7: Rota

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—Por favor no me hagas daño...

Inna abrió los ojos lentamente. Iba a estirarse, pero sus manos estaban atadas. Estaba sentada en una silla, atada de pies y manos.

Al levantar el cuello un dolor invadió su cuerpo, parecía que llevaba muchas horas en esa posición. Parpadeó lentamente, intentando acostumbrarse a la iluminación de la sala. No estaba completamente a oscuras, había una lamparita en la esquina que alumbraba más o menos la habitación, pero que no permitía a la muchacha distinguir a los hombres que tenía en frente.

Pero no le estaban prestando atención, los tres hombres estaban girados hacia otra persona que se encontraba en la misma situación que Inna.

La rusa estiró levemente el cuerpo para tener algo más de visión. No sabía lo que estaba buscando: si saber quién era la otra persona, si podía liberarse de alguna manera o simplemente intentar ver algo reconocible de los secuestradores. Fue en vano, porque uno de ellos se giró y se dio cuenta de que había despertado. Le dio un toque a sus compañeros y éstos se giraron para mirarla.

Gracias a eso, pudo ver a la persona que estaba secuestrada con ella: Sarah.

—¡Inna!—gritó ella con desesperación. Estaba sollozando, su labio tenía sangre seca y no dejaba de moverse—. Dios mío Inna, pensaba que no ibas a despertar.

—¿Quiénes sois?—preguntó Inna mirando a los tres hombres que tenía en frente. Ninguno dijo nada, lo único que se podía escuchar era el llanto de Sarah.

—¿Dónde está?—preguntó uno de ellos. Llevaba un pasamontañas negro, como el resto de sus compañeros. Se acercó a Inna, apoyando su mano en el respaldo de la silla. Ella le miró fijamente a los ojos, intentando no demostrar miedo.

—¿Quién?

—Ya sabes quién digo.—respondió él.

—La verdad es que no.

El hombre le agarró de la coleta con fuerza, lo que hizo que Inna soltase una queja y Sarah ahogase un grito. Se acercó amenazante al rostro de la doctora. Sus ojos reflejaban crueldad, nada de compasión ni pena.

—Ni se te ocurra vacilarme. Dónde. Está. Samira.

—No lo sé.—respondió Inna frunciendo el ceño. El agarre del secuestrador estaba comenzando a hacerle daño. Como si le hubiese leído la mente, el hombre la soltó sin cuidado; lo que hizo que la chica se tambaleara.

De repente, un sonido de una radio proveniente de los bolsillos de los desconocidos sonó. Los tres hombres, sin decir nada, salieron de la sala. Una vez cerraron la puerta Inna soltó todo el aire que había estado conteniendo y, con la voz entrecortada, le preguntó a Sarah:

—¿Estás bien?

La pobre estaba temblando. Sus ojos estaban inundados en lágrimas, llevaba más tiempo que Inna allí, eso estaba seguro. Horas antes ella había salido a trabajar, y le dijo a sus amigas que iba a entretenerse y posiblemente no iba a dormir fuera aquel día, ya que había quedado con un amigo suyo.

—Pensaba que era un buen tío—murmuró Sarah, que se estaba mirando las rodillas fijamente. Levantó la mirada con los ojos llenos de tristeza—, Lo siento muchísimo.

—¿De qué hablas?

—¡De Lamar, joder! Le conocí hace unas semanas en un bar y... pensaba que teníamos algo. Pero no. ¡Es uno de ellos!—gritó con tanta fuerza que volvió a llorar.

—No tienes la culpa de nada.

Sarah levantó la mirada, incrédula.

—Inna.

Opia (Jack Conway) ✔Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang