Vespa

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La VAN está en completo silencio a excepción de la voz de Michele y el conductor todo el camino hasta Bari. Desde Castello Monaci son 145km lo que nos daba unas buenas dos horas de carretera para platicar o aprovechar para dormir. Me aislo de todo mi alrededor porque tengo el corazón comprimido. Las palabras de Lukazs me habían dolido en lo más profundo, además imagino que el hecho de cerrar un ciclo de vida con una persona con la que había compartido muchas cosas tenía que doler de alguna manera. Estoy molesta conmigo misma por darle tanto poder a un hombre y permitirle hacerme daño aun siendo de manera verbal y más molesta aún por haber llegado a la agresión física siendo llevada por la rabia y el coraje del momento. No se si alguna vez llegaría a perdonarme el no haberme controlado pero tampoco sé si le perdonaría a él algún día sus palabras hirientes, su modo de expresarse y de hacerme sentir culpable.

Me acurruco en el asiento haciéndome la dormida bajo mis lentes de sol pero en realidad estoy viendo el panorama. Hemos tomado la costa y los paisajes de éste país me están enamorando de una manera encantadora y calman un poco mi estado de ánimo decaído. Michele, luego de su abrazo y palabras ha regresado a su puesto en el asiento del copiloto una vez le he jurado que estaba bien y que no tenía de qué preocuparse. Lo escucho hablar entretenidamente con el conductor y me deleito con su encantadora voz en Italiano, haciéndome sonreír aún cuando no entienda ni media palabra.

Hoy se unía una nueva integrante al crew. Magda Lamparska, la actriz que interpretaría a Olga, la mejor amiga de Laura y la idea de que tendría a una mujer cerca en escena, mas allá de Blanka y Bárbara, me causaba ilusión. Ella nos estaría esperando en Bari ya que tomó un vuelo directo desde Polonia para alcanzarnos allí. Esperaba con todo mi corazón que nos lleváramos bien porque al tener a mi mejor amiga lejos necesitaba de alguien con quien desahogarme de manera urgente aunque sea hablando de cualquier banalidad entre mujeres para distraerme un poco y prefería no involucrar a mis jefas en todo este asunto entre Michele, Lukazs y yo.

-¿Amma, quieres parar por algo de comer?- Michele me saca de mis divagaciones y me estiro en el asiento. La verdad es que no tengo hambre en lo absoluto pero son las 8 de la mañana y eso significa hora de desayunar en cualquier lugar del mundo. -Tenemos un Autogrill en la siguiente salida.- me encojo de hombros, sintiéndome apenada porque él no está tomando en cuenta la opinión de los demás sino que espera mi aprobación pero también era cierto que los demás estaban roncando desde que salimos del hotel. Llevado por mi indecisión deciden hacer una parada. Michele no deja que hable o diga una palabra y literalmente me sienta en una mesa y se encarga de pedir, pagar y traer lo cual agradezco infinitamente. -¿Como se inicia el día sin un buen desayuno italiano?- me permito sonreír ante su entusiasmo infantil de las ocho de la mañana por la marea de cosas azucaradas de trae consigo. Es el único italiano en nuestro equipo sin contar al amable señor que nos está haciendo de conductor y todos los demás del crew simplemente han pedido un café o un té caliente porque en Polonia no estamos acostumbrados en lo absoluto a desayunar cosas dulces como aquí en Italia. En nuestra mesa para dos hay 4 croissant con diferente relleno, un par de tartaletas con fruta, jugo de naranja y dos cappuccinos humeantes. También hay café espresso y agua hirviendo para el té caliente. -No sabía que te gustaba más así que pedí de todo un poco.- él se encoge en la silla, disculpándose y a mi se me derrite el corazón al verlo tan preocupado y no tengo el valor para decirle que prefiero las cosas saladas, que no me gusta mezclar los cítricos con la leche a primeras horas de la mañana porque mi estómago no los digiere y que tengo una ligera intolerancia a los lácteosa así que callada y con una sonrisa me voy por el café espresso sin leche y un croissant de mermelada que está divino, todo para hacerlo feliz. -¿Mejor?- luego del desayuno me abre la puerta del auto para seguir nuestro viaje. Le sonrío por debajo de mis gafas y lo abrazo fugazmente. Él se queda estático un segundo, extrañado por mi arrebato cariñoso pero luego me envuelve con sus brazos y me besa el tope de la cabeza. Es una de las cosas que me ha hecho cambiar en mi carácter desde que lo conocí, las muestras de cariño sin razón aparente. Él abraza, acaricia y besa a las personas sin ningún motivo, simplemente para mostrarles afecto, agradecimiento o porque le nace en ese momento y es algo que se me está pegando inevitablemente y que me gusta.

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