La cita

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Capítulo 5
La cita

Mara

Ok.

Tengo el labial rojo en mi mano derecha y el magenta en la izquierda. Los observo como si estuviese decidiendo cuál colocar en mis labios, pero en realidad imagino una novela en cada uno de ellos.

Por un lado, el magenta me habla de lo miserable que puede resultar un amorío, recordando cómo es que, a pesar de tanta dedicación, buenos ratos y regalos exclusivos, el amor puede esfumarse y, a cambio, sin esperarlo, un golpe desgarrador te desmorona cada partícula de tu ser.

Pero acá, el color rojo me incita a descubrir una nueva aventura, un nuevo corazón no explorado que pudiera resultar en un mágico viaje del que no quiera regresar... además del empaque perfecto que cubre al Ken.

¿Pero cómo saberlo?

Es como arrojar una moneda al aire, completamente al azar.

Así que mis labios se pintan de un color naranja que combina a la perfección con mi corto vestido de satín y esos tacones dorados que me hacen lucir como una verdadera divinidad.

El servicio de aparcacoches toma el auto y entro al restaurante, parece elegante y esa es una muy buena señal. Solicitan mi reservación, pero no necesito siquiera dar mi nombre, pues me guían hasta la mesa doble en la que aquel hombre de traje informal me espera.

Sonrío al identificar lo bien parecido que es mi cita. 

Las personas a nuestro alrededor nos observan y no me gusta, pero ¿qué se le hace? El oficial sexy se levanta y me ayuda a sentar, lo cual me parece un gesto caballeroso y lo agradezco al instante.

Suelto un suspiro, sintiéndome satisfecha, pero mi alegre esencia se esfuma cuando él dice:

—¿Existe algo especial por lo que me hayas insistido tanto para vernos esta noche?

Mi boca se abre y mi ojo comienza a experimentar un tic.

Realmente, no me lo creo. 

Esto no estaba en mis planes, ni en mis previos escenarios imaginarios.

¿Cómo es que esa desgraciada se atreve a hacerme esto?

El bochorno hace que mis mejillas se coloreen y sobrepasen el rubor, pero lo ignoro y me dedico a pensar en cómo torturaré a mi hermana por su mala jugada.

Él lo nota.

—Oh, no...

—Lo siento, Eric. Creo que...

—Fue tu hermana, ¿cierto? —pregunta, sorprendiéndome porque lo ha descifrado sin tener que decir palabra alguna y, lo más espeluznante de todo, sin conocernos.

—¿Cómo lo has...?

Él suspira.

—Soy oficial de policía, llámalo don adquirido. Tu voz me pareció extraña pero realmente no le tomé importancia hasta que vi y entendí tu reacción en este momento.

—Qué vergüenza —suelto, encorbándome sobre la silla.

Ya no había motivos para estar derecha, esto no era una cita verdadera.

—Bueno, al menos podremos cenar algo rico —dice, tomándose la libertad de ver el menú.

—Ella dijo que tú llamaste —comento, imitando su acción.

—Efectivamente, te estuve hablando desde ayer porque el sujeto que hurtó tu bolso apareció. Llegó a una casa de empeño y ahí lo detuvieron. Quería compartirlo contigo, ya que lo supe con antelación y porque me han dicho que no te has tomado la molestia de preguntar o checar tu expediente.

El oficial de mis sueñosWhere stories live. Discover now