Fruncí el entrecejo.

─¿Qué ocurre? ─demandé saber mientras me limpiaba los labios con una servilleta.

─Tienes una visita, te están esperando en el salón número dos. ─soltó de golpe.

La miré extrañada.

─Qué raro, nadie me avisó que vendrían a verme hoy. ─contesté.

─Bien, creo que debes ir ahora. ─dijo con una sonrisa─. Regresaré a la cocina, aún faltan varias reclusas por comer, si no las alimento se volverán salvajes y tomarán la cárcel. ─añadió con una sonrisa.

Asentí con amabilidad.

Gloria se dió media vuelta y terminó por esfumarse de mi vista.

Es una pena que no pueda terminar mi desayuno, está jodidamente bueno.

Me acomodé rápidamente el cabello y antes de salir de la celda en dirección a la sala de visitas tomé un hot cake para comerlo en el camino.

Caminé unos cuantos pasillos y gracias al cielo pude llegar al lugar indicado sin problema alguno.

Atravesé el umbral y mientras masticaba el último pedazo de hot cake casi me asfixio al toparme de frente con lucifer y su ayudante en persona.

─¿Mamá? ¿Cara? ─mencioné sus nombres con dificultad mientras intentaba tragar lo que tenía en la boca y no ahogarme en el proceso─. ¿Qué están haciendo aquí? ─agregué mientras me golpeaba suavemente en el pecho.

─¡Cariño! ─exclamó mi madre con alegría mientras abría los brazos y me envolvía en ellos.

─¡Sin contacto físico! ─exclamó uno de los guardias al instante.

Mamá lo fulminó con la mirada y rápidamente me soltó de su agarre.

─Vamos, siéntate, tenemos muchas cosas de que hablar. ─me ordenó.

Asentí y me posé en el lugar que me indicó.

─¿Abriste mi paquete? ─se apresuró a mencionar Cara.

Sentí mis mejillas ponerse rojas como cerezas.

─Sí, muchas gracias. ─respondí.

─¿Te han gustado los obsequios? ─me observó con una expresión bastante particular, claramente lo decía por el vibrador.

Asentí.

─La felicidad no me dejó pegar el ojo en toda la noche, te lo agradezco mucho. ─añadí con una breve sonrisa.

Mi madre nos observaba en silencio con los ojos entrecerrados.

─¿Por qué no me avisaron que vendrían? ─mencioné con agilidad.

─¿Estás bromeando? ─habló mi madre─. Te enviamos como cien mensajes y no respondiste a ninguno. ─añadió.

Es cierto.

─Lo siento, tuve una noche ocupada. ─me aclaré la garganta.

─¿Abriste el paquete que te enviaron desde París? ─habló mamá nuevamente.

Negué con la cabeza.

─Lo siento, no he tenido mucho tiempo. ─respondí con sinceridad.

Es que he estado ocupada follando estos últimos días.

─Está bien, sin embargo no he venido a hablar sobre eso. ─contestó Adalia.

─De acuerdo, ¿A qué han venido? ─me mojé los labios con la punta de la lengua y fruncí el ceño.

INOCENTE © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora