Capítulo 4

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Luego de dejar solo a Zev en el claustrofóbico cuarto de limpieza, me dirijo con pasos calmados hacia el comedor

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Luego de dejar solo a Zev en el claustrofóbico cuarto de limpieza, me dirijo con pasos calmados hacia el comedor. En esta semana repartí equitativamente mi tiempo entre Reese y los demás; ya que por algún motivo él no deseaba sentarse en nuestra mesa, y repetía -de forma bastante desagradable- que sólo mi presencia le parecía tolerable. Al principio estaba con él para ver si podía seguir indagando en los misterios del centro, pero era imposible sacarle algo útil. Era el mejor cambiando de tema y llevando la conversación hacia donde le convenga, todo un maestro en el arte de la manipulación.

Aún así y aunque no me lo esperaba, descubrí que su compañía no era tan irritante como quería creer. Su sinceridad y sentido del humor nunca te aburría, y ya le perdí el miedo que sentía al principio. No digo que ahora me parezca una persona completamente cuerda, y de todas formas, ¿quién realmente lo es? Pero al menos no creo que vaya a matarme, a pesar de todas las veces que bromeaba sobre ser capaz de hacerlo. En esos casos su mirada se enturbiaba de una forma que prefería ignorar.

Fui directo a nuestra mesa habitual, no tan lejos de donde se encontraba el resto, pero si lo suficiente como para que no escuchasen nuestra conversación. Estuvimos hablando por unos minutos, con su típica actitud prepotente y amagos de amabilidad que terminaban en burlas, hasta que decidí soltarle una pequeña confesión.

— ¿Sabes? —digo, medio dudando, medio estando segura. —No eres como yo creía. 

—Eso veo. —ríe, su mirada repleta de suficiencia y con el ego por las nubes. —¿Y cómo me imaginabas? —pregunta. Su porte, antes recostado en el asiento con total indiferencia, se endereza y acerca hasta apoyar sus brazos sobre la mesa, sin despegar su mirada de la mía. Su sonrisa sínica ya se me hizo costumbre, pero sus brillantes ojos azules daban escalofríos; doy gracias porque su rubio cabello caiga sobre ellos, disminuyendo un poco su intensidad. Vestía completamente de negro, cosa que ya era usual y que ayudaba en demasía a resaltar el color blanquecino de su piel.

—No lo sé, más... amenazante. —vacilo. —Como si tuvieras un arma escondida y de un momento a otro fueras a disparar a diestra y siniestra. —río. A él pareció hacerle gracia también, pero hace una pausa cargada de tensión antes de responder.

"Si quisiera empezar a matar, no quedaría ni uno solo de ustedes". —sonríe. —Charles Manson. Uno de mis psicópatas favoritos. Su modo de vida y frases son simplemente... inspiradoras.

—¿Ahora te identificas con un asesino? —me burlo, pero en realidad la inseguridad obstruyó todos mis pensamientos. Sonaba muy serio a pesar de estar sonriendo, y algo en él me inquietaba. Pero aún así una parte de mi creía que no debía temerle; y ahí me encontraba, desayunando junto a un rubio un tanto peculiar.

Esta semana estuve preguntándome mucho sobre si mi instinto de supervivencia había muerto.

—Oh, no. Solo soy un gran fan.

Decere (Invisibles fuerzas oscuras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora