2. Días de estrés

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Cuando dicho hombre le dió acceso, abrió ligeramente la puerta e ingresó, saludando con suavidad al rubio.

—Comandante Erwin, reportes de los eventos de Trost. Hay un par de recuentos en anomalías en las actitudes de varios titanes que fueron reportadas por sobrevivientes, pero Hange está ocupada ahora mismo —depositó los papeles suavemente en la mesa, dando un paso atrás un momento después—. Odiaría interrumpir y ser víctima de otra oleada de teorías.

Erwin colocó su lápiz sobre la mesa, estirando un poco su brazo para tomar los reportes mientras una pequeña sonrisa se estrechaba en sus labios.

—Eres muy cortés, Félix —y aunque tenía trabajo literalmente en sus manos, los ojos del hombre se movieron hacia los del pelinegro—. Te he dicho ya varias veces que no hace falta que toques, simplemente entra y es suficiente.

La oficina estaba bañada en suaves tonos anaranjados y rojizos, la ventana detrás del hombre iluminando el interior con un atardecer que siempre les era imposible de ver a menos que estuvieran sobre las montañas, o el Muro. Erwin lucía bien sonriendo, especialmente cuando estaba bañado en colores cálidos del atardecer que acentuaba ligeramente el brillo de su cabello rubio, o lo sencillo que a veces le era simplemente relajarse en momentos tan quietos como este lo era.

Félix parpadeó. Una nerviosa, sorprendida carcajada saliendo de entre sus labios.

Descuidadamente, y solo para complacer al Comandante, se dejó caer en uno de los asientos dentro de la habitación y su mano automáticamente se movió para desabotonar los dos primeros botones de su camisa.

—Ah, lo siento —murmuró, mirando distraídamente hacia las nubes coloreadas de otoño por la ventana—. A veces es extraño actuar tan casual contigo cuando el resto es tan… no lo sé.

—Uhm, ¿te incomoda ser casual conmigo, entonces? —Erwim se enderezó, su atención moviéndose hacia los reportes finalmente—. Alrededor de otros, me refiero.

—No. ¿Sí? Tal vez —esta vez sus mejillas sí estaban rosadas, de eso estaba seguro—. Sé que soy algo así como tu asistente y todo eso, pero… puede ser mal visto ante otras personas.

Pueden confundirse, eso fue lo que no dijo. Puedo acostumbrarme, y puede gustarme, y puedo ser yo el que termine confundido.

—No tienes que serlo entonces. Puedes, por supuesto y solo si tú quieres, cuando solo estemos tu y yo.

Félix asintió distraídamente, su atención recayendo en el mapa  desplegado sobre la superficie del escritorio. Desde donde estaba sentado era capaz de ver al menos cinco distintas formaciones, todas desplegadas sobre lo largo y ancho del papel.

Una pequeña inconformidad se hizo presente en su estómago cuando recordó las palabras del Comandante esa misma mañana cuando Levi y su escuadrón partieron, informándoles a los capitanes de los planes sobre una nueva expedición.

Era muy pronto. Especialmente cuando podrían tener nuevos reclutas, y no importaba si terminaban siendo únicamente dos o tres, carne fresca era carne fresca y a veces, era más un estorbo que una ayuda. El plan era precipitado en todo el sentido de la palabra y la expedición se sentía como un mal presentimiento.

—Hay algo preocupándote —la voz del mayor resonó dentro de la oficina como el rugido de un titán. Félix saltó levemente en su asiento—. ¿Félix?

El pelinegro llevó su mirada hacia Erwin, sus ojos verdes encontrándose abruptamente con los azules del rubio y entonces —el cielo era azul, él era fervientemente consciente de ello entonces porqué se veía tan nulo y gris y opaco y ese agujero en su pecho no dejaba de crecer porque había ojos como el cielo que él iba a extrañar— parpadeó, confundido.

Friend of the Devil ━shingeki no kyojinWhere stories live. Discover now