se ponía siempre que se enfadaba contigo.

Te acercaste a la mesa para encararte con él. Necesitabas soltar toda esa ira.

- Tres hora Berlín, no han pasado ni tres putas horas desde que empezó el atraco y Tokio ya la ha cagado, ¿qué más pruebas necesitas para darte cuenta de que esa mujer no puede trabajar en un golpe como éste?

- No voy a permitirte que me hables en ese tono bajo ninguna circunstancia.- contestó gritando más fuerte que tú. De pronto, Berlín se dio cuenta de que tu mono rojo estaba manchado de sangre. Su semblante permaneció serio pero bajó el volumen de su voz- Esa sangre no será tuya, ¿no?

- No, es de Río, vengo de darle dos puntos en la frente porque a su novia no le dio la gana de cumplir una orden sencilla y empezó a disparar como una posesa a la policía.

Por unos segundos Berlín no contestó. Permaneció sentado en la silla observando tu mirada y al mismo tiempo retándote, dejando claro que en aquella conversación él era el que mandaba. Pero tú, como siempre, eras incluso más cabezota que él.

- De controlar a Tokio y su en ocasiones desagradable temperamento me encargo yo, que para algo estoy al mando del atraco. Tú limítate a hacer tu trabajo y no ponerte como una niña histérica cada vez que las cosas se desvían un poco.

- ¿Cada vez que las cosas se desvían un poco? ¿En qué momento matar a dos policías significa "desviar las cosas un poco"?

- No sabemos si están muertos, ¡no seas tan agorera!- dijo volviendo a elevar su volumen de voz y poniéndose de pie con brusquedad.

Cuando se enfadaba se convertía en un hombre agresivo, pero ya conocías esa faceta suya. Te amaba, te protegía y te respetaba, pero verte enfadada provocaba en él un sentimiento de furia cercano a la cólera. Ninguna de sus cinco esposas anteriores habían conseguido sacar lo mejor y lo peor de su ser como lo hacías tú.

Sentiste como la situación se estaba calentando demasiado y decidiste tomar asiento en una de las sillas que había al otro lado del escritorio para enfriar un poco el ambiente. Él imitó tu gesto.

BERLÍN Y TÚ. LA CASA DE PAPEL. ONE SHOTS.Where stories live. Discover now