Capítulo 1; Acepto

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6 meses antes. 

San Diego, California.

Miré mi reflejo en el espejo del gimnasio por unos segundos más. Acababa de terminar de entrenar y estaba sudando hasta por lugares que no sabía que podían sudar.

El calor era totalmente abrasador, entre el entrenamiento y la temperatura del verano de California, sentí que estaba en el infierno.

Recogí mi celular y salí del cuarto en dirección a la cocina por un vaso de agua, pero antes de que pudiera servir el líquido, la asistente de mi padre me interrumpió.

–El jefe te espera en su oficina –dijo la rubia frente a mí.

–En un segundo voy hacia allá.

–Es urgente –comentó firme quitándome el vaso de mis manos con mala gana, como si hacer su trabajo le molestara.

No pude evitar preguntarme el porqué de su llamada, nunca me convocaba a su oficina y que lo hiciera hoy me causó escalofríos.

Pensé en las posibilidades de que fuera algo familiar, pero sabía que eso lo anunciaría en una cena con todos mis hermanos, así que lo descarté inmediatamente.

Caminé hasta llegar a la oficina que se encontraba a un lado de las escaleras principales de la casa. Toqué un par de veces y cuando escuché la confirmación, entré cerrando la gran puerta de madera detrás de mí.

Ninguno de los dos dijo una sola palabra hasta que estuve sentada frente al escritorio del mismo material de la puerta.

–La rubia teñida en turno me dijo que necesitabas verme ¿qué es lo que pasa? - empecé la conversación con seriedad.

Pocas veces tenía tiempo para otra cosa que no fuera trabajo o fingir que tenía una buena relación con sus hijos, así que siempre nos pedía que fuéramos al punto.

–Es rubia natural –comentó sin despegar la vista de la pila de papeles que estaba revisando.

Irrelevante.

–¿Ya me vas a decir qué hago aquí? –le pregunté a mi padre sin rodeos.

–No es como que tengas algo importante que hacer, Electra –. Su voz no fue nada cariñosa, ni siquiera amigable.

–Y como tú si lo tienes, mejor te dejo solo –dije levantándome de la silla con un suspiro –. Detestaría seguir quitándote el tiem...

Mis palabras fueron interrumpidas por el sonido de algo abriéndose y la fría voz de mi padre.

–Es hora de que vuelvas al negocio familiar –dijo mientras sacaba un sobre amarillo del cajón.

–Q..qué? –pregunté desconcertada, su comentario me había tomado desprevenida.

Al principio no sabía si había escuchado bien, nunca hablaba de eso conmigo, ni siquiera mis hermanos lo hacían.

No después de ese día.

No desde hace dos años.

No desde que todo cambió por mi culpa.

Simplemente nos limitábamos a evadir el tema, y a hacer lo único que sabíamos hacer con los sentimientos o lo que fuera que estuviera involucrado con ellos, ignorarlos.

Pretendíamos que no existían, pretendíamos que no nos afectaban.

Así siempre hemos sido los Hoffman, así era yo.

Así era yo antes de él.

–El negocio familiar, quiero que vuelvas Electra –dijo sin importarle mi reacción. Hizo una pausa considerando sus siguientes palabras y después continuó –tengo un trabajo para ti, la verdad no creo que seas capaz, pero Nil insistió tanto que...

Los nervios me empezaron a torturar, las palmas de mis manos se llenaron de sudor instantáneamente y lo único que pude contestar fue lo más estúpido que pasó por mi cabeza.

–Tengo que bañarme –arrastré la silla hacia atrás y salí lo más pronto posible de ese lugar.

Subí las escaleras lo más rápido que pude causando que los gemelos, Ciro y Vaden, me gritaran al verme pasar.

Corrí por el largo pasillo y al llegar a mi cuarto azoté la puerta, agarré una toalla y fui directo al baño.

El agua caliente corriendo por mi cuerpo me tranquilizó como siempre lo hacía y cinco minutos después era como si mi pulso nunca se hubiera alterado.

Como si no me hubiera estado hiperventilándome.

Cinco minutos después volví a ser la chica con todo bajo control.

Al terminar, salí del baño con una toalla enroscada alrededor de mí y aunque los nervios ya habían desaparecido, sentí la necesidad de relajarme. Intenté leer el libro sobre mi mesa de noche y me senté en el sillón blanco al centro del vestidor, pero por mucho que intentara, mis pensamientos estaban en otro lado.

Dejé el libro a un lado e intenté matar el tiempo, pero no lo logré. Tenía miedo.

No sabía que me diría papá cuando bajara, o si es que me dirigiría la palabra después de lo que hice, nunca lo había dejado hablando solo y en ese momento no quería investigar el castigo.

Me cambié y cuando me vi en el espejo no me gustó mi reflejo, no por mi apariencia si no por lo que se notaba de mí. No me gustó verme como alguien débil, como alguien que tuviera que ser encerrada en una jaula para que no fuera lastimada.

Deseaba que me dejaran de ver de esa manera, porque no era la realidad. No era frágil, ya no, y tenía que demostrarlo.

Sin darle más vueltas al asunto, bajé las escaleras tan rápido como las subí hace menos de media hora y abrí la oficina sin molestarme en tocar, haciendo un estruendo en todo el lugar.

Mi padre levantó la vista de los mismos papeles con un rostro en blanco, no había ningún indicio que me indicara su actitud. Pero eso no me detuvo, lo miré y antes de que me pudiera arrepentir hablé.

–Acepto –dije tratando de sonar lo más confiada posible.

Él solo me miró y asintió mientras una leve sonrisa se le formaba en la cara. No sé si porque pensaba que no lo iba a lograr o porque había aceptado su propuesta sin siquiera hacer preguntas, lo que solo confirmaba la poca experiencia que tenía en cuanto a las misiones.

–Me agrada que hayas cambiado de opinión.

De alguna forma escuchar su pequeña aprobación me alivió.

Tomé asiento y mi padre volvió a sacar el folder amarillo del cajón colocándolo frente a mí, pero cuando intenté agarrarlo y abrirlo me detuvo.

–Mañana a las 5:00 de la mañana empiezas el entrenamiento. Esto –dijo señalando el sobre –se lo darás a Sean, quien te esperará en el aeropuerto, vivirás con él y compartirás esta misión –. Hizo una pequeña pausa para tomar aire y continuó –. Faribault te espera, Electra.

Esa tarde acepté pensando que todo saldría bien, que nada se me saldría de las manos.

Acepté sin pensar que esa misión me marcaría de por vida, que esa misión me cambiaría.

Ese fue mi segundo error.



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Colisión InevitableUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum