Capítulo 39

8 5 1
                                    

Mis piernas dolían, el pecho me quemaba por la enorme cantidad de aire gélido que ingresaba por mi boca, y mi corazón latía desbocado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mis piernas dolían, el pecho me quemaba por la enorme cantidad de aire gélido que ingresaba por mi boca, y mi corazón latía desbocado. Ya había perdido la cuenta de la cantidad de tiempo que había corrido, el sonido de los pasos de Amara era todo lo que necesitaba para continuar, y nunca miré hacia atrás. Temía que, si lo hacía, ya no tuviese la fuerza de voluntad para alejarme. Para dejar a Thalía a merced de ellos, por no poder seguir vigilando a Coleman, o detenerla. ¿Y si la daña? ¿Y si no volvemos a verla?

¿Realmente mi vida valía más que la de ella?

No lo creo y, sin embargo, yo me alejo del peligro mientras ella se interna más en él.

Nada de esto es justo.

—No puedo más —Amara habla con la voz entrecortada. Paro en seco y me giro para observarla sostenerse con las manos en las rodillas y respirando de forma pesada. Seguía teniendo múltiples cortes en toda su piel, que solo se agravaron por culpa de las ramas de los árboles entre los que debíamos pasar. Su hombro dislocado se veía horrible, pero el solo pensar en colocárselo en la posición adecuada me daba náuseas. Debíamos encontrar a Zev lo más pronto posible.

Por otro lado, mis muñecas cortadas ardían con persistencia. Sabía que ignorarlas y fingir que nada había pasado no desaparecería el dolor, pero no había otra cosa que pudiera hacer por el  momento.

—Tenemos que seguir, ya falta poco —la animo, aunque solo fuesen falacias. No tenía ni idea de dónde estábamos ni cuánto nos faltaba, pero la idea de seguir en el medio del bosque con esta densa oscuridad me aterrorizaba.

—¿Falta poco para qué, Briana? —Amara solloza—. Este lugar se ve exactamente igual que hace diez minutos atrás, ya no sé si avanzamos o retrocedemos. El cuerpo me pesa y cada músculo pide descanso. No puedo más. En serio no puedo.

Mi corazón se estruja luego de cada palabra, pero aún así sigo pensando que no deberíamos detenernos.

—Solo un poco más —susurro.

Las lágrimas se deslizan por sus mejillas.

—Duele —murmura—. Todo esto duele.

—Lo sé —sonrío leve—. Pero no podemos permitir que eso nos sobrepase. Cuanto más rápido lleguemos, más rápido volveremos por Thalía, ¿verdad?

Ella asiente, pero su expresión sigue siendo apesadumbrada.

Mierda, ella no se merece esto.

—Por Thalía —promete.

—Por Thalía —respondo, rezando porque no sea demasiado tarde.

*****

Observamos a la serpiente con sospecha. Había aparecido hace unos minutos, luego de aproximadamente una hora dando vueltas con nuestra desesperación agravándose a cada segundo. Por primera vez, no avanzaba con prisa. Está reposando a nuestro lado, como si supiera que necesitábamos pensar que hacer a continuación.

Decere (Invisibles fuerzas oscuras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora