31: Inna Orlov

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La alegría se disipó tan rápido como un suspiro y los días transcurrían con una lentitud y una parsimonia agobiantes. Inna veía la lluvia golpear la ventana mientras se rascaba la cabeza con cuidado. No debía arrancarse los puntos. Las suaves caricias de Sarah en su brazo le tranquilizaban, aunque su pierna seguía moviéndose como el primer día que pisó aquel lugar.

Ella ya había ido al psicólogo antes, pero durante poco tiempo. Cuando su hermana Tiana murió tanto sus padres como ella fueron a sesiones grupales de terapia. Ahí fue cuando le diagnosticaron ansiedad. Pocos días después, dejó de ir. 

Pero cuando llegaron a comisaría e Inna tuvo el mayor ataque de ansiedad hasta la fecha, Jack Conway decidió que lo mejor para ella era visitar a un profesional.

Era la cuarta sesión; y la señora Hayes le dijo a Inna por correo que aquel día iba a darle el diagnóstico. Mentiría si dijera que no estaba nerviosa, pero en realidad se esperaba ya el análisis. De todos modos, no quería decirlo en voz alta por si se equivocaba y de alguna forma manifestaba el peor de los resultados.

—Inna Orlov.—La voz de Madison Hayes le sacó de sus pensamientos. Después de agitarle brevemente la mano a Sarah, Inna siguió a la psicóloga al interior de su consulta.

Antes de entrar en la sala no pudo evitar mirarse en el espejo de la entrada, y lo que vio le dieron ganas de llorar.

La noche anterior se había teñido el pelo de negro. No podía más con ese horrible tono rubio, necesitaba volver a su color natural. Pero como no se duchó, las manchas de tinte negro ocupaban todo su cuello y parte de su frente y sus orejas. Cuando Sarah se ofreció para limpiárselo ella simplemente se escondió entre las sábanas.

—Veo que tienes un nuevo peinado—comentó la señora Hayes con su típica voz sosegada—, Me gusta, te queda bien. Es bueno que te cuides y hagas cosas nuevas en ti misma.

—Gracias. No aguantaba el rubio.

—Sí es cierto que el color negro destaca mucho más tus ojos. Has hecho una buena elección.

—Gracias.—repitió ella.

—Bueno—La psicóloga carraspeó y ojeó entre sus papeles—, Después de estas sesiones y de revisar tu historial médico, he llegado a la conclusión de que... bueno, léelo por ti misma.

Le entregó un brillante papel blanco. En él, Inna pudo leer su nombre completo, fecha de nacimiento, tipo de sangre y cinco palabras que le dejaron sin respiración.

Hidrofobia, Trastorno por estrés postraumático.

Tragó saliva y dejó el papel en la mesa. Efectivamente, era justo lo que se había imaginado.

No era un secreto que Inna le tenía miedo al agua. De los ocho días que llevaba en casa se había duchado solo una vez. Y le daba mucho asco verse así, pero en realidad no podía evitarlo. Apenas salía de casa, solo para dar a veces un paseo con Sarah y para ir al psicólogo. El resto de horas del día las pasaba encerrada en su habitación durmiendo o llorando.

—Pero no pasa nada, Inna, porque vas a salir de esta—La señora Hayes volvió a hablar, fijándose en la cara de horror que había puesto la rusa—, Gracias a la terapia cognitiva conseguirás en unos meses superar esto. Voy a recetarte antidepresivos y medicamentos para la ansiedad, solo por si acaso. ¿Tienes pesadillas?

Inna asintió con lentitud.

—Está bien—Mientras hablaba escribía los nombres de los productos en una hoja—, Voy a recetarte también Prazosina, te ayudará. Este folleto tiene muchas técnicas de relajación perfectas para tratar la hidrofobia; pero estoy segura de que sabes que el tratamiento más eficaz es la exposición directa al agua. Sin embargo, no debes presionarte. Acompáñate de tus seres queridos y que ellos te ayuden. Aunque no lo parezca, el cariño es a veces uno de los medicamentos más potentes. Sé que tienes mi correo pero, por si acaso, te dejo aquí mi número de teléfono. ¿Está bien?

Opia (Jack Conway) ✔Where stories live. Discover now