Capítulo 29; La mano ganadora

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El sol me cegó al abrir los ojos. Me removí un poco. Se sentía realmente cómodo, hasta lo podría definir como acogedor.

No supe la hora que era, pero definitivamente era temprano, no pasaba de medio día. La luz entraba por la ventana que daba al sureste, inundando la sala cálidamente.

Al ver a Dawson a un lado mío fui consiente de todo lo que ocurrió unas horas antes. Mis horribles pesadillas y el interminable llanto. Sus brazos y la seguridad que sentí al ser envuelta en ellos.

Seguíamos en la sala en la misma posición en la que nos quedamos dormidos.

Me puse rígida ante al darme cuenta de todo el contacto que compartíamos, y traté de ignorar los pensamientos negativos de nuestra relación, de no sobre pensar en como nos habíamos distanciado.

De como a pesar de todo, Dawson siempre estaba ahí cuando lo necesitaba.

Tardé unos momentos, pero al concentrarme en sus latidos, mi cuerpo se relajó, mis músculos se dejaron de contraer.

Al concentrarme en sus latidos, me perdí entre una inmensa tranquilidad una vez más.


Unas horas más tarde terminé mi turnó en el dinner. Me encontraba de mal humor y continuaba con el mismo dolor de cabeza de la mañana.

Estuve sola y todas las mesas me habían sido asignadas por lo que también estaba tremendamente agotada.

He igualmente inquietada.

No había visto a hoyuelos desde que estampaba sus puños contra el muro en el salón de arte.

No se había presentado en el trabajo, y mucho menos a la escuela. No dio ninguna señal de vida ni me mando algún mensaje por las noches como usualmente lo hacía.

Era como si hubiera desaparecido y la única que se preocupara fuera yo.

Mi mayor error fue preocuparme por él cuando no debí haberlo hecho. Y aunque sabía que estaba mal, aunque me sentía rara por hacerlo, lo seguí haciendo.

Eso fue lo que nos condenó a los dos.


Iba a la mitad del camino de regreso a casa cuando palpé los bolsillos de mi pantalón y no sentí mi celular, estaba tan distraída pensando en los labios de cierto rubio que se me había olvidado el teléfono.  

Me encontraba bastante cansada, tanto que consideré dejarlo ahí e ir por el al día siguiente antes de entrar a clases, pero sabía que si mis hermanos llamaban y yo no contestaba armarían un desastre.

Di media vuelta y regresé por el mismo trayecto por el que había caminado en dirección contraria.

Recordé que las llaves que me había dado Rose para cerrar el lugar los días que ella no pudiera las había dejado encima de mi celular, así que pensé que tendría que forzar el candado de la puerta trasera.

Fabriqué muchas ideas de como desactivar la alarma para meterme en el local de la manera más discreta posible, pero la única situación que no pasó por mi cabeza fue la que ocurrió.

Estaba pasando por los arbustos que delineaban la entrada a la zona de aparcamiento cuando el ligero e intenso sonido del escape de un auto se hizo escuchar.

No estaba sola.

Con el simple rugido que me puso alerta se notaba que el transporte del que provenía era caro. Bastante.

No me atreví a investigar sin estar segura de tener un buen escondite así que retrocedí de golpe evitando ser vista por quien fuera que estuviera ahí.

Lo último que necesitaba era que me descubrieran.

Observé hacia ambos lados de la carretera antes de ponerme de cancillas y mover unas cuantas ramas del pequeño abeto para ampliar mi campo de visión.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, como si me alertara de que algo decisivo fuera a ocurrir.

Resultó que mis instintos no se equivocaron.

Un Porsche rojo estaba justo frente al establecimiento en el que pasaba mis tardes trabajando.

El endemoniado Porsche rojo.

Mi jefa parada a su lado con ambas manos apoyadas en el techo, encorvándose un poco hacía la ventanilla del conductor.

La luz de las letras rojas que emitía el letrero junto con los faros del auto era lo único iluminaba el pavimento y sus alrededores.

Los dos mantenían la conversación baja como si supieran que había una tercera persona en la escena. Aunque por las gesticulaciones de mi jefa deduje que no era una plática de amigos.

El auto era nuevo y último modelo, de agencia deduje, se veía más reluciente que una estrella, seguramente si me acercaba mi reflejo se podría ver igual de definido como el de un espejo.

No tenía placas ni nada con que poder identificarlo.

Me sentía inútil porque a pesar de estar tan cerca no podía hacer absolutamente nada.

–¿Un Porsche? ¿Un Porsche? ¿En serio? – Rose alzó la voz dejándome escuchar algo de la conversación –. Dijiste que ibas a salir de la ciudad por asuntos del jefe no para ir a despilfarrar el dinero en cosas relucientes –colocó sus manos en su cintura.

Para tener menos poder en el negocio, ella lo regañaba como si no le temiera, como si su compañero de plática no pudiera destruirla en menos de lo que maúlla un gato.

No hubo respuesta por parte del conductor, solo un movimiento de cabeza que por poco no alcancé a distinguir desde mi perspectiva.

–Ni en 5 años podías pagar uno con lo que ganas, la gente es estúpida. pero no tanto. Se empezarán a hacer preguntas –la mujer siguió con su reproche.

Observé que la persona misteriosa le contestó algo apretando su mano en la parte de arriba del volante aunque no pude distinguir bien las palabras.

Y sin darle tiempo para continuar, arrancó.

–Estás loco –le gritó viendo las huellas que dejaron las llantas que dejó el lujoso coche al arrancar.

Loco.

Era un hombre, lo que eliminaba a las tres mujeres de la lista.

Solo quedaba el alcalde Di Maggio y Andrew Smith, el padre de Jade. 

El juego estaba acabando y yo seguía pensando que tenía la mano ganadora.

Solo el tiempo me pudo demostrar lo equivocada que me encontraba.


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NOTA; Hola chicxs, lamento no haber podido subirlo antes, pero aquí está el capítulo. Prometo subir uno entre mañana o pasado para compensarles.

XOXO,

XimeFOchoa

XimeFOchoa

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Colisión InevitableWhere stories live. Discover now