Capítulo 33

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Odiaba esto

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Odiaba esto.

El viaje fue más rápido de lo que esperaba. No sabía si eso era producto de la necesidad del conductor de alejarse de lo sobrenatural -como si eso fuera posible- o simplemente la estúpida doctora estaba desesperada por un reencuentro.

De todas formas, agradecía eso. El estado de Briana no hacía más que empeorar minuto a minuto, y ya no me parecía gracioso verla en momentos de debilidad. Ahora, debía admitir, la muerte de alguien cercano se volvió uno de mis mayores miedos, y el dueño de mis actuales pesadillas.

Creo que nunca podré dejar atrás a Amos. Aún debo retener las lágrimas cada vez que pienso en él. ¿Esto se suponía que debía alivianarse con el paso de los años? Porque desde mi perspectiva, ni el tiempo sería capaz de borrarlo de mi memoria.

Y aceptar eso es una de las cosas más difíciles que hice en mi ridícula vida. Siempre me esforzaba por demostrar que era un perra sin corazón, sin sentimientos, que pasa por sobre todos los demás. Estúpida de mí, porque eso es imposible. No existía la bondad absoluta -por más de que Amara estuviera muy cerca de ello- así como tampoco existía el ser repleto de maldad -aunque Coleman podría superar esa expectativa-. Sería irrisorio siquiera concebir la idea de poder vivir en un universo en donde las emociones se suprimieran, en donde nunca te rompan el corazón, en donde nunca te pese el hecho de vivir. Porque sin eso, todos los recuerdos felices también se evaporarían; y no cambiaría mi tiempo con Amos por nada del mundo, aunque eso signifique tener que aceptar su muerte.

Por la radio de la camioneta -la misma estaba equipada de mucha tecnología que no pude comprender-, el hombre que nos salvó/secuestró avisó que tenía a tres de nosotros. Por lo que pude notar, no habían detenido nuestra búsqueda aunque haya pasado más de un mes de nuestro escape, y estuvieron muy cerca de encontrar el lugar donde nos ocultábamos. Esperaba que lo que sucedió pudiera confundirlos, porque de lo contrario, no tardarían en encontrar a los demás.

El instituto estaba tal cual lo recordaba. Las inmensas paredes blancas me siguen dando escalofríos, y el olor a muerte seguía impregnado en el lugar.

Estaba claro que esta vez se andaban con precauciones. La seguridad parece haberse duplicado, si es que eso era posible. Ni bien pusimos un pie ahí dentro, cuatro guardias nos rodearon y esposaron, como si fuéramos capaces de abandonar a nuestra amiga moribunda a manos de unos doctores desquiciados. Amara protestó, pero no le sirvió de nada. Ella estuvo sosteniendo a Briana todo el viaje, y susurrándole palabras de consuelo al oído, aunque no sabía si ella era capaz de escucharla. Separarse de su tacto no le agradó, y mucho menos el que se la llevaran a una sala completamente apartada de nosotras, pero Briana no tenía el tiempo para discusiones, alguien debía curarle la herida, y debía ser pronto.

No voy a negar lo mucho que me aterroricé cuando la vi. Estaba tirada sobre la hierba, su piel morena más pálida que nunca. Era una imagen completamente distinta a la Briana fuerte y valerosa que siempre hacía que saltaran mis nervios, en ese momento no tenía ni fuerzas para replicar. Y la herida... es más grande y profunda de lo que me gustaría admitir. Perdió mucha sangre, sin importar cuánto hayamos hecho presión, la misma no paraba de salir. Tuve que distraerme a mi misma en reiteradas ocasiones para evitar las náuseas que me producía, ya que mi cerebro asociaba la sangre con la muerte, y temía que el miedo me paralizara.

Decere (Invisibles fuerzas oscuras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora